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progressive 5 capitulo 5

Capitulo 5
Canon of the Golden Rule (I)

2 de enero de 2023.

A diferencia de ayer, el cielo matutino era sombrío y oscuro—aunque solamente visible a través de la franja de la apertura exterior, claro. Nuestras actividades del día comenzaron con un poco de administración de inventario.

Luego que desayunamos en el restaurante de la posada, volvimos a la suite del cuarto piso y materializamos sobre la mesa los objetos que ganamos el día anterior. La mayoría de los objetos eran materiales de usos desconocidos que los muriquís, como Piel de Mono Araña y Colas Esponjosas, pero el verdadero problema era lo que el difunto Cylon había dropeado. El oro y las joyas habían sido recogidas por los Muriqui Snatchers antes de que las recogiéramos, por lo que ahora estaban mezcladas con nuestro dinero, pero no estábamos muy seguros si era correcto usar o vender los objetos que él había dropeado.

—…Me pregunto si Cylon tenía familia –murmuró Asuna, levantando un pendiente de oro muy llamativo. Yo sacudí mi cabeza.

— No… No recuerdo que hubiese una esposa o hijos en su mansión.

— Ya veo… pero la pregunta del año es: ¿Eso significa que Cylon se ha ido para siempre de Aincrad? ¿Eso no significaría que ya no es posible que alguien más inicie la misión ‘La Maldición de Stachion’…?

Volví a sacudir mi cabeza.

— No…dudo que llegue a eso. Yo creo que, cuando apareció en el escondite en Suribus, ya había un Cylon diferente de regreso en la mansión en Stachion. El que Morte mató fue ‘nuestro’ Cylon. Te apuesto lo que sea a que eso no tendrá efecto alguno en los demás jugadores que inicien la misión después de nosotros.

Asuna presionó sus dedos sobre su sien y se quejó:

— Ugh…aún me cuesta creer esa posibilidad. Los mapas instanciados ya son lo
bastante difíciles, pero tener a la misma persona en múltiples lugares a la vez es…

— Sé cómo te sientes –dije, riendo. Vertí el jugo de limonada en dos vasos y le di uno a ella. Tomé un sobro del líquido dulce y continué–. Durante la misión ‘Guerra Élfica’ en el tercer piso, estoy seguro de haber mencionado que, con el fin de obtener la Anneal Blade en el primer piso, tenías que completar una misión para reunir los ingredientes medicinales del bosque para una chica enferma. Cuando ella bebía la pócima ya lista, se sanaba, pero sólo mientras estabas en su cabaña. Una vez que otro jugador entraba al lugar para iniciar la misión, este sólo vería a una enferma y agonizante chica. ¿Ves? Es inevitable… La gente se volvería loca si sólo el grupo que llegue primero pudiera cumplir cierta misión. Sin embargo, solo hay algo discordante en esto… 


—…Sí, lo sé…

Asuna también tomó un sorbo de su jugo. Torció sus labios, y suspiró.

—…Siento que Cylon sufría en lo más hondo. Fue el primer aprendiz de Pithagrus pero su maestro le dijo que no podría heredar el título, por eso enloqueció y lo mató, y luego tuvo que cargar con ese secreto durante una década entera,
¿verdad? Además, alguien se hizo con el cubo dorado que tenía sus huellas
ensangrentadas en él, por lo que sabía que, al menos, había una persona que conocía la verdad… Tengo que creer que él estuvo contra la espada y la pared durante esos diez años.

Ella conjeturaba todo eso como si Cylon fuese una persona real.

Como NPC, dudaba que él sintiera culpa porque él no estaba programado para eso. Pero pensándolo bien… A diferencia de la prueba beta, la versión actual de Aincrad incluía diversos NPCs que tenían demasiadas emociones e inteligencia, eran casi difícil de distinguir de las personas. Kizmel, el vizconde Yofilis… y quizá Cylon también.

Asuna se apoyó contra el sofá, exhaló, y continuó.

— Creí… que quizá, al final de la misión, Cylon se arrepentiría de su crimen y aceptaría su castigo… y quizá hasta hallaría el perdón… pero es demasiado para ello. Oye, Kirito.

— ¿Hmm?

— Si volvemos a Stachion, y nos encontramos con otro Cylon en la mansión, la misión no seguirá desde donde la dejamos, ¿cierto?

— No…no creo que eso pase. Para empezar, en realidad no culminamos ese evento tan crucial. Apuesto a que el registro de la misión sigue estancado a mitad del trayecto debido a eso…

Ya yo tenía abierta la ventana de mi inventario, por lo que la cambié hacia la pestaña de misiones e hice clic en la entrada ‘La Maldición de Stachion’ para volverla una ‘misión activa’. La última línea decía…

— A ver:



Nos miramos el uno al otro, en silencio. Luego bajamos la mirada a la mesa. Entre todos los artículos varios había dos llaves, una hecha de oro y la otra de hierro.

— ¿Q-qué…? Espera, ¿el hecho de que Cylon fuera asesinado era parte de la historia de esta misión…?  –preguntó Asuna, pero yo  sacudí varias veces mi cabeza. 


— N-no, eso es imposible. Morte y su pandilla no eran NPCs, eran jugadores. Allí dice que eran bandidos, pero no es como si el sistema de SAO estuviese controlándolos para hacer eso.

— Entonces, ¿por qué el registro dice eso?

— Eh…eh… Lo único que me viene a la mente es que consideraron la posibilidad de que Cylon pudiese ser asesinado por otro jugador mientras el evento transcurría entre pueblos y prepararon ese mensaje… No sé.

— ¿En serio? –dijo, mirándome con sospecha–. Si pensaron en ir tan lejos, ¿no pudieron simplemente hacer a Cylon un tipo súper fuerte que nadie pudiera matar?

— Bueno, tienes razón… pero terminarías preguntándote por qué alguien que no era un luchador era así de fuerte, ¿o me equivoco? Ese es el tipo de cosas en las que SAO es realmente fastidioso…

— Es cierto. Digo, se tomaron la molestia de imprimir todo el contenido de todos los libros en el mundo, incluso si no podíamos leerlos –admitió Asuna. Colocó su vaso de limonada en la mesa y tomó las llaves de hierro y dorada–. Esta llave dorada es la que hallamos en el escondite, ¿no? Entonces… ¿dónde usamos esta de hierro?

— Ni-idea… La llave dorada pertenece a la mazmorra que está debajo de la mansión del lord, pero nunca antes había visto la de hierro…

— ¿Mazmorra…? ¿Es donde encuentras el cubo dorado?

No estaba seguro si debía responder o no a esa pregunta, pero luego decidí que, ya que nos habíamos desviado de la línea argumental con la que yo estaba familiarizado, eso no podía hacer daño.

— Sí –admití–. La persona que tomó el cubo del lugar dónde Pithagrus fue asesinado y lo ocultó debajo de la mansión fue la antigua criada con la que hablamos antes. Su nombre era… Theano, creo. Ella, sin mentirte, era una genio de los rompecabezas, y Pithagrus la quería convertir en su heredera al título.

— ¿En serio…? Pero Theano fue testigo de cómo Cylon mató a Pithagrus, ¿no?
¿Por qué ocultó el arma de asesinato, en lugar de acusarlo como testigo?

— Mira, la cosa es que Cylon y Theano eran amantes.

— ¡Oh, por… ohhh, ahh! –murmuró Asuna mientras comprendía eso, mirando las llaves en sus manos–. Hace diez años… Cylon tendría treinta y tantos, casi cuarenta, mientras que Theano tendría unos veinticinco, creo. Por eso, es probable que ella no sintiera ganas de acusar a su amante de asesinato, pero su conciencia no le permitió quedarse de brazos cruzados… 


— Así es como ocurrió, creo. Theano encerró el cubo dorado debajo de la mansión del lord, luego puso la llave de esta en el escondite en Suribus. Ella quería que Cylon admitiera su pecado y lo expiara.

— ¿Qué quieres decir…?

— La mazmorra debajo de la mansión es una serie de puzles súper difíciles, y no puedes llegar a la última parte sin una pista que se encuentra en uno de los libros que hay en el estudio dentro del escondite. Durante diez años, Theano esperó que Cylon admitiese su crimen y buscase ayuda. Ella pensaba decirle la ubicación de la segunda casa si él lo hacía. Con el fin de recuperar el cubo dorado, Cylon necesitaría estudiar los libros en el escondite tanto como pudiese y resolver la mazmorra-rompecabezas. Y de hecho, esa es la prueba cuyo fin es determinar si posees lo que se necesita para heredar el título de rey acertijo y lord de la mansión.

— Ah… pero Cylon no intentó probarse a sí mismo, así que solo se la pasa contratando gente para hacerlo…

— Y paralizando y secuestrando a la gente que contrata, para saquearla –añadí. Asuna soltó un largo suspiro:
— Si Morte no interfería… ¿qué nos habría pasado?

— Cylon nos habría encerrado en la mazmorra de la mansión para hacernos recuperar el cubo para él. Pero Theano lo descubriría, y nos ayudaría en los callejones de Stachion, y a partir de ahí, trabajaríamos con ella en la misión, en la ruta principal…

— Hmm. Quizá deberíamos preguntarle a Theano qué hacer con esta llave –
sugirió Asuna, sosteniendo la llave de hierro.

Tentativamente añadí:

— Esa sería…la idea ortodoxa. También podríamos ignorar a Theano, usar la llave dorada para entrar en la mazmorra y recuperar el cubo por nuestra cuenta. Pero no puedo predecir de qué forma procedería la historia si hiciéramos eso.

— Bueno, no perdamos tiempo entonces –Asuna se enderezó con las llaves aun en mano, pero la agarré por la manga y la forcé a sentarse nuevamente.

— Un momento. Aún no hemos terminado la investigación más importante.

— ¿Eh? Pero lo que queda son cosas de Cylon, ¿no? Espera, ¿no estarás pensando venderlas, o—?

— No, no, no, ¿cómo se te ocurre? Aunque te apuesto que esta mascara de gas
valdría una fortuna… 


Levanté por un instante la espantosa máscara de cuero que Asuna había usado la noche anterior cuando sorprendió al usuario de daga, luego la coloqué nuevamente sobre la mesa. Después, coloqué todo el equipamiento en el baúl de objetos especial de la habitación, limpiando la mesa para poder materializar el dardo de metal oscuro y la daga bastante usada.

Asuna frunció el ceño cuando los vio.

— Ay, si es cierto… Tú les tenías la mirada puesta encima. Eso me recuerda que
tengo otra de esas.

— ¿Qué?

Ante mis dudas, Asuna abrió su ventana y rápidamente sacó otro dardo. Colocados lado a lado, era claro que en color, textura, y diseño curvo y hexagonal, era idéntico al primero. Aunque eso era sorprendente, recordé rápidamente el primer dardo de un conjunto de tres que había esquivado y desapareció entre los árboles cuando Morte lo lanzó. Un Muriqui Snatcher debió haberlo recogido, y cuando Asuna lo derrotó, este cayó en su inventario.

— Oh, un buen trabajo en equipo, Asuna y su mono.

— Vuelves a decir algo así y te volteo la cara de una bofetada28  –murmuró, frunciendo el ceño de nuevo–. Pero…espera –colocó un dedo en su mejilla y añadió–. Todos los objetos que recibimos de los muriquís fueron directo a nuestro inventario, ¿no?

— Sí –dije, preguntándome a dónde quería ella legar con esto, pero descubrí que no tenía respuesta a su siguiente pregunta–. Entonces, ¿por qué todos los objetos de Cylon cayeron en el suelo cuando Morte lo mató…?

— Eh… ehh…

Ella tenía un muy buen punto. Habíamos sobrevivido debido a que Cylon dropeó
su Frasco de Veneno de Namnepenth dentro del rango de nuestro aliento. Pero
¿no debió ir automáticamente al inventario de Morte?

— Bueno, desde mi punto de vista, hay dos posibilidades. O a Morte apenas le quedaba espacio en su inventario… o las reglas de objetos dropeados es diferente de cuando un jugador mata a otro jugador o NPC.

—…Es probable que Morte tenga un nivel muy alto, así que lo primero no me
convence.

— Es verdad. Él se encuentra limitado de espacio porque alterna entre la espada y el hacha, pero incluso así, no puedo imaginar que planeara venir a atacarnos



28 N.T: Fue intencional xD. Lo original era Eso no sonó como un cumplido. 


estando cerca del límite de peso. Así que puede ser una configuración especial de
las reglas… pero no hay forma de que podamos probar eso.

— ¿Cómo funcionaba en la prueba beta?

— Siento que era igual a cuando cazabas monstruos… pero nunca hice PK, por lo que no puedo decírtelo con seguridad… Si nos topamos con Argo en algún sitio, deberíamos preguntarle –dije, dándole un alto al tema de dropeo de objetos, y volviendo al dardo negro sobre la mesa.

Recibimos dos de los tres dardos envenenados, pero el asunto aquí era de dónde provenían. Yo deseaba que hubiese una pista a esa pregunta en las propiedades del objeto, por lo que toqué uno. Asuna y yo nos acercamos para leer la información.

— Eh… se llama… Spine of… Sh… Shmargor… Creo –contestó algo evasiva.

— ¿Qué significa? –pregunté. Ya me daba la sensación de que usaba a mi compañera como un diccionario andante, pero Asuna no parecía molestarse.

— En este caso, Spine viene a ser ‘espina’. En cuanto a Shmargor, asumo que es un nombre propio, pero nunca había escuchado de algo así en Aincrad ni en el mundo real.

— Ahh…

Seguí leyendo. Las estadísticas de ataque y durabilidad eran un poco más altos de los que podías comprar en una tienda—pero nada del otro mundo. El verdadero asunto era el efecto especial debajo de eso.

Vaya… ¿Nivel
dos? Aún no hemos recibido veneno paralizante de nivel uno. Eso significa que una poción de curación de nivel uno de alguna tienda ni siquiera podría funcionar en esto.

— Entonces… ¿qué puedes hacer?

— O aumentas el nivel de tu habilidad Mezclar para poder elaborar frascos medicinales de nivel dos o usar un Cristal de Purificación… pero…

Asuna frunció el ceño.

— ¿Cuánta habilidad necesitas para elaborar pociones de nivel dos?

— Creo que cerca de cien.

— Ugh. 


Esa reacción quedó perfectamente sincronizada con lo que yo diría de no poder hacer más que mirarla de reojo. Asuna reconoció lo que había hecho y se ruborizó un poco, tartamudeando.

— P-pero a estas alturas aún no poseemos ningún cristal. Entonces, por los momentos… ¿no hay forma de que podamos contrarrestar la parálisis de este dardo?

— Eh, bueno…

Lo primero que se debía hacer para deshacer el daño o veneno paralizante era usar pociones o cristales, pero eso no era todo. Entre los tipos de comidas y bebidas aparentemente ilimitados en este mundo existían algunos que poseían efectos que curaban los debuff, y había una amplia variedad de materiales que aportaban beneficios curativos y sanadores cuando se usaban por su cuenta. Luego estaban las armaduras y accesorios que aumentaban la resistencia al veneno y…

Mi mente estaba centrada en esto cuando Asuna tomó un profundo aliento. Ella estaba leyendo el texto colorido al fondo de la ventana de propiedades.

— Oh…

— ¿Qué pasa?

–recitó, mientras
yo seguía el texto. Al parecer, Shmargor era un dragón con espinas venenosas. Pero eso no era lo más loco.

El ‘elfo hundido’ se refería claramente a los Elfos Caídos. Y el individuo llamado
General N’ltzahh era alguien que Asuna y yo conocimos en persona.

— E-espera. ¿Quieres decir que este dardo es una espina que el General
N’ltzahh le cortó a un dragón?

— Eso es lo que dice aquí…

— P-pero… ¿por qué?

Tuve que detenerme para tomar el resto de mi limonada.

— ¿Por qué Morte tiene algo así?

— ¿No crees que… en realidad él derrotó al General N’ltzahh? –preguntó Asuna. Lo pensé y sacudí mi cabeza.
— No… me parece imposible. Viste el color del general, ¿no?

—…Sí –sus mejillas se tornaron más pálidas de lo normal. 


Habíamos  visto  al  General  N’ltzahh  en  el  campamento  Élfico  Caído  en  lo
profundo de la mazmorra sumergida en el cuarto piso. En ese entonces, yo era nivel
16, y su cursor me fue mostrado de color negro puro. En ningún momento me sentí atraído por el deseo de salir de mi escondite y retarlo a un duelo. Incluso ahora, diez días después –y estando en nivel 19– yo estaba seguro de que si lo hubiera hecho, Asuna y yo habríamos muerto en menos de un minuto.

El Elfo Caído estaba rodeado por un aura tan fría como el hielo, e incluso jugadores expertos en batalla como Morte, y el usuario de daga, no  tendrían oportunidad contra él. En otras palabras, si eran lo suficientemente rudos para derrotar a N’ltzahh, fácilmente habrían podido matarnos sin la necesidad de aprovecharse a ese evento de parálisis.

— En cualquier caso… o ellos se infiltraron en el escondite Élfico Caído y los robaron, u obtuvieron un drop raro de uno de los Elfos Caídos inferiores—de esos con los que luchamos…creo…

Ni siquiera yo estaba seguro de eso. Decidí tocar la daga junto a los dardos. Cuando leí las propiedades que aparecieron, mi voz quedó ahogada.

Se llamaba Dirk of Agony29. Su bono especial incluía veneno mejorado y resistencia al frío, y una pequeña posibilidad de causar daño por sangrado a cualquier objetivo. El texto colorido la describía como ‘una daga otorgada como premio del Comandante Élfico Caído’.

— ¿Un premio de los Elfos Caídos? –murmuré. Asuna empujó mi cabeza a un lado con la suya para poder leer el texto, y quedó igualmente conmocionada.

— ¿Eso significa que… era una recompensa de misión?

—……

Yo no tenía una respuesta inmediata a su pregunta. La descripción del objeto no sugería otra interpretación, pero si era cierto, significaba que el usuario de daga recibió una misión del Comandante Élfico Caído, la terminó, y obtuvo esta daga como recompensa.

Y si ese era el caso, entonces los dardos con veneno de Morte no fueron robados a un Elfo Caído, sino que era probable que se los hubiesen otorgado. Era una cosa que se tratara de una misión que podía realizarse una sola vez, pero en la rara posibilidad de que se tratase de una recompensa por una misión repetitiva de recolección o conquista…significaría que los dardos paralizantes que nos costó mucho robar eran prácticamente ilimitados.

— Oye, Asuna— –dije, en el mismo instante en lo que ella dijo: “Dime, Kirito”.




29 N.T: Puñal de la Agonía. 


Ambos usamos nuestras miradas para indicarle a otro que comenzara, hasta que Asuna, quien era ligeramente menos impaciente que yo, finalmente se decidió y continuó:

— Bueno…tengo curiosidad sobre la misión de Stachion, pero por ahora, creo
que lo más sabio es investigar un poco más estos dardos.

— Iba a decirte lo mismo –dije, lo que la hizo mostrar una ligera sonrisa antes de volver a tensar sus labios.

— Si pueden seguir obteniendo esas armas, tantas como quieran, eso se convierte en un problema mayor. Pueden no ir solo tras nosotros, por lo que tendríamos que asegurarnos que todos y cada uno de los jugadores que luchan en los yermos tienen resistencias contra la parálisis.

— En eso estoy de acuerdo –dije–, pero como lo dije antes, tenemos muy pocas opciones para tratar con venenos paralizantes de nivel dos…por lo que creo que deberíamos preguntar por eso.

— ¿Preguntar? ¿A quién? –preguntó Asuna. Le sonreí con astucia:
— Un caballero que sabe algo sobre los Elfos Caídos, y venenos.



El mapa circular del sexto piso de Aincrad estaba dividido en cinco partes iguales por escarpadas líneas montañosas, y un lago en forma de estrella en el centro.

Stachion y su vecino Suribus estaban en la zona noreste, y la torre laberinto se encontraba en el área adyacente: el sureste, pero las montañas rocosas que las dividían eran tan altas que casi tocaban la parte inferior del séptimo piso y bloqueaban todo paso.

Por tal razón, los jugadores necesitaban ir por todo el piso en sentido contrario a las agujas del reloj. Las montañas tenían más de noventa metros de ancho en su base, y las mazmorras que servían como pasaje eran considerablemente cortas. Pero estaban incluían fastidiosos rompecabezas en cada sección, con un mini-jefe esperando en la salida de cada área.

Los DKB y ALS, los dos gremios principales de la delantera, cambiaron de Stachion a Suribus el primer día que accedieron al piso. Luego de medio día subiendo de nivel y mejorando su equipo, más un buen descanso en la posada sin rompecabezas, ellos ahora planeaban atacar la caverna en la adyacente área noroeste—eso de acuerdo al mensaje que Agil, líder del Bro Squad me envió.

A la hora del mensaje, Asuna y yo estábamos desayunando en el restaurando y planeando volver a Stachion antes del mediodía para terminar la misión multipartes, 


luego de la cual nos dirigiríamos al noroeste. Pero debido a las armas que Morte y compañía habían dropeado, nuestras prioridades cambiaron. Recogimos nuestras cosas, dejamos el Jade and Kingfisher, y fuimos a la mazmorra ubicada en el extremo más al sur del área.

Aunque salimos tarde y nos encontramos unos cuantos monstruos por el camino, ambos seguíamos siendo más rápidos que un grupo de asalto completo, por lo que aún pudimos ver a tres grupos merodeando afuera de la entrada de la mazmorra en su valle profundo en lo que llegamos.

— Cielos, esperaba que ya hubiesen completado la mazmorra, y así sólo pasar tranquilamente –gruñó Asuna mientras esperaba en la sombra de los árboles.

Lo pensé un momento y sugerí:

— ¿No sería lo mismo si esperamos que ellos entren y luego los vamos siguiendo a escondidas?

— Hay una enorme diferencia entre ‘Nos apresuramos pero no llegamos a tiempo’ y ‘Elegimos no apurarnos para llegar allá’. Además, el grupo de Agil ya llegó.

En efecto, descansando dentro de la mazmorra estaban los 18 miembros (en tres grupos) de los DKB azules y otros 18 de los ALS verdes, y los cuatro miembros del Bro Squad, que vestían armaduras variadas pero blandían exclusivamente armas a dos manos. Al final de su mensaje, Agil decía ‘Si tienen tiempo, pueden ayudarnos a completar la mazmorra’, por lo que la idea de quejarnos por nuestros propios problemas me hacía sentir culpable.

— Bien, creo que debemos ir –dije, enderezándome y dándole una palmada a Asuna en la espalda. Nos dirigimos hacia la estrecha grieta que llevaba a la mazmorra. Mientras pasábamos el muro escarpado con sus tallados de relieve extraños, me aseguré de pisar de la forma más audible posible para anunciar mi entrada – y luego saludé al Bro Squad, quienes estaban más cerca de nosotros, acuclillados alrededor de una pequeña fogata.

— Eh… ¿Qué tal, chicos? –saludé

— Buenas tardes, Agil, Wolfang, Lowbacca, y Naijan –añadió Asuna.
Los chicos rudos nos saludaron también, aunque solo le sonrieron a Asuna. Mentándoles la madre en silencio, me senté junto a Agil. Mirando rápidamente
hacia el camino noté que los ALS de Kibaou y los DKB de Lind nos estaban
observando con insatisfacción. Les di un saludo de ‘amor y paz’ y miré de nuevo al
fuego.

A diferencia del mundo real, no necesitabas saber cómo encender una fogata, pero hallar leña de alta calidad como combustible era sorprendentemente difícil. 


Había ramas caídas por todas las zonas boscosas, pero si querías un buen fuego, tenías que tocarlas para asegurarte que su nombre era Rama de Árbol Muerto. Una Rama de Árbol Vivo o Rama Húmeda produciría demasiado humo y una llama débil e inestable. En la tienda general del pueblo vendían mucha buena leña, pero era demasiado pesada y abarcaba mucho espacio, por lo que no se podía cargar mucha.

Pero gracias a la estadística de Fuerza exageradamente alta del Bro Squad, ellos tenían mucha capacidad de  carga, y estaban usando  leña  de la buena, esa comprada en la tienda. Un trípode metálico estaba puesto sobre el fuego, con una tetera colgando encima y emitiendo esencia a té.

— ¿Cuánto durará este descanso, Agil? –preguntó Asuna. El hombre le dijo que sería de unos diez minutos, así que asumí que apenas tenía tiempo suficiente, y abrí mi menú para sacar una reserva de patatas dulces – el nombre del objeto era Ichthyoid Potato30 – lo había estado guardando desde el cuarto piso. Arrojé tres al fuego.

Esos alimentos también estuvieron en la prueba beta, pero originalmente eran vendidos a precios muy bajos, quizá debido a que los monstruos mitad-pez eran quienes los dropeaban. Ya que el cuarto piso en la prueba beta era un lugar de cañones polvorientos y secos, la presencia de criaturas pez lo volvía aún más aterrador.

Pero una vez que la gente descubrió que cocinarlas en una fogata las volvía más sabrosas que cualquier dulce de tienda, el precio se elevó considerablemente, y había carreras de patatas mientras los jugadores masacraban a los mitad-pez por su feculento botín. La información no se estaba esparciendo rápidamente en la forma actual de Aincrad, por lo que me hice una nota mental de volver pronto al cuarto piso para recolectar.

Lo otro que supe era que habían pasado cinco o seis minutos, y el olor dulce estaba saliendo de la fogata.

Asuna y compañía pausaron su plática, torciendo sus narices, pero dejé que las patatas dulces estuvieran en el fuego tanto como fuera posible—justo antes de que se cocinaran por completo era cuando sabían mejor—y en el momento indicado, saqué mi espada y realicé tres movimientos rápidos hacia el fuego.

Chispas volaron con la conmoción, pero cuando saqué mi espada, había tres patatas dulces cocinadas a la perfección clavadas en su extremo. Los cinco chicos contuvieron sus manos en silencio, por lo que corté cada patata a la mitad y las repartí.




30 N.T: Patata Ictioidea. 


El líquido que parecía té verde que Agil había preparado era la combinación perfecta para las patatas de mitad-pez. Mi pueblo natal de Kawagoe en la prefectura de Saitama era un área reconocida por sus patatas dulces y, desde que era niño, yo las comía. Por eso, yo era muy quisquilloso en lo que a sabor y textura respecta, además del hecho de estar harto de tanto comerlas, pero aún en el mundo digital, yo les daba a estas patatas dulces una puntuación de 95/100.

Las medias patatas pronto se desvanecieron en los estómagos virtuales, y seis suspiros contenidos escaparon al mismo tiempo. Wolfgang, quien planeaba abrir un restaurante especializado en carnes en el segundo piso más adelante, me preguntó dónde obtenerlas. Para evitar desilusionarlo con los hechos, solo le dije: “Te las vendo a bajo precio”, y terminé mi té. El Bro Squad seguramente había luchado con algunos de esos monstruos mitad pez en la torre laberinto del cuarto piso, pero los Ichthyoid Cultivators31 que dropeaban las patatas no aparecían solos, y huían una vez que su HP caía por debajo del 50%, por lo que la única forma segura de derrotarlos era usar una habilidad mayor en el momento indicado.

Treinta segundos antes de terminar el descanso, la fogata fue apagada, y Agil nos permitió entrar en su grupo. El Bro Squad actualmente sólo contaba con cuatro miembros, por lo que Asuna y yo podíamos encajar en el límite máximo de seis, pero tarde o temprano ellos incluirían más miembros, y no podíamos asumir que siempre iba a haber lugar para nosotros. Yo estaba considerando la necesidad de pensar qué hacer cuando, inevitablemente, fuéramos echados de grupo de asalto… cuando Asuna se me acercó con una pregunta repentina.

— Kirito, dime algo. ¿Cómo hace un jugador con un cursor naranja para volver a ser verde?

— ¿Eh?

¿Por qué demonios pregunta eso ahora?

Parpadeé pero rápidamente comprendí a dónde quería llegar con eso.

Morte y su compañero se habían infiltrado en los ALS y DKB, ocultando sus identidades; y estuvieron usando diversos trucos para causar un enfrentamiento entre ambos gremios. Para cuando pude ver a través de sus planes en el tercer piso, Morte ya había dejado el gremio, pero algo me decía que el usuario de la daga seguía dentro de ALS.

Pero ayer, él atacó al NPC de ayuda llamado Cylon, convirtiendo el color de su cursor en naranja. Por lo que no podía entrar a ningún pueblo y, por ende, se le dificultaría reunirse con sus compañeros de gremio. Eso significaba que, si había algún jugador entre sus posiciones que abruptamente se desvaneció anoche o que, mediante a alguna excusa barata para explicar el por qué su cursor era naranja,


31 N.T: Cultivadores Ictioideos. 


aún seguía dentro del grupo, ese era nuestro hombre. Pero solamente si no había logrado devolver el color verde a su cursor en algún momento de la noche.

— Para volver de naranja a verde, necesitas completar una misión llamada
‘Recuperar el Alineamiento’. No sé exactamente cómo funciona, pero si tu cursor cambia a naranja, ocasionalmente te cruzarás con NPCs viajeros o vagabundos en los yermos, dándote una especie de misión de prueba… Creo –murmuré, inseguro de mis recuerdos en ese tema. Asuna preguntó:

— ¿Es algo que puedas hacer en una noche?

— Al parecer, la dificultad y duración de la misión cambian dependiendo de tu crimen. Robar algo barato a un NPC podría no necesitar una misión muy larga, pero si atacas o matas a alguien, eso ya sería algo más serio. Y si vuelves a cometer el mismo crimen, la segunda vez, la misión se torna más difícil que la primera, y la tercera vez más complicada que la segunda. Me parece recordar a la gente decía que si hacías PK a cinco jugadores en la prueba beta, era esencialmente imposible recuperar el color verde de tu cursor.

Luego de eso, comprendí que no había resuelto nada de la preocupación de
Asuna, por lo que añadí:

— Te seré honesto, no sé cuánto le tomaría recuperar la alineación a ese chico de la daga. Además, atacó al hombre alto, pero no lo mató…

— Sí… y el otro problema es que sólo la mitad de los ALS está aquí…

— Dudo mucho que nos tomen en serio si les explicamos la verdad…

Fuimos interrumpidos de nuestra silenciosa conversación por una escandalosa y ruidosa voz que provenía de la entrada de la mazmorra.

— Oigan, si quieren pegársenos a la pata, ¡háganle! ¡Pero si se unen al grupo, seguirán nuestras órdenes!

Era una voz que jamás confundiría. Pertenecía nada más y nada menos que al líder de los ALS, ese cuyo cabello tenía tantas puntas que parecía una estrella, Kibaou. Le di una señal de aprobación, y él resopló y se dio vuelta hacia la entrada. Entre sus tres grupos habían rostros familiares: Okotan, el usuario de alabarda, y Liten, la chica de armadura completa, quienes nos ayudaron en la batalla contra el último jefe. Hicieron ligeros movimientos para captar nuestra atención, y Asuna y yo hicimos una reverencia.

Era claro que se había decidido que los ALS tomarían el liderazgo de esta mazmorra, mientras que Lind, Shivata y Hafner de los DKB dirigían a los grupos detrás del otro gremio sin rechistar, y el Bro Squad, con sus dos extras, iba en la retaguardia de la misma forma.

Kibaou confirmó que todos los grupos estaban en orden y gritó: 


— ¡Crucemos este lugar y comamos en el próximo pueblo!

Los ALS vitorearon enérgicamente—el resto de nosotros no fuimos tan escandalosos—y el grupo conquistador de cuarenta y dos miembros se dirigió a la mazmorra que dividía la cordillera. En menos de veinte minutos, nos vimos envueltos en luchas internas.



La mazmorra en sí era muy simple, consistía de enormes habitaciones y pasillos que las conectaban. Derrotamos a las diez Estatuas Vivientes, monstruos que aparecieron en la primera recámara, sin mucha dificultad.

El problema surgió cuando llegamos al rompecabezas-cerrojo en la puerta al fondo de la habitación.

Parecía un puzle de piezas deslizantes—en Japón, estos normalmente eran llamados hija en la caja32—con bloques pequeños, medianos y grandes que podían deslizarse. Para completarlo, debías mover el bloque grande puesto en la parte superior del puzle hacia la salida al fondo. Pero mientras que en la prueba beta había un bloque grande, cuatro verticales, uno horizontal y cuatro pequeños—un ejemplo ortodoxo considerablemente fácil—el que había en la puerta era más grande—con ocho bloques pequeños en total.

Naturalmente, fue Kibaou quien, lleno de confianza, hizo el primer intento. Pero luego de cinco minutos, y al menos trescientos movimientos, estaba lejos de resolverlo; y Lind, quien se había cansado de esperar, le sugirió rendirse y dejar que otro lo intentara. Kibaou le gritó que se alejara y, eventualmente, los DKB y ALS tomaron puestos por toda la habitación en una competencia de miradas.

— Bueno…esto me parece bastante familiar –suspiró Asuna con exasperación mientras se arrimaba a una pared alejada–. Digo, ¿no hay una forma confiable y sencilla de resolverlo, así como el Juego del 15?

— Desgraciadamente, no… Recuerdo que la solución más corta para la versión original era de ochenta y un movimientos, pero este tiene cuatro bloques más. No creo ser capaz de resolverlo fácilmente.

Mientras hablaba, Kibaou estaba ocupado traqueteando los bloques de metal mientras los deslizaba de un lado a otro. Pero apenas se encontraba en el mismo punto donde había estado minutos antes, sin lograr acercarse a una solución.





32 N.T: También llamado Klotski o Trabado. Ahora bien, en relación al nombre hija en la caja proviene del japonés hakori msuume y representa a ‘una joven e inocente chica que no sabe nada del mundo’ atrapada en un edificio. La pieza mayor se llama ‘hija’ y el resto de piezas tienen nombres de otros miembros familiares (padre, madre, entre otros) (Wikipedia) 


— Por cierto, Kirito, los rompecabezas de Stachion eran como una maldición del lord del pueblo, ¿no? No hicimos esa misión, así que no sé todos los detalles –dijo Agil, uniéndose a nuestra conversación.

Miré su rostro marcado y asentí.

— Alguien murió en la mansión del lord, y ahora el lugar está maldito.

— Entonces, ¿por qué hay rompecabezas en esta mazmorra que está a kilómetros del pueblo? En Suribus no había ni uno.

—…Buen punto.

Siempre había conocido al sexto piso como el piso de los rompecabezas, por lo que nunca pensé más allá de eso, pero ahora que él lo mencionaba, si la maldición no se había extendido a Suribus, no tenía sentido que esta estuviese afectando esta mazmorra tan alejada. De hecho, los puzles se esparcieron hacia el sur a través del lago y hacia la torre laberinto también, y no recordaba nada en la prueba beta que explicara esto.

“Bueno…es solo una configuración que alguien hizo.” concluí sin convicción, y consideraba si debía decirlo e voz alta cuando la voz de alguien me interrumpió.

— ¡Oye, sólo lo reiniciaste! –gritó Lind, captando nuestra atención.

De hecho, en el enorme rompecabezas de deslizamiento que abría la puerta de piedra, el bloque grande que se suponía escaparía por el fondo del mismo estaba de nuevo en su posición inicial arriba. Mientras jugaba con los bloques verticales debajo de este, Kibaou gruñó:

— ¡Cuando te atascas, comienzas de nuevo! ¡Es sentido común!

— ¡Entonces admites haberte atascado! ¡Dale oportunidad a otro!

— ¡Yo no dije eso! 


— ¡Claro que sí!

Exasperada con su discusión, Asuna comentó:

— A veces me da la impresión de que son buenos amigos.

— Puede que tengas razón en eso…

— Eh, Kirito. Ve allá y resuelve ese rompecabezas por ellos.

— E-escucha, hay una hilera nueva que fue añadida en comparación a como era antes. No creo poder resolverlo con los movimientos que recuer—

Pero comprendí algo: sí, había una hilera de bloques adicional, pero la diferencia era solo cuatros bloques del mismo tamaño al fondo, siendo el tipo más manipulable; por lo que, de hecho, podían ser ignorado considerablemente. Todo lo que tenías que hacer era hacer descender al bloque más grande hacia el lugar donde se suponía que tenía que ir, y luego deslizar dos de los bloques más pequeños a los lados de este, creado una salida.

— Eh…

Asuna estaba sonriendo.

—…Bueno, supongo que lo intentaré. Agil sonrió.
Dejando atrás a esos dos, crucé la enorme recámara hacia la puerta cerrada. Kibaou y Lind notaron mis pasos y se dieron vuelta hacia mí, listos para objetar, pero levanté mis manos para callarlos.

— Miren, no hay ningún truco para este rompecabezas además de memorizar los movimientos. Haré este, y si sus cerebros les dejan recordar cómo hacerlos, pueden ser capaces de resolverlos en un abrir y cerrar de ojos si en un futuro se encuentran con otro igual.

Ambos se tragaron sus palabras, luego compartieron una mirada rápida. Lind asintió mientras Kibaou me daba la espalda.

— Bueno, si es así, entonces te dejaré intentarlo sin quejas.

— Bueno, si me disculpan…

Me acerqué al rompecabezas que Kibaou acababa de reiniciar y comencé a trabajar en él, confiando en mi memoria. Dije que no había truco además de memorizar, pero en general, el método más rápido era reunir los bloques verticales largos a la derecha o a la izquierda, luego, eventualmente, moverlos para tomar las filas superiores. Por suerte, logré que el bloque más largo descendiera sin quedarme atascado, hasta que llegó a la posición de salida. Como lo teoricé, una vez que el bloque llegó a ese punto, sólo tomó un par de movimientos para ajustar 


los nuevos bloques fuera del camino y deslizar al más grande hacia el punto más bajo.

— Ohhh –el grupo de jugadores murmuró, y la gran puerta se hundió en el suelo, ofreciéndonos un camino hacia el salón que había más allá.

— ¡Sigamos! –dijo Kibaou triunfantemente, liderando a sus compañeros de gremio.

Parte de mi demostración fue a petición de Asuna, pero también había otro propósito. Mientras los ALS pasaban, comencé a trotar con ellos hasta que pude acercarme al dandi33 bigotudo en su fila posterior.

— Ey –le susurré a Okotan, capitán del equipo de reclutamiento de los ALS. Él
me miró y murmuró: ‘Buen trabajo’.

— Gracias. Escucha…odio preguntar esto de repente –comencé, recibiendo una extraña mirada de su parte–, pero de los miembros que originalmente se alistaron para participar en esta mazmorra, ¿hubo alguno que se salió abruptamente antes?

Pero la verdad era que ya yo esperaba escuchar cierto nombre en la respuesta de Okotan.

El hombre que me dio el apodo de Beater tras derrotar al jefe del primer piso, el mismo que intentó que crucificaran a Nezha por participar en el escándalo del fraude de fortalecimiento de armas, el que clamó que Asuna y yo tratábamos de monopolizar la aventura de la ‘Guerra Élfica’ en el tercer piso, quien se alejó en el cuarto piso pero me acusó de adueñarme del estandarte de gremio para uso personal en la camera del jefe del quinto piso, y poseedor de la frasecita ‘Yo sé la verdad’ —el hombre llamado Joe. Comencé a sospechar de él en varias ocasiones, y cuando no lo vi entre los miembros de los ALS en esta mazmorra, mis sospechas aumentaron.

Lo único en común que tenían Joe y el Capucha Negra Nº 2 era que ambos usaban dagas y eran de la misma altura. Nº 2 tenía su capucha bajada la noche anterior y lo mismo fue cuando lo vi en las catacumbas—y Joe siempre tenía una máscara de cuero que cubría su rostro, por lo que ninguno de los dos había mostrado su apariencia. Sus voces ensordecedoras eran similares, pero las máscaras podían cambiar eso… Así que no era algo cien por ciento confiable.

Pero en el quinto piso, Kibaou le dijo a Joe que la información que había obtenido acerca del estandarte de gremio era cierta. Eso significaba que, al menos, Joe tenía acceso a la información beta, que bien pudo haber venido de Morte, quien era un


33 N.T: es un arquetipo de persona muy refinada en el vestir, con grandes conocimientos de moda, proveniente de la burguesía, con una fuerte personalidad y poseedora de nuevos valores como la sobriedad o el uso de los avances traídos por la Revolución Industrial, que terminaría convirtiéndose en un referente para su época. (Wikipedia) 


beta tester. Los ALS tenían pocos usuarios de daga, y así como Morte, no había garantía de que Nº 2 no estuviese cambiando su arma principal mientras trabajaba con los ALS—pero si Okotan mencionaba el nombre de Joe, mis sospechas estarían pasando a ser una convicción.

Bueno… –comenzó Okotan, sin ninguna sospecha aparente, y con sus ojos mirando hacia la izquierda, donde la lista de miembros de su equipo debería estar. Sacudió su cabeza–. No, nadie cambió sus planes. Todos los que firmaron en la reunión de ayer están aquí.

— Ah…comprendo –dije, sin alguna reacción visible. Sin embargo, internamente, estaba asombrado.

Morte y su colega debieron haber sabido, mientras planeaban el ataque de anoche, que se volverían jugadores naranjas al hacerlo. Aún si tenían pensado completar la misión ‘Recuperar el Alineamiento’ esa misma noche para volver a ser verdes, Nº 2 había perdido su arma especial –Dirk of Agony– en su intento por salvar a Morte. Si no lo hubiese arrojado para distraerme, habría acabado con la bomba de humo usando mi espada justo antes de que explotara.

Perder el arma poderosa recibida por el Elfo Caído sería un golpe mayor a su potencial de batalla, y dicha perdida afectaría incluso su habilidad de completar la misión de recuperación antes del amanecer. Yo asumí que si Nº 2 era Joe, saldría con alguna excusa por la que repentinamente no pudiese participar en la actividad del día de hoy—pero al final resultó que él ni siquiera se registró para venir.

Yo tenía que reunir toda la información que pudiese mientras tenía la oportunidad:

— Eh, ¿a qué hora tuvieron la reunión exactamente? –pregunté.

— Fue después de cenar, cerca de las ocho y treinta de la noche –dijo Okotan. Al final, pareció encontrar algo sospechoso en mi pregunta–. ¿Por qué querrías saber algo así?

—Eh, bueno… Anoche, vimos a alguien parecía de los ALS luchando en el bosque, y estaban forcejeando. Sólo me preocupé un poco, es todo…

Sabía que era una vaga explicación, pero realmente, yo no estaba mintiendo—
sólo que yo no podía revelar que sus oponentes éramos Asuna y yo.

Sin embargo, Okotan se lo tomó todo literal; de hecho, hasta hizo una reverencia:

— Ya veo. Gracias por preocuparte. No había escuchado nada sobre algún miembro en algún problema anoche, así que no creo que fuese serio.

— Ah, bueno –respondí, considerándolo. 


Si la reunión hubiese sido a las ocho y media, habrían terminado después de las nueve. A nosotros nos atacaron después de las nueve; si nuestro segundo atacante fuese, en efecto, Joe…él no podría haber estado en la reunión.

Quería saber si Joe estuvo allí o no, pero preguntar tanto sería sospechoso a estas alturas. Y si Joe no asistió a la reunión, eso apenas incrementaría mis sospechas sin darme una evidencia firme.

Si sólo pudiese descubrir la razón por la que Joe no formó parte en el ataque a esta mazmorra, cuando ha estado en casi todas las batallas contra el jefe hasta ahora—

— ¡Oigan, la siguiente habitación está adelante! ¡Prepárense para el combate! – gritó Kibaou desde adelante. Sus seguidores ALS blandieron sus armas. Decidí que ya no valía de nada seguir la conversación y le agradecí a Okotan antes de retroceder.

Una vez que los DKB pasaron y yo volviera a la retaguardia, Asuna se centró en mí:

— ¿De qué hablabas con Okotan?

— Le preguntaba si alguno de sus miembros se había retirado de este asalto en el último minuto –Asuna comprendió al instante a dónde quería llegar con eso; y se acercó más.

— ¿Y…?

— Lamentablemente, dijo que ninguno.

—…Oh…Supongo que no iba ser tan fácil atraparlo…

— Sí. A estas alturas, deberíamos estar preparados para cualquier cosa.

— ¿A qué te refieres? Me incliné y——
— Lo cierto es que no es para nada difícil cubrir las razones por las que te volviste naranja. Él pudo haber dicho que usó un ataque de área que golpeó por accidente a un NPC—y pedido a sus compañeros que lo ayudaran a realizar la misión
‘Recuperar el Alineamiento’. El motivo por el cuál no lo hizo quizá se deba a que consideró la posibilidad de que el ataque de anoche no funcionaría. Él fácilmente podía engañar a sus compañeros, pero si tú o yo sobrevivíamos y descubríamos que alguien dentro de los ALS se volvía naranja, confirmaríamos que ese era nuestro PK’er… Y si ellos fueron lo suficientemente listos para planear eso meticulosamente, podrían decidir que bajamos la guardia, creyendo que no volverían a atacar al día siguiente; lo que nos convertiría en blancos fáciles esta vez. 


—…Parece probable cuando lo pones de esa manera. Entonces, asumiendo que nos cuidemos las espaldas desde ahora –consideró Asuna, acercándose más con una mirada airada–, me gustaría corregir algo de lo que acabas de decir, específicamente en ‘si tú o yo sobrevivíamos’.

— ¿Qu…?

— ¿Por qué considerarías que si uno de nosotros moría, el otro huiría? Dilo de
nuevo, pero correctamente: ‘si tú y yo…’

— E-está bien…

He de aclarar que nunca se me había ocurrido abandonar a Asuna y escapar, pero pensé en la posibilidad de tener que sacrificarme como escudo para ayudarla a escapar…Y si me atreviese a sugerirlo audiblemente, lo que ganaría sería más que una mirada airada a cambio. Por lo que no tuve más opción que estar de acuerdo con ella y comencé a corregirme—cuando escuché un silbido desde detrás de nosotros.

— ¡Por aquí no pierden tiempo!

— ¡El calor de estos tórtolos derretirá el Polo Norte! –gritaron Lowbacca y Naijan del Bro Squad. Casi al mismo tiempo, Asuna y yo ya no estábamos tocándonos de hombros ni inclinando nuestras cabezas, sino manteniendo una distancia segura.

No pude evitar pensar ‘¡Yo no fui tan cruel con Shivata y Liten, porque me dije que al estar en noveno grado ya estaba grande para esas cosas!’.

Logramos atravesar cuatro de las enormes habitaciones—cada rompecabezas de las puertas era del mismo tipo, con movimientos increíblemente complejos, pero los completamos todos a pesar de las disputas de Lind y Kibaou—hasta que la cámara final nos saludó con un enorme jefe planta de clase vid. Le crecieron rápidamente vainas que nos arrojaban guisantes explosivos, hasta que Agil y Lowbacca cargaron con sus hachas de batalla para cortarlas de raíz.

No obtuve el bono LA, ya que estaba ocupado esquivando los explosivos, pero de acuerdo a Agil, todo lo que él obtuvo fue un montón de guisantes. Con gran simpatía, le sugerí que quizá serian dulces si las hervía. Una vez fuera de la mazmorra, nos separamos del resto del grupo de la delantera.

Los ALS, DKB, y Bro Squad se dirigieron hacia el horizonte occidental en dirección a la vaga silueta del siguiente pueblo, pero Asuna y yo teníamos otro destino en mente: la fortaleza de los elfos oscuros en el sexto piso que estaba ubicada en extremo noroeste del mapa.

—…No creo que sea de mucha utilidad quejarse por el diseño de mapa de
Aincrad a estas alturas –dijo Asuna luego de haber salido del camino y avanzado a 


través del yermo–, pero cuando sólo hay una línea de montañas entre nosotros y la primera área, no debería ser tan diferente.

— Sin comentarios –respondí.

El área noreste donde estaban Stachion y Suribus consistía mayormente de densos bosques, tal como en el tercer piso, pero la adyacente zona noroeste era un desierto rojo ardiente, tal como en las películas del viejo oeste. No había vida vegetal en este terreno  irregular solo rocas erosionadas y cactus  con formas extrañas en todos lados. Cuando una brisa particularmente fuerte soplaba, la arena se levantaba en pequeños remolinos que impedían tu visión.

En Aincrad no podías morir de hambre o sed, pero en el mundo real jamás pondrías un pie en un lugar así sin más de dos botellas de agua. Nuestro destino estaba cerca del resquicio que estaba en el norte, luego de una excursión de unos
4 kilómetros. Y como no había un camino como tal, tuvimos que evitar los lechos de ríos secos y los afloramientos rocosos a lo largo del camino, mientras luchábamos con todos los monstruos que aparecían.

Por suerte, mi compañera no encontró a los escorpiones, ciempiés y arañas camello gigantes igual de horrendos que los monstruos astrales, a pesar del hecho de que la mayoría de las chicas los odiarían sin dudarlo. Y justo cuando mi inventario estaba cerca de llenarse con objeto para nada apetitosos como colas de escorpiones y colmillos de arañas camello, finalmente alcancé el hito del nivel 20.

— ¡Yupi!

El momento en el que la luz del ‘level-up’ me rodeó, levanté mi puño derecho y salté en el aire de la emoción. Asuna, quien recientemente subió a nivel 19, retrocedió un paso.

— ¿D-desde cuándo te comportas así?

— Hice lo mismo cuando subí a nivel 6 y 12 –insistí. Al final, Asuna reconoció la ocasión.

— Ah, entonces ganaste otra ranura de habilidad… En ese caso, felicidades. Te
lo mereces.

— ¡Yupi!

— Ya, ya, ya. A ver, ¿qué elegirás como tu quinta habilidad?

— ¡Mamma  mia!  –grité, comprendiendo  que  me estaba exaltando un poco cuando mi compañera abruptamente me atacó con una mirada gélida. Me aclaré la garganta, avergonzado.

—  Actualmente,  he  elegido  Espadas  largas  a  una  mano,  Artes  marciales,
Búsqueda, y Ocultamiento…creo que elegiré Cuchillos Arrojadizos o Sprint… 


— Te recomiendo Sprint –dijo–. Recorta el tiempo de movimiento, y se siente bien al correr.

— Sí, me agrada esa, pero… –consideré que había pasado un mes desde que comenzamos a trabajar juntos, lo que me hacía pensar que estaba bien preguntarlo ahora, aunque no podía  evitar sentir mis dudas–. Dime algo, Asuna… tienes Estoque, Armadura Metálica Ligera, Costura y Sprint, ¿cuál es la otra?

Estando en nivel 19, Asuna sólo tenía cuatro ranuras, pero gracias al ítem híper- ultra-mega raro, que prácticamente era único en todo el mundo, la Botella de Cristal de Kales’Oh, ella podía usar sin problemas una quinta habilidad. Hasta donde yo sabía, ella utilizaba la botella para alternar entre Costura y Sprint, por lo que aún era un completo misterio lo que ella tenía en la última ranura.

Asuna parpadeó tres veces ante mi pregunta, y para mi sorpresa, levantó la mirada y la desvió, torciendo sus labios. Eso levantó más mi curiosidad, pero nunca habría predicho su respuesta.

— Eh… es un secreto. No quiero que te molestes conmigo.

— ¡¿E-eh?! ¿Molestarme? ¿Yo…? Espera, no me voy a enojar… Mejor dicho,
cualquier habilidad que tú elijas es asunto tuyo.

— Los profesores que dicen eso son los que más se enojan.

— P-profesores… –bueno, puede que ella tenga razón en eso. Pero insisto, NO
soy un profesor.

Asuna se aprovechó de mi silencio para apuntar su dedo hacia mí. Continuó:

— Y no me cambies el tema, no hablábamos de mí. Te pregunté qué habilidad ibas a escoger.

— Eh, c-cierto… Bueno, estoy entre Cuchillos Arrojadizos o Sprint, pero por ahora
lo dejaré así…

— Comprendo. Bueno, sigamos –ordenó, centrando su mirada hacia el norte sin reprochar mi falta de determinación. Imagino que ella no quería hablar de su quinta habilidad.

Por el último par de minutos, estuvimos caminando por los cañones arenosos que me recordaban al estado de Utah de los Estados Unidos—visto en películas, no por experiencia personal, claro está. El terreno era monótono pero complejo, y consultar el mapa no te diría nada excepto la dirección en la que ibas, pero la única forma de llegar a nuestro destino era a través de este laberinto natural.

Mientras conociéramos la ruta indicada, podríamos correr en línea recta y evitar a todos los monstruos, pero incluso un beater como yo, que sólo había cruzado el laberinto una sola vez hacía varios meses, no había memorizado el diseño. Nos la 


habíamos pasado avanzando sin parar, matando a los escorpiones, ciempiés, y gusanos mortales mongoles que salían arrastrándose por las grietas de los polvorientos muros de los cañones. La luz que corría por el cañón se estaba tornando más oscura y densa para cuando finalmente nos topamos con una señal de civilización.

De repente, el piso del cañón se hizo más amplio, y muchos pilares de piedra estaban alineados en el camino, con bloques de piedra puestos como un puente sobre la arena fina. Había una enorme puerta delante de nosotros, sobre la cual estaban batiéndose una gran cantidad de estandartes con el reconocido símbolo de cuernos y cimitarras.

—…Vaya… Es enorme.

Asuna estaba cansada por esa batalla constante, pero aun así no pudo ocultar su reacción ante la distante entrada del castillo. A un nivel prudente, ella era lo bastante fuerte para esta área, pero la combinación de todos esos monstruos venenosos y el estado de alerta de los recientes intentos de PK sólo había amplificado su desgaste mental.

No podíamos estar en guardia todo el tiempo por culpa de esos PK. Teníamos que pensar en maneras proactivas de remover la amenaza que representaban. Eso era lo que pensaba mientras nos dirigíamos al puente de piedra.

— El Castillo Galey de allá es la más grande de las fortalezas de los elfos oscuros. El edificio en sí no es tan elegante como el Castillo Yofel, pero tiene un gran comedor y un baño.

— Espera, ¿dijiste ‘baño’?

Asuna no saltó en el aire con un ‘¡Yupiii!’ pero el cambio en su expresión sugirió que su medidor de energía se había disparado del 30 al 70 por ciento aproximadamente. Aceleró el paso, y me apresuré para alcanzarla, decidiendo eventualmente lo que debía explicar.

— El asunto es…el comedor es grandioso, pero el baño tiene algo que podría representar un problema…o quizá no…

— ¿Qué cosa…?

— Bueeeeno. Es…para decirlo simple…público…

Al principio, Asuna no entendió lo que quise decirle. Repitió ‘¿Público?’ varias
veces, luego frunció el ceño.

— ¿Es algo así como un antónimo de instanciado? Es decir, ¿no es un espacio solo para nosotros? ¿Otros jugadores pueden entrar? 


— Exacto. De todas las bases élficas oscuras, sólo el castillo de la reina en el noveno piso y el Castillo Galey de ahí son públicos… Supongo que encuentran difícil tener un montón de castillos y fortalezas existiendo en el mismo espacio al mismo tiempo.

— Bueno, el Castillo Yofel era bastante grande. Pero supongo que no puedo quejarme… Entonces, dices que otros jugadores pueden entrar al comedor, el baño y eso –dijo. Prácticamente pude sentir como la efervescencia de su medidor de energía disminuirá, por lo que me apresuré a aclarar.

— En teoría, sí. Pero las únicas personas que pueden atravesar la entrada son aquellas que estén realizando la línea argumental de la ‘Guerra Élfica’ con la facción élfica oscura, y estén, al menos, en la parte donde estamos nosotros. No creo que haya otros jugadores que llegaran a este punto, por lo que te animo a apresurarte a tomar tu baño y así tu corazón esté contento… Yo puedo montar guardia afuera, tal como hice en el tercer piso…

Asuna pareció sentir agrado a esa idea pero abruptamente tomó una seriedad mortal.
— Y definitivamente, el castillo élfico oscuro no es un refugio seguro, ¿cierto? Eso me tomó por sorpresa, por lo que miré a la entrada que ya estaba más cerca.
El código anti-crimen que te prometía protección absoluta al HP y vida del jugador
era  invisible,  pero  había  algo  diferente  en  el  aire  que  rodeaba  al  castillo  en comparación a los pueblos humanos. Me volteé para verla y asentí.

— Sí…Eso creo también. Es teóricamente imposible que la pandilla de Morte entre y nos ataque. Pero como dije, necesitarían involucrarse con la facción de los elfos oscuros para hacerlo. No creo que tuvieran tanto tiempo así…y al final, sería imposible que J—el usuario de la daga se infiltrase en los ALS.

La ceja de Asuna se torció cuando comencé a decir el nombre, pero su reacción no pasó a mayores. Su sugerencia involucraba a un personaje inesperado:

— ¿Crees…que el Vizconde Yofilis nos diría eso si se lo preguntásemos?
¿Podría decir si Morte o sus amigos trabajaban con los elfos oscuros?

— Hmm…

Me detuve sin darme cuenta, y crucé mis brazos. Eventualmente, sacudí la cabeza.

— No…el Castillo Yofel es una instancia, por lo que el Vizconde Yofilis existiría en estados diferentes para cada grupo que trabajara en su misión. De acuerdo a nuestro Vizconde Yofilis, él probablemente diría que somos los únicos humanos que colaboraban con los elfos oscuros en su lucha. 


— Oh…Por enésima vez, debo  decir que odio ese sistema  –opinó Asuna, encogiéndose de hombros. Luego se dio giró hacia la enorme entrada del castillo–. Es mejor que estemos en guardia en el castigo. Bueno, vamos.

— Sí –coincidí, y mi compañera y yo cruzamos el último tramo del puente de piedra para acercarnos a la enorme puerta, la cual parecía haber sido tallada de una enorme y única formación rocosa.

En todos los fuertes y campamentos anteriores, las entradas siempre habían tenido guardias, pero había una razón especial para que los elfos del Castillo Galey casi nunca se aventuraban al exterior. En su lugar, voces agudas provinieron desde los ventanales en la parte superior de la entrada.

— ¡Márchense!

— ¡Esta puerta no se le abre a los seres humanos!

Esas advertencias eran incluso más fuertes que las del Castillo Yofel. Pero al sostener en alto el Sello de Lyusula, anillo que el Vizconde Yofilis me dio, hice que los guardias en esos ventanales se dieran vuelta y señalaran detrás de ellos. Una clara y chirriante campana comenzó a sonar desde alguna parte dentro del castillo, y la puerta lentamente se abrió.

Tomaría cerca de un minuto entero para que la puerta se abriese por completo, por lo que una vez que hubiese espacio suficiente para que una persona entrara, empujé a Asuna para que avanzara, luego la seguí. En lo que cruzamos el umbral, la puerta se movió en reversa y comenzó a cerrarse.

Asuna dio tres pasos antes de detenerse y exclamar: ‘¡Oooh…!’

El Castillo Galey estaba construido –o más bien esculpido– fuera de una cuenca de más de ciento ochenta metros de ancho. El castillo de tres pisos se curveaba a lo largo de las paredes interiores de la cuenca, pero en lugar de ser edificado con piedra o madera, fue tallado directamente de una formación rocosa natural como si de ruinas antiguas se tratara.

Rodeando el castillo con una forma de C de este a oeste a lo largo del lado norte había un espacio abierto cubierto de mosaicos, con guardias y sirvientes élficos oscuros yendo y viniendo en completo silencio. En ese momento, no vi a ningún otro jugador.

De pie en el centro de este espacio abierto se encontraba un enorme árbol de madera dura. El desierto y los cañones que atravesamos para llegar aquí no contenían plantas además de los cactus marrones, pero las ramas de este árbol gozaban de unas vívidas hojas verdes. Una corriente natural con agua clara y cristalina surgía en sus raíces, brillando de dorado en las partes donde pegaba el sol que pasaba a través de sus ramas. 


Cerca de la base del árbol había un nudillo hueco, y si entrecerraba la mirada, podía ver una débil y latiente luz azul en su interior. Cuando Asuna lo notó, susurró:

— Oh… ¿eso es…un árbol espíritu…?

— Sí. Hay un árbol de esos aquí en el castillo.

El árbol espíritu era como los teletransportadores que los elfos oscuros y de bosque usaban para ir de un piso a otro, muy parecido a los portales que teníamos los jugadores. Pero mientras nuestros portales de teletransportación siempre se podían encontrar en los pueblos más grandes de cada piso, muchos de estos árboles espíritu se encontraban muy lejos de cualquier castillo o fortaleza élfica, por lo que esto me sorprendió al principio.

Al parecer, los árboles espíritu tenían un tiempo de vida y volvían a crecer cada cien años o algo así, pero ni siquiera los elfos conocían el próximo lugar donde nacerían. El árbol del sexto piso, sin embargo, era atípico en su longevidad y había vivido por siglos incluyendo el tiempo en el que construyeron el Castillo Galey a su alrededor.

Cuando le estaba explicando esa información de trasfondo a Asuna, la puerta del ala oeste del castillo se abrió con fuerza. De repente, el rostro de mi compañera estalló con una brillante sonrisa.

— ¡Asuna! ¡Kirito!

Saludándonos, y corriendo rápidamente hacia nosotros, estaba una caballero usando una armadura metálica de color negro y una capa oscura, con un sable curvo en su cadera izquierda. Su piel era de un tono marrón brillante, y su corta cabellera era de un purpura grisáceo.

Asuna avanzó y extendió sus brazos hasta más no poder. La caballero saltó hacia ellos y rodeó sus manos alrededor de la espalda de la esgrimista. Tras más de cinco segundos de ese abrazo, ella se dirigió a mí con los brazos abiertos. Yo iba a saludarla de mano, por lo que tuve que calmar mi timidez y aceptar su abrazo de oso. En alguna parte de mi cabeza estaba la misteriosa declaración: ‘Es armadura de metal pesada, así que está bien’. 


El abrazo de la caballero duró otros cinco segundos antes de soltarme, dio un paso atrás, y me dio una palmada en el hombro. Hacía tan solo tres días desde que nos separamos, pero se sentía como si hubiese sido mucho más tiempo. Saludé a la miembro de la Brigada de Caballeros Pagoda de Lyusula, la hermosa elfa oscura que era nuestra buena amiga.

— Kizmel, qué bueno verte.

— Lo mismo digo, Asuna, Kirito. Me alegra que vinieran… Debió haber sido difícil
cruzar ese terreno árido a pie –dijo.

Asuna sonrió:

— No fue nada, pues sabíamos que te veríamos.

— Me alegra escuchar eso. Por favor, entren y sacúdanse el polvo de su viaje…pero sólo después de que paguen sus respetos al señor de este castillo. Lamento retrasar su descanso…

— No, si vamos a disfrutar la hospitalidad de aquí, debemos mostrar nuestra apreciación –dije. Kizmel me miró con pena, pero comenzó a escoltarnos por la plaza.

Pensando en ello, entre el campamento del tercer piso, el Castillo Yofel en el cuarto, y la Aldea Shiyaya en el quinto, los NPCs elfos oscuros nunca habían sido abiertamente hostiles hacia nosotros, pero sí habían sido bastante fríos. Parecía que las misiones que habíamos estado haciendo para ellos comenzaban a afectar sus actitudes, pues en los campamentos que visitamos ayer, los guardias y sirvientes que pasaban por el área pública nos saludaban decentemente. Podría deberse a que teníamos a una caballero de élite con nosotros, pero yo igual les devolvía sus saludos. Nos dirigimos a la izquierda del árbol espíritu—a la entrada principal del castillo.

La estructura principal del castillo era un piso más alto que las alas y se extendían unos cuatro o seis metros por encima de los acantilados que rodeaban la cuenca. Este lugar lo visité durante la prueba beta, pero apenas acepté la misión principal y reporté que estaba completada, por lo que no tenía muchos recuerdos de esto.

Pero cuando pasé por las puertas resguardadas hacia el salón principal, no pude evitar unirme a Asuna en su admiración.

El exterior del Castillo Galey estaba fue tallado de piedra rojiza, con unos diseños muy detallados pero una textura uniforme que no se igualaban a la belleza del Castillo Yofel. Pero por dentro, tenía baldosas negras y marfil magníficamente ubicadas y no había rastro de que fuese alguna ruina arqueológica. Se sentía como si el interior hubiese sido decorado demasiado simple en la prueba beta, por lo que, o fueron los diseñadores de Argus quienes se esforzaron en mejorar el lugar, o fue obra de los elfos oscuros. 


Cruzamos el salón perfectamente limpio—no se podía ver ni una mota de polvo— y ascendimos por unas escaleras de espiral doble hacia la oficina del lord en el tercer piso. El maestro del castillo, el Conde Melan Gus Galeyon, era un elfo extremadamente raro que era alto y francote, con una barba majestuosa. Pero no poseía la misma humanidad (¿elfanidad?) que el Vizconde Yofilis, y sus diálogos fueron bastante genéricos ya que nos recibió con una misión principal y tres secundarias.

Cuando dejamos ésta cámara, Kizmel se nos unió, exhalando de alivio. Miré su perfil sin saber lo que estaba haciendo, y le sonreí con culpa:

— Soy de la clase popular. Desde que recibí la labor de recuperar las llaves ocultas, he interactuado más con los nobles, pero aún no me acostumbro.

— ¡Ja, ja! Yo también soy un plebeyo. Estar cerca de gente importante me pone nervioso. No sé Asuna.

Sospechaba que Asuna era una ricachona mimada—a pesar de su inclinación a la violencia instantánea—y, en efecto, la esgrimista me dio un codazo en el costado.

— ¡Pues claro que soy una civil ordinaria, y sí, me pongo nerviosa!

— ¡Ja, ja, ja! Ustedes dos se llevan muy bien. Bueno, les mostraré sus habitaciones.

Kizmel colocó sus manos en nuestras espaldas y nos empujó hacia el oeste, por un pasillo sin ventanas. Rápidamente llegamos a una cámara de invitados en el tercer piso del ala oeste. En la pared opuesta a la puerta estaba una ventana de celosía, a través de la cual el sol que se ocultaba en el horizonte—la apertura exterior de Aincrad—mostrando un tono rojo brillante.

— ¡Ohh, qué habitación tan adorable! –exclamó Asuna, dando un giro completo en el centro de la misma.

— Es un poco más pequeña que nuestra habitación en el Castillo Yofel, lo sé –
comenzó Kizmel–, pero es la segunda mejor en el Castillo Galey.
— ¡No, no es tan pequeña! ¡Te apuesto que en ese sofá caben cinco personas! Asuna  mostraba  señales  de  obsesión  por  el  mobiliario.  Se  deshizo  de  su
equipamiento y se lanzó sobre un enorme sofá de bordes de madera con un diseño curvo elegante. Kizmel sonrió, se quitó el sable, y se sentó junto a ella. Yo me quité la espada y la armadura y me hundí en un sillón frente a ellas.

La suite en el Pegasus Hoof, donde hablamos con Lind sobre el estandarte de gremio, había sido bastante lujosa, pero el castillo de un conde se encontraba, naturalmente, uno o dos niveles por encima en lo que a muebles de calidad y suavidad de los cojines se refiere. Parecía un desperdicio que Asuna y yo fuésemos 


los únicos jugadores haciendo parada en este castillo…y luego comprendí que tenía que confirmar algo.

— Kizmel, escucha.

— ¿Sí? –preguntó la caballero, quien alcanzaba la bandeja con frutas en la mesa de café entre nosotros. Procedí a elegir bien las palabras.

— Bueno… ¿No sabes si hay algún otro ser humano además de nosotros en el
Castillo Galey?

De repente, la sonrisa se desvaneció del rostro de Asuna. Pero Kizmel simplemente dijo:

— No, no lo hay.

— Ah, ya veo. Lamento haber parecido extraño –dije, relajándome. Luego escogí una fruta con forma de estrella de la bandeja.

— Pero escuché que hay otros espadachines humanos ayudando a la gente de
Lyusula –continuó–. Quizá te cruces con ellos algún día.
Yo me helé en una posición extraña, la fruta quedó justo frente a mi boca abierta. Cerca de dos meses han pasado desde que comenzó este juego de la muerte—
y más de dos semanas desde que habilitamos el tercer piso—por lo que no era
extraño que hubiese otros jugadores realizando la misión ‘Guerra Élfica’ del lado de los elfos oscuros. Pero si esos resultaban ser Morte y sus amigos, el Castillo Galey no aportaría protección contra su malicia.

Morte masacró a Cylon, lord de Stachion, sin dudarlo. Por lo que, si a ellos les placía, intentarían hacerle lo mismo a los elfos oscuros en este castillo…y a Kizmel también. Sólo en poder de batalla, Kizmel era abrumadoramente más poderosa que ellos, pero no había que ignorar la vil creatividad de un PKer motivado.

Necesitaríamos cumplir nuestro propósito de estar en este castillo lo más rápido posible, decidí. Hice contacto visual con Asuna, ella arrojó la fruta a mi boca y abrí mi ventana de juego.

Lo que saqué de mi inventario, que los elfos llamaban Trazado Místico, fueron la daga de doble filo y los dos dardos arrojadizos, que compartían cierta crueldad en sus diseños. En lo que los vio en la mesa, el rostro de Kizmel se tensó.

—…Kirito, ¿qué son esos…?

— Eh…fuimos atacados por dos tipos humanos anoche. Soltaron estas armas en el intento…

Kizmel ya estaba de pie:

— ¡¿Los atacaron?! –gritó–. ¿Sólo un intento de robo, o…? 


— Eh…creo que trataban de matarnos…

— ¡¡…Santo Cielo…!!

Los ojos color ónice de la elfa oscura brillaron con llamas pálidas–o eso fue lo que me pareció. Se levantó firme, agarrando el sable que había colocado al lado del sofá, y gritó:

— ¡Si yo hubiese estado allí, les habría arrancado las cabezas de sus hombros!
¡Kirito, Asuna, no deben volver a sus pueblos humanos! ¡Quédense conmigo…!

— No, no, no, estamos bien –le aseguré a la furiosa elfa, haciendo que se volviese a sentar. Señalé las armas en la mesa una vez más–. Logramos librarnos de ellos in sufrir mucho da—eh, heridas. Pero ellos son persistentes, por lo que no hay duda de que seguirán intentándolo. El problema son las armas que usaban…En especial estas que tienen puntas arrojadizas con veneno. ¿Puedes contarnos algo sobre esto, Kizmel…?

Terminé, todo lo dije sin respirar, pasándole uno de los dardos a la caballero.

—……

Kizmel apoyó su sable contra el sofá y levantó el dardo por encima de su cabeza, para que recibiera la luz de la ventana.
—…Esto no es acero. Lo elaboraron a partir de la punta de algo viviente –dijo. Asuna se inclinó hacia adelante y tocó el otro dardo. Leyó audiblemente el texto
colorido en las propiedades del objeto:

— Kizmel, estas palabras humanas dicen:




— ¡¿N’ltzahh… Shmargor…?! –repitió ella, volviéndose a levantar e inicialmente moviendo su mano con el dardo lejos de ella, antes de recuperar la compostura y colocar el arma en la mesa. Nos miró, y luego comenzó a hablar con tono oficioso.

—…Schmargor es un dragón malvado del que se habla en las leyendas élficas. Hace mucho, mucho tiempo, cuando humanos, elfos y enanos aún vivían en la tierra, una vil y pequeña serpiente se escabulló entre los sacerdotes y escaló el Árbol Sagrado negro para darle una mordida a la única fruta que crecía en la punta de una de sus ramas. Esta víbora ganó la vida eterna, pero recibió la maldición de que todo lo que entrara a su boca se volviera veneno. Cada vez que comía, la serpiente sufría y moría, sólo para volver a la vida gracias al poder sagrado de la fruta. Después de varios siglos, ésta evolucionó y se convirtió en un enorme y horroroso dragón venenoso que atacaba pueblos y aldeas. Pero el héroe humano Selm lo derrotó, y éste huyó a la tierra de hielo que se encontraba muy al norte… 


La alegre voz de Kizmel se desvaneció, haciendo que Asuna y yo exhaláramos. Su explicación suave y musical era muy agradable de escuchar, queríamos decirle que nos contara más, aunque sabíamos que ella no podía.

—…Hmm, es una historia bastante triste… Dudo que la serpiente quisiera morder
la fruta del Árbol Sagrado con fines malvados… –dijo Asuna, sacudiendo su cabeza.

Kizmel asintió profundamente.

— Se dice que la fruta del Árbol Sagrado da la vida eterna, y su savia provee carne invulnerable. Muchas historias trágicas giran en torno a esa fruta. Por ejemplo, está ésta historia: ‘A finales del Mes del Acebo, que la humanidad llama diciembre, hay un sabio sagrado con la labor de dar regalos a los niños. Cierto año, él descubrió que cierto obsequio que iba a darle a una pequeña niña humana enferma en realidad era un trozo del fruto del Árbol Sagrado. Incapaz de calmar su curiosidad, abrió la cajita de regalo y descubrió un cristal intolerablemente ostentoso. El sabio deseaba ese cristal, y de miles de niños, solo fracasó en entregar el regalo de la pequeña. Sin la protección del cristal, la niña no viviría para ver el año nuevo como ella planeaba, y por eso el sabio sagrado se volvió loco, y quedó con la maldición de vagar eternamente en una noche sin fin…’

—… ¿Las demás historias tienen finales parecidos? –preguntó Asuna.

— La mayoría sí –dijo Kizmel, encogiéndose de hombros–. Los obsequios del
Árbol Sagrado no son codiciables.

— Y si mi memoria  no  me falla, los Elfos Caídos fueron  exiliados porque intentaron cosechar la savia del Árbol Sagrado –interrumpí, lo que hizo que Asuna jadeara.

— ¡Oh, es verdad! Los Elfos Caídos fueron enviados al último rincón del norte. Entonces así tiene sentido que se encontrara con Shmargor allí… Pero, un momento, ¿eso quiere decir que el General N’ltzahh ha existido desde antes de la creación de Aincrad…?

Kizmel frunció el ceño en silencio mientras hablábamos, por eso le pregunté con suma precaución:

— Eh, de hecho, ¿hace cuántos años comenzó a existir Aincrad…?

—…Bueno, a  decir  verdad, nosotros  los  caballeros  reales no  sabemos los detalles. Como creo que les comentó Lord Yofilis, sólo Su Real Majestad posee todas las leyendas relacionadas a la Gran Separación y las seis llaves sagradas. Lo único que se nos dijo es que este castillo flotante fue creado hace mucho, mucho tiempo –ella hizo una breve pausa, acariciando la hebilla de su capa antes de continuar–. Sin embargo, me enteré que Su Majestad y el rey de los elfos de bosque han vivido mucho. Asi que, quizá, el hombre que lidera a los Caídos es igual de longevo. No es que me aterre. 


Esa era una actitud optimista, pero no quería que Kizmel terminara enfrentándose al General N’ltzahh. Yo no dudaba de sus habilidades como caballero, pero el solo hecho de recordar la imagen de N’ltzahh casi me deja sin aliento. Él podría ser peor que cualquier cosa que hayamos enfrentado hasta ahora, incluyendo a los cinco jefes de piso.

Aunque era imposible que Kizmel supiese lo que yo estaba pensando, ella me lanzó una fuerte mirada con sus ojos oscuros y, nuevamente, extendió su mano hacia la mesa. Esta vez, tomó la daga negra que Nº 2 había soltado — la Dirk of Agony.

A diferencia del dardo, Kizmel apenas le lanzó una mirada rápida, y declaró:

— Ciertamente, esta es un arma de los Caídos.

— ¿Puedes decirlo solo con mirarla? –preguntó Asuna, perpleja. La caballero señaló la base de la delgada hoja:
— ¿Ven el símbolo tallado vagamente allí?

— ¿Eh? –jadeé. Me sentí avergonzado por no haberlo notado cuando examiné el arma en la posada de Suribus, pero con certeza, sobre la empuñadura, había un tallado muy fino que brillaba de color naranja bajo la luz del sol. El diseño era dos líneas dobladas que creaban un patrón de tres diamantes, pero no tenía idea de lo que significaba.

— ¿Esto qué es…? –preguntó Asuna.

— Al parecer representa el rayo y el hielo –respondió Kizmel.

— ¡Ooohhh! –exclamaron dos humanos al mismo tiempo.

Los elfos oscuros tenían una cimitarra y un cuerno, los elfos de bosque tenía un escudo y una espada larga, y los Elfos Caídos hielo y rayo. En un juego distinto, darías por sentado que los Caídos eran los maestros de la magia de hielo y rayo, pero tristemente—bueno, afortunadamente, a decir verdad—en SAO no existía la magia.

Kizmel regresó la daga a la mesa y cruzó sus delgados brazos sobre su pecho.

— En efecto, estas son armas de los Caídos. El mismo símbolo estaba en las espadas de esos que enfrentamos en los pisos tercero y quinto. Pero me da la impresión de que esos sellos que vi no eran simples tallados, sino metal fundido.

— Ahora que lo menciona, creo que tienes razón… –dijo Asuna, de acuerdo con ella, pero yo no podía recordarlo, siendo honesto. Me costaba creer que una IA como Kizmel se equivocara, por eso continué desde allí. 


— Dice… que esta daga es más económica que las armas de los Caídos con los
que hemos luchado hasta ahora, ¿cierto?

— Algo así, pero no es del todo cierto. Sospecho que estas son armas dadas a los colaboradores de otras razas… Queriendo decir que esos vagabundos humanos que los atacaron a ustedes no robaron la daga al cadáver de un Caído, sino que se las dieron por su colaboración.

—……

Asuna y yo habíamos discutido cada posibilidad basándonos en el texto colorido de la Dirk of Agony esta mañana. Eso me hizo sentir que la declaración de Kizmel pasaba de ser una vaga sospecha a una verdad casi verificable.

Morte y su secuaz habían encontrado una ruta argumental que involucraba colaborar con los Elfos Caídos, y no luchar contra ellos. Por lo que debíamos asumir que había una forma de recuperar esos dardos envenenados altamente mortales. Si íbamos a seguir luchando contra ellos, necesitamos un método para contraatacar venenos paralizantes de nivel 2 cuanto antes.

Tomé un respiro para explicarlo, pero se me adelantaron.

— Tranquilos. Como se los acabo de decir, mientras estén conmigo, ningún vagabundo los amenazará –declaró Kizmel claramente. Palmeó ligeramente la rodilla de Asuna y se levantó.

— Eh, K-Kizmel, nosotros no… –comencé a decir, pero ella sólo se volvió a sentar para sugerirnos que los levantáramos con ella.

— ¿Por qué no nos quitamos todo el polvo de su viaje? Deben haber tragado tierra hasta más no poder mientras venían al castillo.

Esas palabras hicieron que los ojos de Asuna se convirtieran en corazones—o mejor dicho, en el símbolo de las aguas termales. Ahora sí, nadie la detendría.

Guardé rápidamente las armas en mi inventario y me apresuré para alcanzar a las chicas. Durante mi visita al Castillo Galey en la prueba beta, di un tour por el edificio. Un tiempo en los baños no fue parte de ese paseo, pero recordaba la ubicación del lugar.

Pero Kizmel no se dirigió al segundo piso del ala este, que era donde yo recordaba. Bajó por las escaleras en el centro del ala oeste. Eso me pareció confuso—pero no tanto como cuando seguimos bajando aun después de pasar la planta baja. ¿No íbamos al baño? ¿Había un sótano en la prueba beta…? Pero el ritmo de la caballero era totalmente confiado.

Las  escaleras terminaron  en  el  nivel  del sótano, pasando  a  ser  un  pasillo embaldosado iluminado por lámparas extrañamente coloridas. Mientras avanzábamos, el gélido aire gradualmente se fue tornado más y más cálido. 


Al final, una enorme puerta apareció en la pared derecha. No estaba adornada con una cortina y la palabra baño en ella, como en Japón, pero la entrada abierta expulsaba vapor blanco, indicando que era el lugar correcto. En el mundo real, un espacio así bajo tierra se pondría tan mohoso como podrías imaginar, pero no teníamos que preocuparnos por los microorganismos o virus en el mundo virtual— esperaba.

Cuando Kizmel y Asuna cruzaron la puerta, me detuve y grité:

— Muy bien, las esperaré aquí.

La caballero se dio la vuelta y me señaló, parecía herida:

— No seas tonto, Kirito. Acompáñanos.

— Eh… me sentiría mal si las obligo a usar trajes de baño como en el Castillo Yofel… Además, ante la vaga posibilidad de que esos vagabundos vuelvan a atacar…

Asuna parecía en exquisito desacuerdo, atrapada entre su culpa por ser la única bañándose y su deseo de bañarse como Dios la trajo al mundo, pero Kizmel no dudaba en lo absoluto.

— Ay, no te preocupes por los ataques –dijo–. A este castillo solo se puede entrar por la puerta del sur, y cuando se abre, las campanas pueden escucharse en todo el castillo. Así que relájate.

— ¿Eh…?

— Ven a ver.

Ella me agarró por el brazo y me hizo pasar por la entrada.

Era como una sala de estar, decorada con todo tipo de plantas frondosas y atractivas, y mesas con sillas de ratán en cada pared. También había jarras y vasos para el agua. No había más elfos oscuros aquí, quizá se debía a que era temprano. También había dos puertas de ratán en la pared más lejana que parecía llevar al baño. Había un círculo en la puerta izquierda, y un cuadrado en la derecha.

— El baño de este castillo es inmenso, por eso hay entradas separadas para los hombres y las mujeres. Aquí no necesitarán sus ‘trajebaños’, Kirito, Asuna.

— Oh…a-ahora tiene sentido… –dije, aliviado. En ese casi, no me oponía a relajarme en un enorme y bonito baño. No tenía nada en contra de ellos.

— Nos vemos luego –sonrió Kizmel. Ella y Asuna se desvanecieron a través de la puerta circular, sacudiendo la mano, así que yo me apresuré en dirección a la entrada cuadrada. Como esperaba, había un cambiador allí. Parecía apropiado para el género de fantasía que, además de canastas de ratán para colocar la ropa, también hubiese percheros. Pero gracias a mi arte de Trazado Místico, sólo podía 



tocar el botón                      para desvanecer mi ropa en el inventario. Luego de un chequeo rápido para asegurarme que no había más nadie cerca, me removí la última pieza.

Usando la toalla blanca provista para el nivel de defensa mínimo, me dirigí a la siguiente puerta. El pasillo embaldosado llevó a la izquierda y luego—

— Ohh…

Era una vista lo bastante fantástica como para incitarme a murmurar. El lugar era un enorme domo con un radio de casi diez metros. Las paredes y techo suavemente curvos fueron claramente tallados directamente de la base, pero eso solo acentuaba la sensación de aguas termales naturales. Había espacios en las paredes en intervalos regulares, donde había lámparas que aportaban una suave iluminación a la cámara.

Bajo el domo había líquido lechoso de un color blanco opal, y algo parecido a una densa vid colgando directamente desde el centro del techo descendiendo hasta llegar al agua. Esta cúpula probablemente se encontraba ubicada debajo de la plaza pública en la superficie, lo que significaría que esta vid era la raíz del árbol espíritu.

Coloqué la toalla en mi inventario y me paré en el primer peldaño del baño, dejando que el calor me cubriera hasta la cabeza, exclamé con un ‘Fwaaa…’. Era poco profundo para introducir todo mi cuerpo, por lo que me dirigí al centro, dividiendo el vapor presente a medida que avanzaba.

Cerca de la raíz era donde había más profundidad, me llegaba a la cadera, por lo que fue ahí donde me sumergí en el agua.

Fue entonces cuando el vapor blanco frente a mí se abrió paso, revelando a otra figura acercándose. Aquí estaba tan profundo como para yo salir de un salto, por lo que no tuve más opción que mirar.

En general, yo no era una persona que confiara mucho en los reglamentos, autocontrol o reglas personales—pero sí había cosas que me exigía a mí mismo.

Una era nunca pensar ‘si tan solo hubiese (o no) hecho esto o aquello’. Era importante entender las razones por la que pasaban las cosas para asegurarme de no repetir mis errores, pero consideraba que preocuparme por el ‘¿por qué dijiste eso?’ o ‘si tan solo lo hubiese comprendido’ o ‘si hubiese empezado a realizar mis tareas poco más temprano’ no era más que un desperdicio de mis limitados recursos mentales.

Pero incluso yo, en este preciso instante, no pude evitar considerar una cornucopia entera de posibles acciones que fallé en tomar.

Si sólo me hubiese conformado con la orilla del baño. Si me hubiese dado cuenta de la razón por la que este enorme baño era un domo. Si hubiese considerado con 


más detenimiento la descripción de Kizmel:  ‘hay entradas separadas para los hombres y las mujeres’. Si sólo…

Si sólo hubiese cerrado mis ojos, y me hubiese dado vuelta, y exclamado: ‘¡No vi nada!’, quizá habría sido muy diferente.

Pero lo que hice fue simplemente mirar, estupefacto, durante tres segundos a la jugadora femenina de pie apenas a medio metro de distancia con todo su equipamiento removido. Mi vista auto dirigida se disparó, yendo desde la clavícula hasta el hueso pélvico sumergido en el agua, luego regresé, hasta finalmente ver su rostro.

Actualmente, en el Castillo Galey sólo había otro jugador además de mí. Por lo que naturalmente, esta persona que me miraba con la misma estupefacción era mi compañera de hace un mes, la señorita Asuna, la esgrimista.

“Vaya…después de todo ese problema, derrotamos a cinco jefes de piso en un mes. A este paso, llegaríamos al décimo piso a mediados de enero” –pensé, mi mente se aferraba a otra cosa que no fuese la realidad que yo enfrentaba: el cuello, mandíbula, y nariz de Asuna adoptando un rojo feroz. Cuando el color llegó a su línea de pelo, ella gruñó: ‘¡Nngh!,’ y levantó su brazo con una sacudida violenta. Al ver su puño apretado, pensé: “Bueno, supongo que me lo merecía, algo just— ¡No, no, no, espera!

No podía aceptar ese golpe. Este castillo no estaba bajo el código anticrimen. Si la Asuna de nivel 19 me golpeaba con todas sus fuerzas mientras yo estaba sin ningún equipamiento, causaría daño a mi HP, y haría que su cursor pasase de ser verde a naranja. Normalmente, estando fuera del pueblo, ella cuidadosamente ajustaba sus golpes para bromear, pero esta  vez los guantes literalmente no estaban.

— ¡E-espera, no! –grité, pero la Diosa Histérica ante mí no podía escuchar las palabras de los humanos.

— ¡Hnngggg! –rugió ella, y antes de que pudiese dar el puñetazo, opté por hacer algo que evitaría que ella se convirtiese en una jugadora criminal designada.

Caí hacia adelante, no hacia atrás, y crucé mis brazos alrededor de su cuerpo, luego le lancé al agua, levantando una gloriosa columna de agua caliente. Nos hundimos casi cerca de un metro en ese baño turbio.

Me aferré a la chica violenta, quien seguía tratando de gritar incluso bajo el agua. Yo quise gritarle: ‘¡Te convertirás en una jugadora naranja!’, pero el único sonido que salió de mi boca fue: ‘¡Bweh-globewhbiglawh-be-buwa-buglabwobla- bwahglagla34!’



34 N.T: Simplemente hice el intento de plasmarlo. 


Naturalmente, el ícono de ‘Ahogándose’ apareció sobre nuestras barras de HP, y con el aire escapándose de nuestras bocas, el perder nuestra vitalidad no era algo extraño. No podíamos permitirnos morir por algo tan patético, por lo que nos elevé lo suficiente para sacar nuestras cabezas a la superficie, aun sosteniendo a Asuna. Esta sería mi última oportunidad para evitar que ella se volviese naranja…

Luego, un torrente de agua fría nos cayó desde arriba, enfriando nuestras cabezas, literalmente. Yo me helé en el acto, totalmente confundido. Era Kizmel, quien no dudó en entrar después al baño debido al proceso de remoción manual de la armadura, mirándonos:

— Vaya, vaya, ¿no que éramos amigos? –comentó.

Naturalmente, ella no tenía nada de equipamiento puesto, pero a estas alturas, ya no me quedaba fuerza mental para pensar en eso.

Después de eso, se me dijo que el árbol espíritu en el Castillo Galey absorbía constantemente el agua de la fuente termal natural mediante sus raíces para mantener sus ramas y hojas, llegando a llenarse tanto que la expulsaba como lluvia para formar el lago en su base. Ese lago helado gradualmente se filtraba en los cimientos, y aproximadamente cada hora, caía en la corriente subterránea en forma de cascada.

Eso tenía cierto sentido—aunque al mismo tiempo no—pero el punto era que nos salvó de una gran variedad de problemas. La clase de Asuna cambió temporalmente de Esgrimista a Diosa Histérica, pero cuando recordó que no estábamos en un espacio seguro, comprendió lo que yo intentaba hacer. Tuvo unos cinco o seis expresiones faciales diferentes antes de decir: ‘Discúlpame por hacer eso’, y volver a su estado humano.

Me encogí de hombros hasta más no poder y pensé en qué hacer ahora. El agua en sí era prácticamente opaca, por lo que si te mantenías a un metro y medio de distancia, no podrías ver el cuerpo de la otra persona ni nada parecido, pero ya a mí no me quedaban ganas de volver a sentarme para disfrutar mi baño, ni siquiera bajo estas circunstancias. Parecía que yo sólo debía colocarme el traje de baño que Asuna me hizo en el cuarto piso, pero como ella, por alguna razón, sólo estaba sumergida por el asombro y no hacía lo mismo, dudé en abrir mi ventana.

Al final, decidí que simplemente hallar una forma de alejarme y salir de allí era lo mejor, y ya yo me estaba escabullendo hacia un lado cuando Kizmel, quien estaba sumergida al otro lado de Asuna y yo, comenzó a hablar.

— Oigan, sobre esos dardos arrojadizos…creo  que  conozco  una forma de
contrarrestar el veneno que ellos expulsan.

— ¿Qu—? 


Eso era exactamente lo que yo estaba esperando preguntarle. Me alejé varios centímetros fuera de toda vista—hasta que una mirada fría de Asuna me detuvo en el acto.

— Si esos dardos arrojadizos ciertamente fueron elaborados de las espinas del dragón Shmargor, entonces sería de utilidad consultar la historia del héroe humano Selm combatiéndolo. Hasta donde recuerdo, Selm ganó el apoyo de un sabio élfico y construyó una herramienta para detener el veneno del dragón…

— Ohh… ¿Y cómo creas ese objeto? –le pregunté, inclinándome hacia adelante. Esta vez, Asuna ya le prestaba atención a Kizmel, así que no desperté su ira.

— ¿El sabio era un elfo oscuro o de bosque?

Kizmel respondió a esas preguntas con un leve encogimiento de hombros:

— La historia me la contó mi abuela cuando yo era niña. Por lo que me temo que no recuerdo todos los detalles. Pero creo que un cuentista élfico oscuro tendría todos y cada uno de los recuerdos de la historia de Shmargor.

— ¿C-cuentista? ¿Podemos acudir a ese tipo de persona?

“¡Qué sea en algún lugar de algún piso que ya hayamos completado, preferiblemente cerca de un pueblo principal, por favor y gracias!” –recé. Y la respuesta que recibí fue sorprendentemente efectiva.

— Tenemos un cuentista en este castillo. Pero por regla general, son demasiado viejos y se la pasan durmiendo la mayor parte del día, así que tendrán que visitar la biblioteca para el mediodía.

— ¡Perfecto!

Apenas evité soltar un ‘¡Dulce!’ también. Aún no estaba confirmado que fuésemos capaces de elaborar un antídoto, pero esa posibilidad era bien recibida.

En cuanto a Asuna, ella mostró interés en otra cosa. Se dio vuelta para mirar a
Kizmel, moviendo la superficie del baño.

— Nunca he visto a un elfo anciano… ¿También son físicamente jóvenes?

— Es muy raro que nuestros ancianos anden fuera de la ciudad; por eso no los has visto. En cuanto a su apariencia… Bueno, esa es una pregunta muy difícil de responder.

— Oh. Claro, sólo esperaré a verlo en persona.

— Buena idea. Ya yo saldré. ¿Qué hay de ustedes dos? –preguntó la caballero. Nos miramos el uno al otro por un instante, luego estuvimos de acuerdo en que también habíamos terminado. Me di vuelta, aún agachado, y me dirigí al vestidor de caballeros—aunque  aún  no  le  encontraba  sentido  al  hecho  de  que  hubiese 


vestidores separados que llevaban al mismo baño. Pero antes de irme, una última pregunta pasó por mi mente, por lo que me di vuelta.

— Ah, por cierto, Kizmel—

A mi campo visual saltó la mitad superior de la caballero que estaba parada—y Asuna desesperadamente usó sus manos para cubrirla. Yo rápidamente desvié la mirada.

— ¿Eh? ¿Qué sucede, Kirito?

— Eh… ¡M-mejor te lo pregunto en el salón! ¡Eh, n-nos vemos!

Realicé rápidamente un retroceso de golpe a través del baño en busca de las escaleras antes de cualquier otro ataque que pudiese venir en mi contra. Una de las ventajas de SAO era que el cabello y la piel mojados se secaban rápidamente al salir del agua. Por lo que no necesité usar toalla para secarme mientras me dirigía por el pasillo oscuro hasta el vestidor, me coloqué el pantalón y la camiseta, y entré al salón. Las chicas aun no estaban listas, y no había nadie más visitando el lugar, por lo que me abalancé perezosamente en una de las sillas de ratán junto a la pared y solté un profundo suspiro.

Yo no tenía problema alguno con bañarme, pero eso había sido la fuente de más de un par de problemas desde que hice equipo con Asuna: tuve que usar un traje escueto con un logotipo de oso en el Castillo Yofel, y allí, me sumergieron la cabeza. Tuve que vigilar a Asuna mientras se bañaba en el campamento de los elfos oscuros en el tercer piso, donde Kizmel me interrumpió. No pasó mucho en el segundo piso, pero en el primero…

— Pensándolo bien… eso de bañarse fue lo que inició todo esto… –murmuré, vertiendo agua de la jarra que estaba en la mesa en el vaso y bebiéndomela de golpe.

En realidad, cuando nos conocimos, Asuna no se quitaba su capa con capucha ante nadie, y el momento en el que se sintió que la distancia entre nosotros se cerrando un poco fue cuando llegó al lugar donde yo me estaba hospedando en Tolbana, allá en el primer piso de Aincrad. Me visitó para usar mi baño.

Con una sincronización exquisitamente mala, Argo la proveedora de información llegó  mientras ella  tomaba  un  baño,  tropezando  con  ella  mientras  trataba  de escabullirse al baño para cambiarse el equipamiento. Pero si yo no hubiese alquilado ese lugar con un baño tan lujoso, jamás nos habríamos descubierto trabajando juntos.

Por eso, sin importar cuántas veces eso condujese a incidentes, yo no podía albergar un resentimiento contra los baños de Aincrad…sólo necesitaba asegurarme de que los baños de hombres y mujeres estaban separados para la próxima. 


La puerta giratoria con el círculo en ella se abrió, y Asuna y Kizmel regresaron. La esgrimista tenía puesta una túnica amarilla que jamás había visto, mientras que la caballero estaba usando una túnica purpura iridiscente—ambas considerablemente más puras que sus ropas de siempre, lo que mi hizo sonrojar al principio (aunque después de lo sucedido en el baño, ponerse nervioso por eso parecía innecesario).

Afortunadamente, los recuerdos de Asuna sobre ese desastre parecían haber sido sobrescritos por el placer de su primer baño en unas aguas termales naturales en Aincrad. Se lanzó sobre una silla de ratán a mi derecha, y con una mirada de emoción, dijo:

— Ahh…eso fue magnífico…

Le entregué un vaso de agua fría, el cual se bebió de un sorbo.

— ¡Fiuuu!

Kizmel se sentó en la silla que estaba a mi izquierda, cruzando de una manera elegante sus largas piernas. Dijo:

— Ciertamente, aquí tenemos un baño totalmente espléndido. Es una pena que tengamos que volvernos a trasladar una vez que mis labores en este piso terminen.

— Entiendo. Llevas una vida ocupada, Kizmel…Tienes las, eh… Llaves de Jade,
Lapis y Ámbar guardadas en un sitio seguro, ¿no?

— Pues claro. Están en el repositorio de tesoros en el cuarto piso del salón central.

— R-repositorio de tesoros, ¿eh?

“Me encantaría ver eso. Pero apuesto que es el tipo de lugar donde me gritarán”
–me pregunté egoístamente, pero Asuna tenía una idea mucho más practica en mente.

— Kizmel… ¿No te preocupa que los elfos de bosque puedan volver a lanzar un ataque en busca de las llaves, tal como lo hicieron en el Castillo Yofel?

Esa era una buena pregunta. Con densos muros de piedra y una enorme entrada, este lugar se convertiría en un objetivo considerablemente más fácil que el Castillo Yofel, el cual estaba totalmente rodeado de agua. Los elfos del bosque se habían esforzado mucho para apoderarse de las llaves, que era difícil imaginarlos rendirse tras una derrota.

Era posible que hubiese soldados enemigos escondiéndose fuera de las puertas mientras nosotros estábamos sentados aquí. Ese inquietante pensamiento casi hace que me levantara de mi asiento. 


—…No. No necesitan preocuparse por eso –declaró Kizmel. Asuna y yo le miramos la cara. Algo en esa débil expresión pesimista me dijo la fuente de su certeza.

— Oh, entiendo. El área exterior de este castillo——

— Así es. El erial que nos rodea es tan desolado y seco…que ni los elfos oscuros o de bosque pueden aguantar por mucho. Dentro del castillo, el árbol espíritu nos protege con sus bendiciones, pero si él estuviese muriendo, nos veríamos forzados a abandonar este lugar.

Cuando visité el Castillo Galey en la prueba beta, el elfo oscuro que me dio la misión—que no eran ni Kizmel ni el Conde Galeyon, sino un comandante sin nombre—me dijo lo mismo. En ese tiempo, lo tomé en sentido literal, pero ahora sólo producía preguntas frescas.

— Pero entonces, ¿cómo recuperarás la llave en este pido? Puedes tele…eh, viajar a través de los árboles espíritu hacia los castillos en el quinto y séptimo piso, pero la llave sigue estando lejos de este lugar, ¿no?

— Así es –admitió. Parecía que un débil rastro de tristeza seguía permaneciendo en su expresión, pero cuando se dio vuelta hacia nosotros, lo hizo con su típica sonrisa lánguida–. Pero tranquilos. Este castillo posee todos los medios necesarios para irnos en caso de alguna emergencia. Eso nos permitirá cruzar las áreas áridas.

Ante eso, mi compañera y yo compartimos una expresión significativa. No necesitábamos hablar fuerte para entendernos.

— Kizmel –dijo Asuna–. Kirito y yo recuperaremos la llave oculta en este piso. Puede que no seamos tan fuertes como tú, pero si mucho más rudos de lo que solíamos ser.

— De eso no tengo dudas –respondió la elfa, aun con aparente duda–. Pero no puedo sentarme a esperar que ustedes hagan el trabajo que me corresponde. La fricción entre los Elfos Caídos y de bosque es asunto nuestro…piénsenlo así. Si no me hubiesen salvado la vida en el Bosque de Nieblas Ondulantes, ese elfo de bosque me habría asesinado—o nuestra batalla nos habría llevado a una muerte mutua. ¿Cómo puedo quedarme a salvo en un castillo mientras los dejo a ustedes hacer todo el trabajo sucio y peligroso?

‘¡Exactamente, así es!’ –era lo que quería gritar, pero la mirada que tenía la orgullosa caballero evitó que lo hiciera. Asuna pareció tener más que decir al respecto, pero la detuve y dije:

—  Muy bien…salgamos  mañana  a  buscar la  llave.  Pero no  tomes  riesgos innecesarios. Si algo parece ponerse difícil, promete que nos lo contarás de inmediato. 


Extendí mi dedo meñique izquierdo, el cual Kizmel se quedó mirando.

— ¿Qué le pasa a tu dedo?

—  Ah,  bueno…es  una  costumbre  humana.  Cuando  haces  una  promesa,
entrelazan meñiques.

— Ah, ¿así?

Kizmel enganchó su meñique derecho alrededor del mío y movió su mano de arriba abajo. Asuna se levantó de la silla diciendo: ‘¡Yo también quiero!’, y extendió su mano derecha hacia Kizmel, quien usó su mano libre para hacer lo mismo, sonriendo de forma extraña.

— Qué costumbre tan rara, pero es divertida. Prometo no tomar riesgos innecesarios, si ustedes me prometen priorizar su propia seguridad.

— ¡Por supuesto! –Asuna y yo respondimos al mismo tiempo. La caballero sonrió. Luego del baño subterráneo, ella nos llevó al comedor en el segundo piso del salón central.

Era la hora de la cena, y había muchos elfos presentes. Había un pequeño escenario en el que había dos elfos con magníficos trajes tocando laúd y una flauta. Algunos soldados estaban cantando suavemente al son de la música.

La comida era considerablemente más simple que el servicio completo en el Castillo Yofel, pero ésta sí encajaba con mis gustos, y la cocción de los tubérculos y la carne eran lo bastante buenos que me hicieron pedir más.

Tras decidir cuándo nos veríamos en la mañana, nos despedimos de Kizmel en el pasillo del tercer piso del ala oeste—aunque la habitación de la caballero estaba junto a la nuestra—y regresamos a nuestra habitación de huéspedes. Exhalamos pesadamente y terminamos mirándonos el uno al otro.

Sentí que debía disculparme por mi escandaloso comportamiento en el baño, pero Asuna me enviaba una señal silenciosa de que no dijera nada. Mi ventana de juego decía que todavía no eran las ocho de la noche, en un día cualquiera, eso significaba que yo me devolvería para realizar alguna actividad nocturna, pero estábamos tan cansados por esa mazmorra espeluznante y de cruzar el yermo el día de hoy que acordamos irnos a la cama temprano.

Pero fracasamos en darnos cuenta que aún no habíamos enfrentado la mayor amenaza del día.

Esta habitación de huéspedes era otra suite, donde la sala estaba ubicada en un espacio separado del dormitorio. Pero a diferencia del lugar donde nos hospedamos anoche, sólo había una puerta de habitación. 


Nos volvimos a mirar el uno al otro, luego cruzamos la sala y abrimos la puerta. El dormitorio era igual de decadente, pero sólo había una cama queen en el centro del mismo.

Anoche, yo había dormido en el sofá en lugar de mi cama, por lo que sólo podía hacer lo mismo—excepto que esa vez fue porque Asuna se había quedado dormida muy rápido. Conociendo el odio que tenía mi compañera a recibir un trato especial, sospeché…

— Eh…bueno, dormiré en el sofá, ¿bien…?

— Así no podrás dormir muy cómodo que digamos.

Yo habría protestado, pero ella tenía mucha razón, y lo sabía.

Al dormir en SAO, el cuerpo real del jugador también se encontraba en un estado de sueño, pero el NerveGear no dejaba de enviar señales corporales virtuales todo el tiempo. Si dormías en una cama lujosa, sentirías una suavidad recorriendo tu espalda. En cambio, si dormías fuera, en  el suelo, sería  rustico  e incómodo. Naturalmente, esta última te otorgaría un sueño inferior, que frecuentemente terminaba siendo poco más que una siesta superficial.

El sofá en la sala era bastante grande, y su cobija era buena y gruesa, pero como los cojines del asiento estaban desordenados, no estaba apto para acostarse. Cuando yo jugaba solo en el primer piso, acampaba todo el tiempo—con una cobija, al menos—para poder dormir, pero si Asuna aceptaba eso o no era un asunto completamente diferente.

— Escucha, puedo dormir donde sea. No me prestes atención, toma la cama y—

— ¿Acaso no somos compañeros de juego?- interrumpió Asuna. Ella estaba en lo correcto, claro.

— ¿S-sí?

— Por eso estaría mal atribuir toda la carga a uno solo –nuevamente, ella tenía toda la razón.

—…S-sí.

— Entonces esta es la única opción.

Ella me arrastró por la manga hacia mi habitación y removió la mitad de los cobertores de la enorme cama. Justo en el centro de las sábanas blancas perfectamente prístinas, ella trazó con su dedo una línea de poco más de medio metro justo en el centro.

— Este es el límite. 


No había escuchado esa palabra desde la vez que dormimos en la tienda de Kizmel en el campamento de los elfos oscuros en el tercer piso, y la sorpresa provocó una carcajada en mi boca—y una mirada feroz en Asuna.

— E-está bien…ya entiendo. Entiendo. Capisce.

Asuna me soltó un regaño, pero indicó que era suficiente y volvió a colocar los cobertores.

Mientras zanjábamos un compromiso por el asunto de la cama, las circunstancias eran un poco—no, muy—diferentes a la tienda. Dormir en el suelo significaba tolerar mucho contacto potencial bajo la experiencia general de ‘incomodo’. Pero en un edificio, habitación y cama apropiados no había excusa que valiera. El límite trazado en la sábana era tan frágil y peligroso como la Línea del Control en Cachemira35.

Pero por ser susceptible a accidentes espontáneos, la esgrimista exhibió un coraje sorprendente hacia esta situación.

— Bueno…dormiré de este lado –dijo, tomando la mitad más alejada de la ventana y metiéndose bajo la sábana. Con la espalda hacia mí, abrió su ventana, luego presionó un par de botones, y luego la cerró. Escuchó un sonido bajo sus cobijas, lo que presumí era su cambio a pijamas.

Luego ella se retorció lo más que pudo hasta que solo su nuca era visible. Parecía su estrategia para quedarse dormida lo más rápido posible, lo que eso me dio la impresión de ser la indicación correcta, así que toqué la pared y apagué las luces de la habitación y sala de estar.

Había una ventana en la pared oeste del cuarto, y la translúcida luz lunar se filtraba a través de las cortinas de encaje. El día comenzó nublado pero se aclaró en la tarde:

“Espero que el tiempo de mañana sea agradable” pensé, tratando de distraerme mientras entraba en el lado de la cama opuesto a Asuna.

La cama era de casi dos metros de largo, por lo que, mientras estuviese en la orilla, lejos del límite, no necesitaba estar consciente de la presencia de mi compañera, físicamente hablando. Sin importar de qué estuviese hecho el colchón, tenía la mezcla correcta de apoyo y suavidad, y la sábana ligera y tan cálida como un edredón. Tenía que admitir que Asuna estaba en lo cierto; ese sofá y mi sábana de acampado estaban muy lejos de este tipo de confort.

Mi cabeza se hundió en la enorme almohada, y mis párpados se cerraron, y a pesar de la situación, sentí al hada de los sueños acechándome: ‘Vamos— duérmete, duérmete y ten una habitación extra mañana…’.


35 N.T: Se refiere a la frontera militar establecida entre la India y Pakistán en el territorio del antiguo estado principesco de Jammu y Cachemira. Esa frontera carece de reconocimiento internacional. 


— Kirito, ¿estás despierto?

—…Yip.

El hada huyó en el acto. Si ella decía ‘sólo quería saber’, ¿qué tipo de respuesta rápida debería tener? Pero lo que siguió desde más allá del límite no era lo que yo esperaba.

— ¿Sabes cómo es que funciona ese código anticrimen? ¿Ese que apareció en el taller del señor Romolo en el cuarto piso cuando trataste de despertarme?

— S-sí.

Ese tema tan extraño espantó mi somnolencia por completo. Ahora sí no tenía idea a dónde ella llevaría esto.

— Estaba pensando…me empujaste cuando estábamos en el baño.

— N-no…sólo evitaba que te volvieses una jugadora naranja.

— Pero eso no cambia el hecho de que me empujaste.

—…Yip.

— Entonces, ¿por qué el código anticrimen no se activó?

“¿Por qué no…?” no tenía una respuesta inmediata a eso. Por lo que tenía que pensarlo.

— Eh… ¿No se muestra si estás en un grupo…? No, porque ya lo estábamos en el cuarto piso… Quizá depende del tipo de contacto… Pero no, no recuerdo tocarte tanto tiempo en el cuarto piso…

— No es un asunto de cómo haces contacto. Cuando intentaste despertarme, sólo me tocaste el hombro, y se activó, pero el momento en el que me empujaste, desnudo.

— P-por favor, no lo digas así… –le rogué.

En efecto, no era lógico que el código se activase con solo tocar el hombro, y aun así, presionarme contra ella sin ningún tipo de equipo encima no hizo nada. ¿Había alguna otra condición que lo hacía diferente entre el taller y las aguas termales subterráneas, además de la configuración de grupo y el tiempo de contacto?

— Hmm…Hmmm.

Corrí al hada del sueño, quien trataba de meterse en mi mente. Pero la suave y esponjosa cama era…suave y esponjosa, y si fuese algo más suave y esponjoso, sería suave…esponjo—

—…Ah. 


El instante en el que comencé a caer del precipicio al sueño apareció la pista que necesitaba.

— Cuando eso pasó…estabas dormida.

Ella también debió haber asentido, porque su respuesta llegó de inmediato.

—… ¿Qué? ¿El código se activó porque yo estaba durmiendo? ¿Quieres decir
que no funciona si estás despierto…?

—…No, no creo que sea así… Pero es lo único en lo que puedo pensar…

— Hmmm…

Luego de otro largo silencio, mi compañera temporal me sorprendió nuevamente.

— Meñique…

— ¿Eh?

— Extiende tu meñique.

Saquí mi meñique de entre las sábanas, luego recordé la línea invisible.

— Pero el límite—

— El valor de un dedo cruzándolo puede ser ignorado. Apúrate.

— Está bien…

Dudando, extendí mi brazo, sacando mi meñique cerca de la línea central de la cama. Luego de un instante, lo que asumí sería el meñique de Asuna rozó el mío y lo agarró. Por instinto, me estremecí.

— Eh… ¿qué haces?

— Quédate quieto.

—……

—…La ventana del código no se está mostrando. Por lo que si nos dormimos así, y la misma se muestra cuando despertemos, indicaría que tu teoría es correcta, hasta cierto grado.

—…Ah, ya veo…

La tensión se fue de mi cuerpo. La presión del meñique de Asuna suavizó un poco, y ella susurró.

— En fin, buenas noches…

— Si la advertencia se muestra, no toques el botón en tus sueños.

— Sí…eso…lo sé. 


— Buenas noches.

A partir de ahí, el silencio arropó la tierra de las sábanas, y lo único que cruzaba el límite era el débil sonido del sueño. Cerré mis ojos una vez más, pero la suave calidez de ese contacto de meñiques evitó que mis ideas se dispersaran a todos los rincones.

El funcionamiento del código anticrimen me causaba curiosidad, claro; pero aún había muchas cosas que Asuna y yo teníamos que hacer en este piso. No habíamos terminado la misión ‘La Maldición de Stachion’, debíamos ayudar en el avance del progreso de este piso, la entrega del estandarte de gremio seguía en veremos, y mañana ayudaríamos a Kizmel con la misión de recuperar la Llave Ágata. Y el mayor problema de todo eran los PKers. 


Me dije varias veces que era inútil tratar de descifrar una manera de pensar, pero aún no podía evitarlo.

¿Por qué Morte, el usuario de la daga, y el hombre de la capa negra estaban tratando de causar una lucha entre los DKB y los ALS? ¿Especialmente cuando era obvio que eso sólo acabaría nuestras posibilidades de terminar el juego y encontrar la libertad de esta prisión electrónica…?

No importa cuáles sean sus razones, no les perdonaré el hecho de intentar matar a Asuna. Nunca dejaría que sus viles espadas se le acerquen ni un centímetro.

Por un instante, un impulso asombrosamente poderoso se apoderó de mí. No quería ese meñique.
Quería agarrar su mano, acercarla a mi y cubrirla con mis brazos. Quería dejar claro que yo quería mantenerla a salvo.

Pero no podía hacerlo. Nuestra alianza no iba a durar para siempre, y no debería. Hasta el día en el que ella esté a la cabeza de los mejores y los más brillantes, parada como un símbolo de esperanza para todos los jugadores de este juego, yo seguiré proveyéndole toda la ayuda necesaria, como el beta tester que soy. Ese es mi papel.

Dejé que la tensión desapareciera lentamente de mi cuerpo, exhalé, y tensé mi dedo una vez más, sólo para confirmar que la sensación seguía allí.

“…Buenas noches”, susurré mentalmente, y me entregué al sueño.

Capitulo 4                                                        Indice                                                           

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