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progressive 3 capitulo 7

Capitulo 7
Barcarolle of Froth

Incluso después que fui liberado, Asuna continuó abrazando a la caballero Élfica Oscura durante otros cinco segundos. Cuando al fin se soltaron, ella tocó el lateral de su ojo con un dedo y sonrió enormemente.

—…siempre creí que dentro de poco te veríamos… pero aun así, sigo estando
alegre de verte.

Kizmel sonrió: — Yo también. Incluso después de venir aquí a través del Árbol
Espíritu, descubrí que siempre estaba pensando en ustedes dos.

La Elfa Oscura pareció estar saboreando esas palabras mientras las decía. Comprendí muy bien que era lo que la hacía diferente de antes. Ella solo estaba usando un extenso vestido de un profundo color purpura para cubrir su forma delgada, y su armadura, sable, y capa usuales se habían ido.

Ella nunca removió su equipamiento en el campamento del tercer piso excepto cuando se encontraba en su propia tienda, recordé. La mirada de Kizmel se movió de Asuna hacia mí, la sonrisa aún estaba adherida en su rostro.

— Me encuentro muy sorprendida de que supiesen encontrarme aquí. ¿Esta es la primera vez que visitan este castillo?

— S-si. Solo fue… un golpe de suerte, supongo –tartamudeé. Claro, ya conocía este lugar porque me golpeó profundamente en la prueba beta. En ese tiempo no había laberintos de setos espinosos, solo un camino de piedra polvoriento con un único, seco y marchito árbol en el centro. Pero obviamente había algo más en el lugar, y eso se pegó en mi memoria.

Su sonrisa se profundizó ante mi respuesta, levantó la mirada hacia el enorme árbol extendiéndose sobre nuestras cabezas.

— Mi hermana amaba el aceite refinado de este enebro. Quizá es la razón por la
que me encuentro aquí…

— Ahh…

Miré el árbol y respiré profundamente por mi nariz. Mis pulmones se llenaron con una esencia de madera pura y refrescante.

— Aquí que es un enebro –notó Asuna, olfateando el mismo olor–. En el mundo del que venimos, también es usado como saborizante para alcohol.

— ¿Ah, sí? Debería intentarlo algún día… en fin, gracias por venir. Supongo que
han derrotado a la bestia guardián en el Pilar de los Cielos sin problema alguno.

— Si. Fue de ayuda que el comandante del campamento nos advirtiera sobre los ataques venenosos. 

Kizmel asintió cultamente: — Si, él es un hombre confiable. Deseo volverme a unir al equipo avanzado en el tercer piso tan pronto como pueda, pero…

Ella bajó la vista hacia el vestido que usaba y lo estudió. La sonrisa volvió rápidamente, sin embargo, y ella le dio una palmadita a Asuna en la espalda.

— Vayamos dentro. Deben estar hambrientos después de remar hasta aquí, ¿no?

— Muchísimo –respondió. Comenzaron a caminar hacia la puerta.

Luego de trotar detrás de ellas, no pude evitar pensar «Sabes, fui yo el que remó todo el camino»

Tal como recordaba, el comedor del Castillo Yofel estaba en el segundo piso del ala oeste.

Dentro, había olores que te hacían babear y conversaciones placenteras por encima de la suave tensión de la música que sonaba. Todo esto había sido mejorado desde la prueba beta, por lo que no pude evitar mirar por todos lados, curioso.

Casi todos los que comían en las mesas perfectamente colocadas eran soldados con armaduras de cuero, pero también había un gripo de lo que parecía ser magos con grandes túnicas e incluso unos cuantos niños pequeños. Eso parecía extraño – pensé que el poder de la magia se había perdido en la creación del castillo flotante Aincrad, de acuerdo a la leyenda.

Mientras caminábamos hacia una mesa vacía para sentarnos, Kizmel notó mi mirada en las figuras con túnicas y se inclinó  para susurrarme:  — Ellos son sacerdotes que sirven al Árbol Sagrado. Ellos fueron enviados desde el palacio en el noveno piso para supervisar nuestra operación para recuperar las llaves.

— Sacerdotes…

Hice una búsqueda mental para el termino, pensando que era extraño en Aincrad- claro está, no tenía recuerdos de ellos durante la prueba beta. Hice una nota para buscar sobre ello en el futuro. Asuna hizo la siguiente pregunta.

— ¿Y los niños?

— Son los hijos del maestro del castillo. Que espíritus jóvenes tan brillantes –
explicó Kizmel, sonriendo mientras nos guiaba hacia la mesa del fondo.

Las damas NPC –Elfas Oscuras, claro– nos trajeron un menú completo, comenzando con la sopa y los aperitivos. Cuando trajeron pollo rostizado para el platillo principal, Asuna y yo no pudimos evitar compartir una mirada. 

No creía que los elfos tenían razones para celebrar la Navidad, pero el platillo estaba bastante cerca a los de la tradición; quizá era parte de los eventos festivos del juego.

Como no siguieron con un pastel, tuvimos una vista excelente del enebro cubierto de nieve en el patio a través de la enorme ventana del salón, la cual hacia la cena completamente festiva.

Durante la comida, nuestro tema principal de conversación fueron los canales de agua que eran la experiencia central del cuarto piso. Kizmel era la más interesada en nuestras historias sobre la natación con flotadores desde las escaleras hasta el pueblo principal y la batalla contra el Oso de Fuego para los materiales de construcción naval.

Durante esa discusión, le pregunté y descubrí que los Elfos Oscuros no cortaban arboles vivientes, no, pero que eso no era ninguna ley restrictiva, sino más bien como un respeto para las plantas adultas. Eso los hacia diferentes de los apenas obedientes Elfos Caídos.

Afortunadamente, ella dijo que la recolección de madera de los arboles destruidos por monstruos sí estaba permitido. Me agradaba habernos tomado la molestia de obtener materiales de alta calidad.

Una vez que terminamos el postre frutal, Kizmel nos llevó a la habitación de los oficiales en el cuarto piso del ala este. Era un grado mayor que los cuarteles de diez hombres del segundo piso en la prueba beta. Pero esta era una suite, con dos habitaciones y una sala de estar compartida, lo que significaba…

— Usen esta habitación mientras se queden en el castillo –ofreció Kizmel.

— ¡Ohh, que hermoso lugar! –clamó Asuna, corriendo hacia la enorme ventana al fondo y tardíamente comprendió la presencia de las puertas en cada muro. Ella miró de izquierda a derecha, luego se volvió, confundida, pero estuvo dudando en reclamar inmediatamente una habitación distinta.

Tuve la opción de solicitarla también, pero tenía miedo de esos cuarteles de un grado significativamente menor, y Kizmel habló antes de yo poder decir nada.

— En ese caso, estaré en la habitación adjunta a la izquierda. Toquen la puerta si necesitan algo. Disfruten su descanso esta noche; deben estar cansados.

Ella cerró la puerta, y los suaves pasos desaparecieron.

Solos en preciosa suite, solo pudimos mirarnos el uno a otro en silencio.

—…bueno, oye, al menos no es la primera vez que pasa –comenzó Asuna. Yo asentí nerviosamente.

— Es bastante inevitable si queremos priorizar el acabar el juego –asentí, asentí. 

— Pero… solo diré una cosa –¿asentí?

— Tu regalo de Navidad fue reunirnos con Kizmel, ¿no? Ese fue un regalo hermosísimo. Gracias.

Asentí una última vez y murmuré incómodamente: — Um, si, uh, no es nada… pero con toda la honestidad posible, me alegra que la hayamos visto de nuevo. Parece un poco más callada, sin embargo.

— Si…

Eso parecía haber cambiado su idea del repentino dilema de la suite al estado actual de Kizmel, mientras ahora llevaba una mirada de preocupación ligeramente distinta.

— El vestido le quedaba bastante bien, pero no creo que lo haya vestido por elección propia. Aun me pregunto por qué estaba sin su armadura.

— Ni siquiera tenía su espada… quizá algún estado de negocios la forzó a quedarse aquí. Me pregunto si nos lo dirá si es que se lo preguntamos… –miré la habitación conjunta que albergaba a la caballero élfica.

Como nunca había hablado de esto con Asuna, sabía que Kizmel era diferente de los demás NPC. Mientras Romolo el carpintero naval, por ejemplo, se hubo involucrado en una conversación muy natural con nosotros, fue porque nosotros fuimos cuidadosos en no decir nada que no tuviese relacionado a la misión de construcción de barcos. Pero Kizmel había hablado sobre el por qué amaba ese árbol en el patio, por la forma que ella me vio levantar la mirada. Eso estaba fuera de la norma de la habilidad conversacional de un NPC, el cual solo respondía apropiadamente cuando escuchaba declaraciones que encajaban en sus parámetros de contenido.

Pero no estaba seguro si Kizmel había sido especial desde el comienzo. Cuando nos encontramos con ella por primera vez en el Bosque de Nieblas Ondulantes del tercer piso, Kizmel dijo: «¡No interfieran! ¡Aléjense de este lugar!» –exactamente las mismas cosas con las que ella comenzó en la prueba beta,

Por alguna razón que no comprendía, la historia de la misión, la cual decía que tanto ella como el Elfo de Bosque morirían, había sido reescrita. En ese instante, algo le sucedió a Kizmel, y ella dejó de ser una NPC normal. ¿Acaso el hecho de que a ella le fue otorgada recuerdos y pensamientos que iban más allá de los límites de un NPC significaban… que ella era una IM de alto funcionamiento?

Si esa suposición era correcta, daba inicio a un nuevo misterio. ¿Acaso el GM en la vida real la había cambiado, o fue el sistema que controlaba SAO?

En la versión comercial de SAO, la sombra que albergó este incidente sorprendente y sin precedentes, solo Kayaba Akihiko controlaba todo. No tenía idea del lugar donde se encontraba haciéndolo, pero no podía imaginarlo tomándose el tiempo de alterar las especificaciones de un solo NPC de forma manual. Pero tampoco podía imaginar por qué razón él la convertiría en un IA.

Mientras tanto, no podía siquiera decir si el sistema del juego estaba lo suficientemente avanzado como para permitir tal función. Si eso era cierto, el sistema que mantenía este mundo virtual en funcionamiento estaba más allá de ser solo un programa… estaba equipado con un nivel de autonomía que incluía inteligencia artificial por su cuenta…

Una sospechosa voz llegó a mis oídos y miré hacia el muro de yeso, completamente perdido en mis pensamientos.

—…eh, ¿hola, Kirito-kun?

— ¡Whu-ah! ¡L-lo siento, ¿dijiste algo?!

— No dije nada.

Asuna estaba apoyada contra le ventana con sus brazos cruzados, apuntando hacia las dos puertas con una mirada: — ¿Cuál habitación quieres?

— C-cualquiera está bien.

— Entonces, usaré esta –anunció, apuntando a la puerta en el muro este. Luego comprendí que la habitación principal tenía otras dos habitaciones más pequeñas además de las de las recámaras. Una era el baño, y la otra parecía un armario. El baño estaba junto a la recámara este –probablemente no se sentía cómoda con la idea de bañarse mientras yo estaba durmiendo al otro lado del mudo.

Le dije que adelante, claro, luego añadí algo que surgió en mi cabeza: — Pero en el tercer piso del castillo, debería haber un cuarto de baño súper gigante.

— ¿…súper?

— Si, súper.

— ¿…con baños separados para hombres y mujeres?

— Si… eh, espera…

De acuerdo a mi memora, el salón de baño estaba en la cima del ala oeste del tercer piso. Pero no recordaba si este tenía baños separados para hombres y mujeres. En la prueba beta, prefería asesinar tantos monstruos como pudiese en lugar de perder el tiempo relajándome en un baño.

— Lo siento, no estoy muy seguro de ello –admití, soltando mis manos. Asuna suspiró: — Tengo un mal presentimiento de eso. Vamos, sigamos.

— ¿Vam…? ¿Y-yo también? 

— Bueno, no sé dónde queda.

Este era un castillo, no una mazmorra laberíntica, por lo que probablemente podría explicarle las direcciones, pero ella habló con una convicción tan directa que no tuve más opción que aceptar su orden.

Dejamos la suite y usamos las enormes escaleras en el centro del castillo para descender al tercer piso. Tuve que luchar con la urgencia de abrir e inspeccionar el contenido de las incontables puertas que pasamos en el pasillo, pero finalmente llegamos al extremo más alejado en el ala oeste.

Allí vi un arco familiar. A través del umbral, la alfombra roja cambio a baldosas de mármol blanco –me aliviaba ver que el salón de baño no había desaparecido en el remodelación.

El pasillo llegaba a un fin repentino, con otra entrada arqueada a la izquierda, a través de la cual flotaba el sonido ecoico del agua. Compartimos una mirada y espiamos a través del arco al mismo tiempo para ver un vestuario inmenso y sencillo.

—…ellos no dividen el baño –dijo mi compañera. Tosí torpemente.

— Bueno, supongo que fue lo mismo para la tienda de baño en el tercer piso. Quizá es la forma en que los elfos hacen las cosas.

Aunque probablemente sea una cuestión de volumen de datos –me dije silenciosamente.

— E-en fin, solo usaré el baño de la habitación; deberías disfrutar aquí, Asuna. Te veré dentro de poco…

Tan pronto como me volví para irme, una mano sujetó la parte posterior de mi cuello. Tímidamente me volví para ver a la esgrimista mirándome, una mirada conflictiva estaba en su rostro.

— Rrrh –gruñó. Me pregunté qué tipo de ruido se suponía que debia tomar de eso, luego recordé una situación parecía que ocurrió en la tienda de baño allá en el campamento.

En ese entonces, Asuna tenia miedo de que los Elfos Oscuros masculinos entraran en la tienda mientras ella se bañaba, por lo que me quedé de pie fuera para vigilar. Eso significaba que probablemente ella quería lo mismo ahora.

— Ummm, va a ser bastante difícil que yo te vigile desde el exterior de un baño tan grande como este. Además, no puedo simplemente bloquear el paso de los NPC…

— Rrrh –volvió a gruñir, mirando el vestuario con anhelo. 

No parecía como si alguien más estuviese en el baño a esta hora, pero no haba forma de decir cuánto tiempo estaría así. En esta instancia, Asuna la entusiasta de baño solo tendría que desistir, eso me parecía claro.

— Rrrh… oh, ¡ya se! –elevó la voz de repente, saltando en el vestuario y sentándose en una de las varias sillas de mimbre. Ella abrió su ventana y comenzó a sacar objetos de aquí y allí.

Un montón de tela de colores y pequeñas cajas de herramientas de costura terminaron resonando en la enorme mesa de mármol. Quedé perplejo de lo que ella estaba a punto de hacer y pasé a través del arco para ver mejor.

Solo el salón de vestuario era enorme. El piso y las paredes estaban cubiertas por baldosas de blanco puro, un candelabro brillante colgaba del techo, y grandes macetas estaban puestas en las esquinas. No había secadoras automáticas o sillas masajeadoras, pero había una jarra de agua helada y varios tipos de frutas en la mesa central.

Mordisqueé lo que parecía como una uva enorme, luego alejé el resto de mi boca para observar el trabajo de Asuna. Ella usó la Botella de Cristal de Kales’Oh para reequipar su habilidad de Costura y estuvo a punto de hacer algo con los objetos que acababa de producir.

Como un hecho, esta podría haber sido la primera vez desde que vi la habilidad de Costura en acción. Asuna seleccionó un ligero trozo de tela color blanco de su montaña de textiles, luego sacó un par de tijeras de la caja.

Ella tocó las tijeras para mostrar la lista de elementos que pudiese crear. Hizo su elección, colocó las tijeras en la tela, luego la cortó con un sonido metálico brillante: ¡shwing! De repente, de la misma forma que los lingotes golpeados por el martillo de un herrero, la tela comenzó a brillar y cambiar de forma. Lo que emergió fueron dos trozos de tela exactamente de la misma forma.

Asuna devolvió las tijeras a la caja y juntó las dos piezas, luego comenzó a perforar el borde de la tela con una aguja plateada. Esa acción tenía que ser análoga al golpeteo de los lingotes con el martillo de herrero. Su manualidad era rápida y segura, y la costura estuvo hecha en momentos.

La tela volvió a emitir un brillo, luego se incrementó desde su estado plano hasta algo con forma de atuendo propiamente dicha, con volumen. Era un traje de baño de una pieza, ordinario.

— ¡Listo! –exclamó orgullosamente, sujetando el traje de baño en alto.

— Um… ¿vas a usar eso… en el baño?

— Eso no está contra las reglas, ¿o, sí? ¿O es que acaso el que yo use este traje de baño aquí va a incomodarte de alguna forma? 

— En lo absoluto –finalicé, sacudiendo mi cabeza. Con el tipo baño enorme que un castillo podría tener, una persona probablemente lo trataría como una piscina. De hecho, podría incluso ser divertido.

Yo no era particularmente devoto a bañarme en Aincrad, pero tenía que admitir que estaba un poco celoso en esta situación. Pero el único bañador que tenía a la mano era el par de boxers con logo de toro que obtuve como bono del Last Attack del General Baran, y no quería usarlos a menos que fuese una emergencia.

Miré de soslayo el traje de baño que mi compañera costurera estaba sujetando alegremente contra su cuerpo y grazné con envidia cuando ella se volvió brevemente y mostró una sonrisa amenazante. Tuve un mal presentimiento de la sonrisa satisfecha en su rostro.

— Por cierto, no te he dado un presente en recompensa, ¿o sí?

— Eh…n-no es necesario. Para empezar, no te di un presente físico, después de todo…

— No, pero me hizo más feliz que cualquier objeto comprado en una tienda. Por lo que quiero retribuírtelo con algo bueno. Y es Víspera de Navidad, después de todo.

— Um, b-bueno, si lo estas ofreciendo, aceptaré alegremente cualquier cosa que me des –dije, temblando por dentro ante su repentino tono y sonrisa amable. Asuna se volvió a sentar en la silla y sacó un trozo de tela negra de la montaña.

Ella cortó la pequeña tela con las tijeras y las cosió. Cuando la luz desapareció, ella estaba sujetando un par de pantaloncillos de surf –negros, justo de la forma que los quería.

— ¡Ohh, genial!

No tenia miedo de usar esos frente a los demás. Di un paso adelante con placer, pero ella levantó su mano derecha para detenerme. Con la misma mano, ella seleccionó un trocito naranja de la pila de tela. Los tres pasos de configuraciones, cortes y costura tomaron lugar en un instante, y el traje de baño brilló nuevamente.

De lo que pude ver, nada había cambiado. Ella se encontró con mi confusión con una mueca, luego vigorosamente volteó los negros pantaloncillos de surf para exponer su parte posterior.

— ¡¿…p-pero qué demonios es eso?!

Había un parche con forma de oso en el trasero de los pantaloncillos, brillando con un color naranja llameante.

— ¡Aquí tienes! ¡Feliz Navidad!

Ella sonrió y me los entregó. No tuve más elección que agradecerle y aceptarlos. 

¿El toro dorado sobre el rojo?

¿O el oso naranja sobre el negro?

Mientras vacilaba con la decisión final, Asuna se cambió a su traje de baño blanco de una pieza y abrió la puerta de cristal empañada en la parte posterior de la habitación, solo para dejar escapar un gritillo de asombro más grande del que haya emitido en Rovia.

Me acerqué, con los pantaloncillos aun en mano, y espié sobre su espalda. Incluso yo tuve que gruñir, asombrado.

El tamaño de la recámara de baño era del mismo tamaño que en la prueba beta, pero este había recibido una mejora visual considerable. Las baldosas en el piso eran de un blanco marfil tan puro que uno podía verse a través de ellos. El baño al fondo estaba hecho de basalto de ébano alineado horizontalmente que rodeaba el lago, pero pulidos con un brillo perfecto. De hecho era tan grande como una piscina.

El grifo dorado colocado en el muro estaba vertiendo una cascada de agua considerable que ya había llenado la tina, descendiendo desde el borde hasta el piso embaldosado. Incluso mejor, los muros este y oeste de la recámara estaban hechos de cristal, ofreciendo una enorme vista del lago y de la nieve que caía. No se encontraban elfos en el baño antes de nosotros –debería haber sido demasiado temprano para bañarse.

— ¡Entraré primero!

Asuna trotó sobre las baldosas, descalza, hacia la enorme tina. Observé la parte posterior, descubierta, de su traje de baño mientras yo retrocedía a la entrada. Con una última mirada a los pantaloncillos rojo y negro, abrí mi menú.

Con dos presiones del botón desequipar todo, coloqué los pantaloncillos negros en mi ranura de ropa inferior, coloqué los de color rojo en mi inventario, luego corrí detrás de mi compañera, quien aún estaba en la orilla de la tina.

Con un salto enorme, me lancé sobre ella y aterricé primero en el baño, levantando un enorme chorro de agua. La última cosa que oí antes del agua fue un aullido suprimido.

— ¡Fgyack!

Unos cuantos minutos después, el humor de Asuna se recuperó. Ella estaba sentada en la equina suroeste de la tina, mirando el lago nocturno allá abajo.

— Es sorprendente… el agua del baño y de la superficie del lago se funden de
tal forma que parece como si estuviésemos flotando en el cielo…

Ahora que lo decía, la vista mostraba esa imagen. Solo observé la asombrosa vista. 

— ¿Sabes cómo llaman ellos a esas piscina que parece que conectaran con el océano o algún lago? Piscina de borde infinito. Las encontraras en lugares turísticos y lugares parecidos en el extranjero.

— Ooh… borde infinito suena asi como una habilidad de espada –dije indiscretamente.

Ella sonrió: — Tienes razón. Probablemente una habilidad de daga.

— No, me refería a estoque.

La conversación parecía ligera e indefensa, pero en realidad estaba usando toda mi concentración y esfuerzo para mantener mi mirada fija en el lago exterior.

¿Cómo podía ser culpado? A solo unos cuantos pies a la izquierda, una chica preciosa con un traje de baño blanco estaba tendida boca abajo y estirando sus extensas piernas para flotar en el agua. Sin importar cuán lejos me retirase a mis recuerdos de la vida real, no había nada que me tuviese a mí junto a una chica en una piscina cálida como esta, completamente solos.

La escalofriante sensación de flote ayudaba a la escena a darle un poderoso toque de irrealidad. Me senté allí, contando inútilmente los copos de nieve cayendo en el exterior, cuando escuché el sonido de una puerta abriéndose detrás de nosotros. Asuna se sumergió apropiadamente en el agua hasta la altura de su boca. Me volví y vi la entrada de la recámara de baño.

Había una silueta delgada acercándose más allá del vapor flotante, pero no podía decir si era masculina o femenina. Me mantuve viendo hasta que un cursor amarillo apareció finalmente, y escuché una voz femenina muy familiar.

— Así que aquí están.

Oh, solo es Kizmel –pensé con alivio.

Seguidamente, la mano de Asuna se disparó como un rayo en la punta de mi cabeza, apretando mi cabello y forzándome a hundirme bajo el agua. Ella usó ese impulso para saltar de la bañera y correr hacia Kizmel.

Saqué la mitad de mi cabeza del agua, sintiéndome herido, solo para ver a Asuna tratar de empujar a Kizmel hacia atrás a través del vapor. No pude decir lo que estaban murmurando desde aquí, pero por alguna razón, en ese momento ambas retrocedieron hacia el cuarto de vestuario.

Antes de poder idear si unírmeles o esperar aquí, la puerta se volvió a abrir, y ellas volvieron al salón de baños. Asuna miró engreída, otra vez, con su traje de baño de una pieza, mientras que Kizmel usaba un bikini purpura sobre su piel oscurecida. 

Fue ahí cuando finalmente comprendí la razón por la que Asuna saltó del baño. Ella interceptó a Kizmel en un estado complemente indefenso y la convenció de volver para así poder usar uno de los traje de baños caseros de ella.

La Elfa Oscura siguió a Asuna hacia la tina y se abrió paso sobre mí, sentándose en la orilla de la misma.

— Asi que también estás usando tu ropa interior… quiero decir, «trajebaño», Kirito. Ciertamente la humanidad tiene algunas costumbres extrañas.

— Eh, supongo –gruñí.

Una tenue sonrisa se marcó en sus labios: — Pero me parece recordar que en la tienda de baño del campamento, estabas…


— ¡S-santo Cielo, que baño tan grande es este! –grité, cortándole de inmediato. Continué, ignorando la mirada sospechosa de Asuna–. ¡Si es así de grande este que está en el castillo del cuarto piso, no quiero imaginar cuán grande será la recámara de baño que tiene el castillo de la reina que está en el noveno piso!

— Pero claro. Está ubicado en un lugar más alto que este, con una vista de todo el noveno piso –explicó Kizmel. La mirada apuntada de Asuna se fundió en lo que sería el sueño de una joven. Kizmel se volvió hacia ella y miró con lamento.

— Pero me temo que solamente los oficiales nobles y los fieles caballeros de la reina pueden usarlo. Lamentablemente, no es posible que la humanidad pueda entrar…

— Oh, ya veo… pero este baño también es bastante hermoso. Casi deseo vivir para siempre en este castillo –respondió Asuna.

La caballero Élfico Oscuro sonrió nuevamente, luego miró hacia abajo, sus largas pestañas descansaban sobre sus mejillas. Tomó algo de agua en su mano y sacudió su cabeza: — Me alegra que les guste este castillo… pero lo mejor es no quedarse mucho tiempo.

— ¿Huh…? ¿Por qué?

— Como ven, el Castillo Yofel es una fortaleza impenetrable, rodeada por agua de lago y acantilados a los lados. Desde tiempos memorables, nunca ha cedido ante un ataque de Goblins, orcos, ni siquiera de los Elfos Caídos.

Ella pausó por un momento. Levanté mi rostro completamente fuera del agua para preguntar: — ¿Eso no es algo bueno? Pasamos por muchos problemas para recuperar la Llave Jade en el tercer piso, y ahora está sana y salva aquí, ¿no?

— Si… pero por su seguridad, las tropas establecidas aquí son demasiado descuidadas. Ellos condujeron de vuelta todos los ataques de los Elfos de Bosque, pero estos tienen sus fortalezas en la tierra y apenas tienen barcos. Ganar cada vez a través de ventajas sencillas hace que las habilidades y el corazón de uno se suavicen.

La ligera irritación que escuché en su voz hizo flotar algo al fondo de mi mente, pero no pude recordar que era.

Kizmel pateó la superficie del agua con su delgada y larga pierna, luego murmuró, descontenta: — Encima de eso, los sacerdotes exigen que no se use ninguna armadura de metal dentro del terreno del castillo, pues ellos encuentran el ruido algo incómodo. Con gente así cerca, no es de sorprenderse que las cosas por aquí sean tan suaves…

— Y esa es la razón por la que has estado usando vestido todo este tiempo –
notó Asuna. 

La caballero sonrió y asintió: — Parece bastante trivial en mí, ¿no?

— No del todo. Pero… es mejor usar lo que te gusta. Me pregunto si ellos también
nos reprenderían a nosotros si tuviésemos armadura de plata.

— Lo más probable. No hay necesidad de probar tu teoría.

— Buena idea.

Ellas rieron como hermanas. Mientras tanto, yo estaba tratando de sacar esa espinita de mí memora.

Hace tiempo, ¿cómo pudieron los Elfos de Bosque, con su carencia de barcos, haber intentado enviar grandes tropas a asediar el impenetrable Castillo Yofel? Si ellos realmente usaron la fruta-flotador, no me importaría verlo.

Sin embargo, esto significaba que si los Elfos de Bosque de hecho adquirían un número adecuado de barcos, las defensas del castillo podrían estar sin preparación. Pero los Elfos de Bosque, probablemente tuviesen su propio tabú acerca de talar árboles vivientes, por lo que no podían crear tantos barcos a la vez…

— ¡Oh!

Al final, la espina que bloqueaba mis pensamientos cayó, y exclamé, sorprendido. Me levanté con un chapoteo y me presioné contra el muro de cristal detrás de mí, mirando hacia abajo el lago que rodeaba el castillo.

El lago, brillando de color blanco en la oscuridad gracias a la nieve que se apilaba en el hielo, parecía bastante normal. Pero en ese momento, barcos, los suficientes para dar apoyo a un ejército, estaban en construcción al otro lado del piso. En el escondite de los Elfos Caídos.

— ¿Q-que sucede, Kirito-kun? –dijo Asuna. Me volví para mirarla.

— ¡Asuna, hoy es veinticuatro, ¿cierto?!

— Es obvio –apuntó, omitiendo la continuación–. Es Víspera Navideña.

Asentí vigorosamente. Hacia solo dos días desde que escuchamos la conversación entre el General N’ltzahh y el capataz Eddhu –durante veinte segundos. Ellos habían dicho que el plan se llevaría a cabo en cinco días. Es decir, el veintisiete… tres días a partir de ahora.

Los cálculos se completaron, me volví hacia Kizmel, demasiado bloqueado como para preocuparme por deleitarme en la vista de su bikini.

— T-tenemos un problema, Kizmel. Estoy casi seguro de que los Elfos de Bosque van a atacar este castillo dentro de tres días, y con todo un ejército.

Las finas cejas de la caballero Élfico Oscuro se tensaron. 

— Lo dije antes, Kirito. Los Elfos de Bosque duramente tienen barcos, y no pueden traer otros de allá abajo mediante el Árbol Espíritu. Incluso si intentan hundir esta isla, nuestros barcos podían despedazarlos en momento.

— Ese es el asunto…

Me detuve, inseguro de cómo explicarlo, pero Asuna llenó el hoyo con un grito ahogado.

— ¡Oh…! ¡¿Estás diciendo que los Caídos no van a atacar Rovia… sino este lugar?!

— ¿Qué? ¡¿Vieron a los Caídos en este piso?! –demandó Kizmel, levantándose del borde de la tina. Ambos asentimos, luego tomamos turnos para explicar todo lo que llevaba a esto, comenzando por el barco sospechoso que descubrimos en Rovia.

Luego de unos buenos diez minutos de explicación, el sonido de la notificación de avance de la misión sonó, y la ventana de registro se abrió para mostrar que la parte tres de la misión «El Carpintero Naval de Antaño» había finalizado. Significando que la «persona apropiada» a la que teníamos que alertarle era alguien de las Fuerzas Élficas Oscuras… en nuestro caso, a Kizmel.

Un bono considerable de puntos de experiencia me lanzó a mí al nivel 17 y a Asuna al nivel 16, pero no tuvimos tiempo de celebrarlo. Kizmel se levantó y dijo con tono agudo: — ¡No podemos estar aquí relajándonos, vengan conmigo!

Tras un apresurado cambio de ropa, fuimos llevados al quinto piso del castillo, el cual apenas pude visitar en la prueba beta.

Dos guardas armados estaban de pie fuera de la enorme puerta de la recámara, justo a la derecha de la cima de las escaleras. Con una mirada determinada de la caballero de elite, ambos retrocedieron rápidamente.

Al otro lado de la puerta estaba una gran oficina. Pero las ventanas estaban cubiertas con cortinas, haciendo que la habitación se viera artificialmente oscura. Cruzamos el cuarto, con cuidado de no tropezar la densa alfombra de aquí, luego nos detuvimos ante un pesado escritorio que había al fondo.

El escritorio de diez pies de ancho estaba hecho de madera negra pulida. Como los elfos solo podían usar madera que hubiese caído naturalmente, esto debía ser grandemente valioso. Con eso en mente, miré cuidadosamente a la figura sentada al otro lado.

Una lámpara encima del escritorio desprendía una luz llameante sobre un pergamino a medio escribir y una botella de tinta, pero por alguna razón, la luz no llegaba más allá del escritorio. Miré fuertemente en la densa oscuridad que cubría la silueta hasta que un cursor colorido saltó brillando contra la negrura. 

Rezaba: «Yofilis: Vizconde Élfico Oscuro». ¿Qué demonios era un vizconde?

Mientras estaba preguntándomelo, Kizmel presentó el saludo Élfico Oscuro del puño derecho en su pecho izquierdo.

— Vizconde Yofilis, perdone mi intromisión. Tengo un asunto muy urgente que requiere su atención.

Luego de una pausa, una voz regresó desde la oscuridad.

— Antes de escuchar tu reporte, ¿puedo saber por qué tienes dos humanos contigo, Kizmel?

Era una voz plana que podía ser tomada como joven o frágil. Pero no pude decir en ese momento si era masculina o femenina.

— Ah…

Kizmel bajó su cabeza para reverenciar otra vez, y yo di un paso al frente y presenté el mismo saludo. El pergamino con los detalles estaba en el bolso de mi cinturón, por eso lo produje y ceremoniosamente se lo coloqué en el escritorio.

Una mano delgada se extendió desde la oscuridad para tomar el pergamino. Con el rastro de un dedo, el sello se evaporó, y el pergamino cayó abierto.

—…ah, ya veo, ustedes son los que nos ayudaron a recuperar la primera llave. Supongo que eso no los convertiría en alimento para los peces del lago, entonces.

No podía decir si esa última parte era una broma o no. El Vizconde Yofilis colocó el pergamino en el cajón al otro lado del escritorio.

¡¿No lo piensas devolver?! ¡Esa es nuestra identificación dentro del castillo!

Pero mi pánico duró solo un breve instante. El vizconde sacó algo más del mismo cajón y lo entregó. Rápidamente coloqué mis manos en forma de copa y sujeté dos anillos. Estos estaban hechos de plata delicada, marcados con el sello familiar del cuerno y la cimitarra.

— Usen esos, y no serán perseguidos por los soldados de Lyusula. Asumiendo que ustedes no traicionen nuestro patrocinio, claro está –advirtió el vizconde. Hice una profunda reverencia, y regresé junto a Asuna.

Los dos anillos eran idénticos. Le entregué uno a mi compañera y coloqué el otro en el dedo índice izquierdo. A pesar de que mi avatar tenía diez dedos, SAO solo permitía un anillo equipado en cada mano. Ya tenía un anillo de fuerza +1 en mi mano derecha, una recompensa de una misión del tercer piso, por lo que esta usaba todo el potencial de mi anillo.

Resistí la urgencia de verificar de forma ruda las propiedades del anillo nuevo y escuché la conversación de Yofilis y Kizmel. 

— Entonces, Kizmel. ¿Qué reportes me tienes?

— Milord, de acuerdo a los guerreros humanos, Kirito y Asuna, nuestro peor enemigo, el General N’ltzahh de los Elfos Caídos está en este piso.

Un momento después, la mano extendida del vizconde golpeó el escritorio de madera negra.

—…ahh. Realmente esto es una información importante.

Imaginé que esta conversación era toda una parte preprogramada de la línea histórica de la campaña, pero no pude evitar temblar como si sintiese que la temperatura en la habitación descendiese muchos grados.

— ¿Qué es lo que está planeando esta vez ese villano?

— Bueno… parece que los Caídos tienen un trato muy serio con los Elfos de Bosque –comenzó Kizmel, y sumó los puntos importantes de lo que le habíamos dicho a ella en el baño.

El gran volumen de los barcos siendo construidos en el escondite de los Elfos Caídos. La probabilidad de que los Elfos de Bosque usaran esos barcos para atacar el Castillo Yofel en tres días. Su objetivo, la Llave Jade que era resguardada en el castillo.

— Ya veo… y ¿conocen el número de barcos que los Caídos están construyendo? –Yofilis le preguntó a Kizmel. Ella me miró. Rápidamente capté la atención y pensé en la imagen de la montaña de cajas de maderas en el almacén subterráneo.

Con toda honestidad, no tenía ni idea de cuanta madera podía representar cada caja, de cuanto se necesitaba para construir un bote. Pero en ese almacén eventual, Asuna y yo nos las arreglamos para escondernos en una caja. Eso tenía que ser una pista. En términos simples, una caja sería necesaria para un pequeño bote de dos asientos. Significaría que cinco cajas bastarían para los grandes botes de diez miembros atados en las afueras del castillo. Y que al menos cincuenta cajas estaban apiladas en ese almacén, por eso…

—…creo que al menos están construyendo diez botes capaces de transportar diez soldados cada uno.

La mano derecha de Yofilis golpeó nuevamente la superficie del escritorio.

— Hmm. Tenemos ocho botes de diez hombres en el castillo. Y ellos atacaran con más de eso, ¿eh?

—  Milord,  no  tengo  duda  del  coraje  de  las  tropas  del  castillo…  pero  ¿no deberíamos transportar la primera y la segunda llave a un piso más alto? –sugirió Kizmel. El vizconde no respondió al principio, pero golpeó el escritorio con más fuerza antes de hablar.

—…hay merito en tu propuesta. No podemos permitir que las llaves sean robadas de nuevo. Pero la labor de la gente de Lyusula siempre ha sido asegurarse de que las seis llaves estén dispersadas, para que así ellas no puedan ser reunidas. Si enviamos las primeras dos llaves al piso siguiente, estas se unirán a la tercera. Este no es un resultado muy deseable…

Kizmel asintió. Un silencio incómodamente pesado descendió, siendo solamente roto al final por Asuna.

— Eh, ¿Milord? ¿Qué sucede si las seis llaves se juntan? –preguntó honestamente. Yo me tensé, pero también quería conocer la respuesta. En la prueba beta, estuve tan centrado encontrar y perseguir las llaves, pero la historia actual detrás de ellas nunca estuvo clara.

Kizmel fue la primera en volverse y comenzó apresuradamente: — Asuna, eso no es…

Pero la mano del vizconde llegó de la oscuridad y le cortó en el acto.

— Está bien, Kizmel. Lo explicaré… pero no puedo responder tu pregunta, guerrera humana. Incluso como el último vizconde de Yofilis, una línea extendida mucho antes de la Gran Separación, solo conozco una pequeña parte de la leyenda que rodea a las llaves. La única persona que conoce toda la verdad es nuestra reina. No…

El vizconde calló y liberó un suspiro tan pesado que casi no podía creer que esto era parte de la historia de la misión de campaña.

— Podría ser cierto que incluso Su Majestad no supiese la verdad.

— Pero Vizconde Yofilis –comenzó Kizmel, su voz era fuerte.

El vizconde levantó una mano en señal de disculpa: — No, perdonen por decir esto. Guerrera humana, esto es todo lo que puedo decirte. La gente de Lyusula cree que  si  las seis llaves  secretas están  reunidas, permitiendo  que  la puerta  del Santuario sea abierta, una ruina terrible llegará a Aincrad. Por su parte, nuestros enemigos ancestrales, los Elfos del Bosque de Kales’Oh, tienen una interpretación distinta. Ellos creen que abrir el Santuario regresará todos los pisos de Aincrad a sus ubicaciones originales en la superficie y restaurará la gran magia de los elfos.

— ¡Ah…!

Tanto Asuna como yo gruñimos, sorprendidos.

Devolver a Aincrad a la superficie. 

Como Kirito, el jugador de VRMMO que vivía en la vida real, asumí que eso era completamente imposible. Los cien pisos de Aincrad, los cuales eran de seis millas de ancho cada uno, representaban una cantidad impresionante de datos. La idea de que esos cien pisos pudiesen ser colocados uno al lado del otro en un mapa incluso mayor al que los mantenía era completamente absurdo. Ahora que estábamos atrapados dentro del juego de la muerte, los productores del juego, Argo, sin duda alguna había salido del negocio, los servidores estaban bajo la supervisión de la policía.

Pero ¿eso significaba que la leyenda de los Elfos de Bosque era falsa y que la de los Elfos Oscuros era cierta?

No, eso era duro de imaginar, mucho. No sabía que significaba, en términos concretos, esa «ruina terrible», pero si en realidad significaba la destrucción de Aincrad y de todos los NPCs y jugadores dentro de ello, quería decir que cada jugador trabajando en la facción de los Elfos de Bosque en la campaña estaba en peligro de asesinar a todos aquí, incluyéndose. Era imposible imaginar que nuestro GM, Akihiko Kayaba, quisiera terminar con este pequeño juego antes de que incluso pudiésemos alcanzar el décimo piso –y basado en un malentendido, no menos. Además, la misión «La Guerra Élfica» tenía una conclusión separada para cada jugador o grupo que la iniciara. No podía ver a un único jugador que finalizara la campaña antes de que alguien más tuviese el permiso de dictar el destino de todo Aincrad, y si las partes Élfica de Bosque y Oscura terminaban al mismo tiempo, los resultados podrían ser contradictorios.

Términos como ruina y regreso tenían que ser no más que simples palabras claves que significaban darle más sabor al escenario y hacerlo más emocionante. Sin importar lo que sucediera en la misión, Aincrad realmente no se vería afectado.

Tras un breve momento para llegar a esa conclusión, estuve a punto de respirar y calmarme, cuando Asuna tiró de mi manga.

— Oye, Kirito-kun, ¿el general Élfico Caído no dijo algo sobre… abrir el Santuario
o algo así?

— ¿Eh? En realidad… ahora que lo mencionas…

Busqué frenéticamente en mis recuerdos y exitosamente reproduje el dialogo del General N’ltzahh. Pensé que podría ser importante contárselo a Kizmel y Yofilis, por lo que me volví hacia la oscuridad a través del escritorio y ajusté mi tono de voz de forma firme y apropiada.

— Ehh… Milord. El General N’ltzahh dijo esto: Cuando los Elfos Caídos recuperen  todas  las  llaves  y  abran  el  Santuario,  la magia  más  grande  de  la humanidad desaparecerá… 

— ¿…la magia… de la humanidad…? –Yofilis repitió con escepticismo. La mano sobre el escritorio se levantó de nuevo–. Kizmel. ¿Conoces que tipo de magia de la humanidad es?

— Bueno… aunque ellos son bastante inferiores a las razas élficas, los humanos aún tienen cierto número de encantamientos antiguos disponibles. Los únicos con los que estoy familiarizada son el encantamiento de Trazado Místico, en el cual sus armas y herramientas son colocadas dentro de pergaminos delgados, y el arte de Escritura Distante, para enviar mensajes escritos a lugares lejanos en un simple instante…

El primero se refería a nuestras ventanas de menú, y el último eran los mensajes instantáneos. En cuanto a las habilidades de apariencia mágica que un jugador pudiese usar, esas eran en las que podía pensar.

— Ahh. Eso suena útil, pero…

Yofilis parecía tener un hábito de detenerse a pensar. Los dedos tocaban la superficie de su escritorio, otra vez.

— No puedo imaginar que N’ltzahh se tomase la molestia de alinearse con los Elfos de Bosque solo para aprovecharse de esos miserables encantamientos de la humanidad.

Tales habilidades podrían ser «miserables» para un elfo usuario de magia, pero un jugador si su menú estaba en aprietos. Por otro lado, ese resultado era inimaginable. Un RPG sin su pantalla de menú era como una bicicleta si sus manubrios o pedales.

Unos segundos después, la voz de Yofilis volvió, devuelta a la cadencia estable de una conversación centrada en el tema.

— Pero de cualquier forma, la Llave Lapislázuli sellada en este piso probablemente deba ser reunida. Pero los guardias del castillo deben prepararse para el asedio de los Elfos de Bosque. Guerreros de la humanidad, ¿ayudaran a Kizmel a recuperar la segunda llave?

Una marca dorada «!» apareció en medio de la oscuridad. Este marcador de misión NPC solo era visible para mí y para Asuna. Por un momento, me pregunté si ese era otro encantamiento humano. Asuna y yo nos miramos el uno al otro y asentimos.

— Si, ayudaremos.

El signo de exclamación cambió a signo de interrogación. Con eso, la misión de campaña se resumió en el cuarto piso.

Kizmel hizo una reverencia profunda al vizconde una vez mas, luego se volvió hacia nosotros, sonriendo: 

— Es un trabajo crítico, pero peligroso, sin embargo, estoy contentísima de luchar a su lado una vez más. Trabajemos juntos otra vez, Kirito, Asuna.

— ¡Dalo por hecho!

— ¡Hagámoslo, Kizmel!

Apenas los gritos salieron de nuestras bocas cuando una tercera barra HP y el nombre aparecieron en nuestra lista de grupo en la parte superior izquierda de mi campo visual.

— Oohhh, eso me tenía con los pelos de punta…

— No te culpo. El vizconde en uno de los más antiguos de todos los Elfos Oscuros. Yo también estaba un poco nervioso.

— ¿Y tú también, Kizmel? Por cierto… ¿qué edad tienes? –pregunté con indiferencia, pero Asuna me dio un codazo fuerte en un costado, y Kizmel aclaró su garganta, incomoda.

— Kirito, no conozco sus costumbres humanas muy bien que digamos, pero entre la raza élfica, se considera cruel preguntar personalmente la edad de otro.

— Oh, no lo sabía. L-lo siento.

— Déjame decir que soy considerablemente más joven que el Vizconde Yofilis.

— E-entendido. Me sorprende que un maestre de tan esplendido castillo tenga guerreros blandos y sacerdotes arrogantes trabajando bajo su orden, sin embargo
–murmuré  mientras  descendía  los  escalones.  Kizmel  colocó  una  mirada  de preocupación.

— Si… pero hay una razón. El Vizconde Yofilis sufre de una debilidad muy considerable. Por eso, él no puede exponerse a la luz brillante. Él ha estado en esa recámara por mucho tiempo, la mayoría de los soldados ni siquiera han visto su rostro.

— ¿Está enfermo? ¿Incluso siendo un elfo?

— Los elfos viven mucho tiempo, peor no somos inmunes a las enfermedades. Los sacerdotes dejan sus influencias correr descontroladamente porque ellos no están a la vista. Y aun así, son inútiles en batalla. En un estado de asuntos muy problemático…

Kizmel sacudió su cabeza y se detuvo frente a su habitación en el cuarto piso, pero cuando habló otra vez, ella recuperó su semblante normal.

— En fin, aprecio la información crucial que han traído consigo. Ya es muy tarde, así que comenzaremos nuestra labor en la mañana. Descansen –no se queden despiertos toda la noche. 

— Lo prometemos.

— Buenas noches, Kizmel.

La Elfa Oscura sonrió y asintió, luego retrocedió a su habitación privada. La barra HP recién aparecida tintineó de la nada con un pequeño ruido triste, pero ella se reuniría al grupo cuando nos viésemos en la mañana.

Asuna y yo caminamos diez yardas por el pasillo y entramos en la suite en la habitación contigua.

Abrí mi ventana y verifiqué la hora para darme cuenta de que, de alguna forma, ya eran más de las diez de la noche. La nieve caía silenciosamente al otro lado de la ventana, y los arboles frente al jardín ya estaban cubiertos de color blanco.

Nos detuvimos en el centro de la sala de estar, contemplando la vista nocturna, cuando recordé algo y levanté mi mano izquierda. Toqué el anillo plateado con mi otra mano. La ventana de propiedades me dijo que se llama Sello de Lyusula.

— Efectos mágicos… ohh, agilidad +1… y un pequeño bono de ganancia de efecto de habilidad. Eso es bastante bueno.

— Mmm –murmuró Asuna, mirando mi mano. Por alguna razón, ella frunció el ceño, luego bajó la vista hacia su propia mano, se ruborizó, y rápidamente tocó su mano derecha con su izquierda. Aparentemente ella solo había cambiado el dedo donde estaba el anillo, pero no sabía por qué necesitaba hacer eso con tanta prisa.

— ¿…s-sucede algo?

— ¡Nada! –aclaró con resolución absoluta, por lo que fue el fin de eso.

— Umm, bueno, creo que iré a la cama… oh, pero antes de eso, iba a preguntarte algo.

— ¿…qu-qué?

— Es sobre el nombre del maestre del castillo. ¿Qué es un v…vizz-conde? – pregunté, curioso. Ella me dio una mirada extraña, luego suspiró ampliamente.

—…se pronuncia viz-conde.

— ¿Eh?

— No pronuncies la s. Es un rango noble. Escuchaste a Kizmel llamarlo «Milord», ¿no?

— Ohhh, e-entonces eso es lo que significaba. Um, entonces… ¿cuán alto está un vizconde…?

— Normalmente, va desde Duque, Marqués, Conde, Vizconde, Barón, desde lo más alto a lo más bajo. Sin embargo, no sé cómo va el orden en los Elfos Oscuros. 

— Ya veo, entiendo. Gracias por la explicación. Entonces, eh… es un poco tarde, ¿Qué tal a las seis de la mañana?

Ella asintió sin mediar palabra.

— Grandioso. Bueno, entonces… buenas noches.

Sentía curiosidad acerca de por qué mi compañera se ruborizó y se distanció, pero imaginé que volvería a la normalidad luego de una buena noche de sueño. Pero justo cuando abrí la puerta hacia mi habitación, ella habló.

— Kirito-kun.

— Eh… ¿sí?

Me volví para ver que la esgrimista estaba de pie en el centro de la habitación. Se encogió un poco de hombros y me miró.

— Eh… dije esto antes cuando íbamos al baño, pero quiero volverlo a decir – gracias por el día de hoy. Fue más divertido y adorable que cualquier Navidad que haya tenido en el mundo real.

Eso me tomó por sorpresa total. No tenía ni idea de cómo responder.

— ¿…qué tipo de Navidades tuviste allí?

— Hmmm…

Ella giró el talón de su bota sobre la espesa alfombra y una pequeña sonrisa recorrió su rostro.

— Hubo una vez que supusimos quedarnos en casa porque habría una fiesta Navideña familiar, pero mis padres no llegaron hasta muy tarde, y tuve que comerme el pastel por mi cuenta… en realidad, fue prácticamente así cada año.

— Oh… ya veo.

Me sentí apenado de que lo único que pudiese ofrecerle en respuesta fuesen simples murmullos, pero no tenía nada mejor para comentarle. Durante los últimos dos años, me involucraba muy temprano en las celebraciones de Navidad familiares para así poder ingresar y participar en los eventos festivos en juegos online.

— Bueno… me alegra que hayas tenido un buen momento. Si solo hubiésemos preparado un pastel –murmuré.

La tenía sonrisa en el rostro de Asuna se hizo más clara: — Sí. Pero… podemos ahorrarlo para la próxima Navidad.

—…si. Cierto.

— Bueno, me voy a dormir. Buenas noches. 

— Buenas noches.

La miré pasar a través de la puerta al otro lado de la habitación, luego entré en la mía y cerré la puerta. Era bastante espaciosa, aunque no tanto como el cuarto compartido. Había una cama doble en el centro, un gran cofre que servía como un almacenador de objetos adicional debajo de la ventana, y un vestidor con un espejo de tres lados, el cual no me era de utilidad.

Me quité el abrigo, las botas, y el protector antes de saltar hacia la cama.

— ¿…la próxima Navidad, eh?

Asuna probablemente quiso decirlo de la forma más inocua posible, pero la frase arrastraba un significado muy pesado. Hoy era el cuadragésimo octavo día del juego de la muerte. Duramos veintiocho días para completar el primer piso, diez para el segundo, y siete para el tercero. Nos tomó tres días para llegar a la mitad del camino en este piso.

Era confortable ver que nuestro ritmo aumentaba, pero no quería creer que fuésemos más rápido. Si asumíamos que cada piso duraría una semana aproximadamente, eso nos podría a un ritmo de finalizar los últimos noventa y seis pisos en 672 días –más o menos un año y diez meses.

Eso básicamente garantizaba que estaríamos atrapados en Aincrad para la próxima navidad. Quizá Asuna no  había pensado en eso cuando habló, pero mirando el tejado e imaginando todos esos pisos que habían encima me hacía sentir como si estuviese siendo aplastado con todo el peso que tenían.

Teníamos un amplio margen de seguridad en términos de nivel, peor no había zona segura garantizada en los MMORPGs. No si de repente encontrabas un montón de monstruos poderosos formados en un grupo. No si no podías recuperarte de los estados de efectos negativos lo más rápido posible. No si tropezabas y caías de una altura de unas cuantas docenas de pies. Todo eso sería suficiente para llevar mi HP a cero, haciendo que NerveGear friera mi cerebro real, en donde sea que me encontrase ahora. Así, Kirito y Kirigaya Kazuto dejarían de existir, desapareciendo de dos mundos al mismo tiempo, como la espuma en un lecho de rio.

Claro, tuve la opción de establecerme en el Pueblo de los Inicios en el primer piso. Pero en lugar de eso, saló de la ciudad cuarenta y ocho días atrás en busca del siguiente pueblo, conducido por algo. Y antes de separarme de ni primer y nuevo compañero –no, antes de abandonar a un pobre novato de  SAO– le dejé un pequeño consejo.

Tenemos que hacernos más y más fuertes con el fin de sobrevivir. Los MMORPGs son una batalla por los recursos del sistema. Hay bastante oro, recompensas, y experiencia a repartir, por lo que mientras más obtengas, más fuerte te harás. 

Sabía que tenía la razón. El motivo por el que sobreviví hasta este día fue porque usé mi conocimiento de beater y la experiencia para hábil y eficientemente generar oro, niveles y botines raros. Hubo varias ocasiones donde pude haber muerto si mi nivel fuese menor o mi equipo fuese un punto más débil.

Pero eso fue porque elegí dejar la seguridad y conquistar el juego de la muerte por mi cuenta.

¿Por qué hice eso?

Reproduje lo que Asuna había dicho poco después de conocerla en el pueblo de Tolbana en el primer piso.

Si solo fuese a ocultarme en la primera ciudad y perder el tiempo, preferiría ser yo misma hasta el último momento. Incluso si eso signifique morir en manos de un monstruo… no quiero dejar que este juego me derrote. No dejaré que pase.

Se trataba de una motivación muy propia de Asuna –peligrosa, valiente y admirable. Pero no dentro de mí no tenía el mismo pensamiento.

¿Qué pasaba con Lind de los Dragon Knights Brigade? ¿Kibaou de los Aincrad Liberation Squad? ¿Diavel, el antiguo beta tester que pereció en la batalla contra el jefe del primer piso? ¿Qué razones habían inclinado la balanza hacia la muerte, llevándolos a dejar la seguridad del pueblo para ir hacia el peligro de la selva…?

Seguía contemplando el techo oscuro, pensamientos libres daban vueltas y vueltas en mi cabeza, cuando apenas escuché el sonido de la otra habitación abriéndose hacia la sala de estar.

Probablemente era solo Asuna preparándose para otro baño, asumí. Pero varios minutos después, no escuché el sonido de otra puerta abriéndose o cerrándose. Asuna no fue de la sala de estar hacia el baño o hacia el pasillo o siquiera a su propia habitación.

—……

Tras otros diez segundos de escucha, salté de la cama, caminé sobre la alfombra, descalzo, hacia la puerta, y cuidadosamente giré el pomo.

Las luces de la sala de estar estaban apagadas. Pero la iluminación nevada de la ventana llenaba la habitación con un tono monótono de luz y sombra.

Lentamente estudié toda la habitación hasta que encontré una silueta redondeada y solitaria en el gran sofá junto a mi pared, ambas piernas enrolladas en una bola.

Tras un momento de vacilación, abrí ampliamente la puerta y pasé al cuarto común. Ella ahora debió haberse percatado de mí, pero ni siquiera se movió de donde estaba. 

Me acerqué al sofá tan silenciosamente como podía, aunque no supe por qué.

— ¿…no puedes dormir?

Luego de unos momentos, la pequeña cabeza asintió. Unos segundos más tarde, murmuró:

— La cama y la habitación son demasiado grandes…

—…se a lo que te refieres. Cuando usé los grandes cuarteles en el segundo piso para desconectarme estando en la prueba beta, nos colocaron en pequeñas literas
–respondí, sentándome en el otro extremo del sofá.

Si solo tuviese la habilidad de preparar una buena taza de leche caliente. Lamentablemente, no tenía leche en mi inventario, y la habitación no tenía una estufa. A cambio de ello, hice algo que normalmente nunca haría: dije en voz alta mi propia conjetura sin basamentos.

— ¿Comenzaste a pensar sobre el próximo año?

Ella se quedó absolutamente inmóvil en el sitio donde estaba, a unos cinco pies de distancia, luego asintió nuevamente, su frente se presionó contra sus rodillas. Luego de un momento, su susurró calmado se escurrió en la habitación.

— Hasta ahora, he estado tratando de no pensar en el futuro distante. Me dije a mi  misma que solo me centraría en lo que necesitase hacerse cada día. Pero eso era lo mismo que tratar de escapar del futuro. Sin siquiera pensar en el número de pisos restantes o cuánto tiempo tomaría… solo estaba tratando de evitar enfrentar la pregunta de cuánto tiempo podría sobrevivir en este lugar. Pero luego me encontré sentada en mi habitación, mirando la ventana… y eso simplemente… salió de dentro de mí –los brazos que sujetaban sus rodillas se tensaron y se pronunciaron.

—…quiero sobrevivir hasta la próxima Navidad y ver la nieve caer en Aincrad nuevamente –confesó, terriblemente doloroso, pero casi en silencio.

Sabía que necesitaba decir algo, pero mis labios se sentían como si estuviesen sellados. No podía hablar.

Quería decir: «No morirás antes de la próxima Navidad… o antes del día que
acabemos este juego. Sobrevivirás». Pero ¿qué prueba tenia de eso?

Obviamente, la habilidad de batalla de Asuna era insuperable en el grupo de la línea delantera, y la calidad de su equipo estaba garantizada. Pero tal como me lo había dicho minutos antes, un sencillo error aquí o un salto desafortunado fácilmente podría matar a un jugador. Si no podía asegurarme de que no moriría, ciertamente no podía ofrecer una garantía vacía a alguien más. 

Luego de un momento de silencio, tan largo que ni siquiera sabía cuánto tiempo había transcurrido, me las arreglé para clamar algo desde la garganta de mi avatar.

—…lo siento. No puedo decir nada. No tengo la fuerza para darte un consejo en este momento…

Por primera vez, Asuna había revelado su miedo acerca del juego y la esperanza del futuro, y yo fui tan patético que no podía conseguir algo mejor que alegar. Me levanté, listo para volver a mi habitación.

Pero justo cuando pasé frente a Asuna en el extremo derecho del sofá, ella extendió una mano y sujetó el borde de mi camiseta. Ella tiró de mí con una fuerza sorprendente hasta que me sentó junto a ella.

— Entonces hazte más fuerte –contuve la respiración.

— ¿Huh…?

— Hazte más fuerte. Hasta que un día… puedas decirme, decirle a la gente asustada como yo, que todo estará bien.

Una vez más quedé sin habla. Bajé la vista hacia mis manos.

¿Cuántos niveles necesitaba ganar para ser capaz de decirle eso a alguien? Otros veinte o treinta no serían suficientes.

Me sentí atacado por una sensación de que la fuerza de la que Asuna hablaba era de un tipo distinto –algo en lo que generalmente yo no me encontraba pensando.

Ella se inclinó hacia la izquierda y posó su pequeña cabeza sobre mi hombro derecho.

— No tienes que decir nada en este momento, mientras te quedes sentado allí hasta yo quedarme dormida.

— Um… eh, de acuerdo –declaré. Asuna sonrió y cerró sus ojos.

En menos de un minuto, escuché el verdadero sueño en su respiración. Ella dijo que hasta que se quedase dormida, por lo que si yo la enrollara en el sofá y regresar a mi recámara, ella no se quejaría, pero dada la dificultad de permanecer dormida, eso parecía casi imposible.

Estuve pegado allí hasta que ella eventualmente despertó. Traté de relajar mis hombros y me incliné contra el respaldar del sofá.

Ser más fuerte.

Esa era una orden que yo mismo me había dado cuando me alejaba corriendo del Pueblo de los Inicios –o escapando, dependiendo de cómo lo vieses. Me apresuré para ganar niveles, obtener nuevo equipo, y hacerme poderoso más rápido que alguien más, por alguna razón no podía realmente explicarlo. Fui conducido por algo que no podía nombrar.

¿Fue Asuna quien me dio una razón? Tenía que ser más fuerte para así la próxima vez que ella o alguien más revelara sus debilidades ante mí, yo pudiese ser esa presencia confortable que dijese: «No, no morirás, todo estará bien». ¿Estaba bien para mí pensar de esa forma…?

De repente, Asuna tembló mientras se apoyaba en mí. No se había despertado –debió haber sentido un escalofrió en su sueño. La noche de invierno parecía bastante helada solo para una sola túnica.

Si solo tuviese algún tipo de habilidad de jugador para preparar una manta bastante cálida para ella. Lamentablemente no había nada parecido en mi inventario…

—…oh –murmuré y abrí mi ventana. Encima de la pestaña de inventario, seleccioné un objeto en particular y lo materialicé.

Un delgado y plateado elemento cayó ligeramente en mis manos –la Sábana de Argyro que llegó a ser práctica en el escondite acuático de los Elfos Caídos. Solo quedaba un poco de durabilidad, pero como no estábamos en el agua en este momento, no se drenaría.

Coloqué la sábana alrededor de nosotros, y el frio que llenaba la habitación parecía desvanecerse en el acto, trayendo una somnolencia placentera a mi mente.

Antes de cerrar mi ventana, coloqué mi alarma para que se activara a las cinco y media de la mañana, y cerré mis ojos.

El 25 y 26 de diciembre pasaron en un abrir y cerrar de ojos mientras los pasamos completando las tareas de las misiones la «Llave Lapislázuli» para el Vizconde Yofilis.

Esas, por ningún sentido, fueron misiones fáciles, pero con el último aumento de nivel para ambos, además de la abrumadora presencia de Kizmel, la caballero de élite, nunca forcejeamos en ningún punto.

Las misiones de preludio en el primer día nos hicieron correr de aquí para allá, pero por la tarde del segundo día, encontramos la mazmorra subterránea que albergaba la llave. Derrotamos un monstruo jefe tipo dullahan, su cuerpo cubierto de verdín, para ganar la segunda de las llaves secretas, esta era de un brillante azul marino. No hubo ataques sigilosos pos los Caídos enmascarados, no esta vez, y estuvimos de vuelta en el Castillo Yofel antes de la cena.

Tras reportar las misiones al vizconde y recibir nuestras recompensas considerables, la gran ventana en el extremo oeste del salón mostró un atardecer brillante. Me estiré lo más que pude en la luz rojiza. 


— Mmm… bueno, nos las arreglamos para obtener la segunda llave tal como lo planeamos. El vizconde la colocó en esa pequeña recámara detrás de su escritorio. Me pregunto si la primera también estará allí –murmuré para mí mismo.

Kizmel respondió a esa pregunta, feliz de estar de vuelta en su armadura cotidiana: — Es cierto. Eso significa que si los Elfos de Bosque se las arreglas para llegar al quinto piso del castillo, es bastante probable que se hagan con las llaves. El Vizconde Yofilis podría ser excelente con su estoque, pero no puede ser forzado a luchar en su estado enfermizo.

— No te preocupes, Kizmel. Ellos ni siquiera pondrán un pie en el muelle, mucho menos llegar al quinto piso –proclamó Asuna con confianza. Ella había estado bastante enérgica y llena de determinación durante los últimos dos días. Ella debió haber disfrutado bastante la oportunidad de luchar nuevamente junto a Kizmel–. ¡Ya sea que vengan con diez o veinte barcos, los hundiremos todos!

— Ja, ja, ja, me alegra oírlo –dijo Kizmel, dándole una palmada a Asuna en la espalda antes de volverse hacia mí–. Kirito, Asuna, el hecho de que hayamos recuperado la Llave Lapislázuli en solo dos días es señal de que no se trata de su propia fuerza, sino de su barca. Y lo que me alegra más es que eligieron el nombre de mi hermana para tan hermosa embarcación…

Ella caminó y se dirigió hacia la ventana más cercana. La ventana que daba hacia el norte dejaba ver el jardín frontal y la entrada, así como también el extenso muelle que estaba más allá de este. A los lados del muelle habían ocho góndolas grandes pintadas de negro, y una pequeña –nuestra Tilnel– meciéndose en las olas.

— Mi hermana, desde que era muy joven, amaba nadar. Ella y yo, con frecuencia, navegábamos en un pequeño bote en una ciudad del noveno piso. Mirar a la Tilnel me trae viejos recuerdos…

Asuna silenciosamente se acercó a la evocada Kizmel desde la derecha. Observé la puesta del sol brillar en sus cabellos y pensé profundamente.

La posibilidad de que la herborista Élfica Oscura llamada Tilnel, quien era la hermana gemela de Kizmel, en realidad existiese como una NPC en Aincrad era muy baja. El periodo operativo de SAO comenzó hacia escasos cincuenta días. En un sentido, los Elfos Oscuros de Kizmel, y sus enemigos Elfos de Bosque había nacido en ese instante. Tilnel no era más que información creada para servir como trasfondo para Kizmel.

Pero cada vez que Kizmel hablaba de sus recuerdos sobre Tilnel, esos datos en el servidor se sobrescribían de una forma más detallada. Incluso una mujer que existiese solo como una información de trasfondo se volvía verdad mediante esos recuerdos… era lo que a mí me parecía. 

Aclaré mi garganta estando al lado izquierdo de Kizmel, y le dije algo que Asuna y yo estuvimos discutiendo durante las misiones de la llave.

— Eh, Kizmel. Tenemos una petición.

— Siempre y cuando pueda ser de ayuda.

— Si, bueno… nuestros libros de Trazado Místico no pueden albergar grandes objetos como barcas, pero tampoco podemos subir por nuestra cuenta el Pilar de los Cielos con ellos. Cuando nos movamos al quinto piso, necesitaremos que mantengas a la Tilnel en algún lugar de este piso –mientras la Elfa Oscura escuchaba pacientemente, Asuna dijo a continuación.

— Veras, Kizmel, antes de que nos vayamos al quinto piso, Kirito y yo queremos dejar a la Tilnel contigo. Incluso si solo la dejas aquí en el muelle del Castillo Yofel…

La noche anterior, ambos discutimos de que si eso sería al menos posible. Si el sistema del juego lo prohibía, temíamos que esto pudiese crear estrés excesivo en la IA de Kizmel.

Normalmente, no era posible traspasar objetos a los NPCs. Cuando encontramos el sello del caballero Élfico Oscuro en la cueva del tercer piso para dárselo a Kizmel, ella clamó que debíamos entregárselo al comandante, nosotros mismos. Y cuando Asuna le dio a Kizmel su bikini purpura en el baño, Kizmel lo devolvió antes de que pudiésemos dejar el cuarto de vestuarios.

Pero no habia necesidad de cambiar la titularidad del objeto si solo lo dejábamos atado en el muelle. Si Kizmel simplemente aceptó a la Tilnel en espíritu, y pensaba en su hermana cada vez que la miraba, eso era todo lo que podíamos pedirle. La forma de llegar desde este castillo hasta la torre laberinto era un problema, pero teníamos los flotadores si eso venia al caso.

Mientras esperábamos su respuesta con la respiración contenida, la caballero se volvió hacia la ventana, su armadura tintineaba.

Luego de unos momentos, su voz emergió –suavemente, pero con una emoción que nunca se escucharía de un NPC.

—…claro. Por supuesto que pueden. Tomaré toda la responsabilidad de su
precioso bote. Pero prométanme una cosa.

— ¿Dinos, Kizmel?

— Vuelva a este castillo alguna vez, y denme un paseo en ella. Entonces fue nuestro turno de gritar: ¡Por supuesto! 

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