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progressive 4 capitulo 3

Capitulo 3
Scherzo of Deep Night

Veintitrés monedas de cobre con un valor de diez Col cada una.

Nueve monedas de plata a cien Col cada moneda.

Dos pequeñas monedas de oro por quinientos Col cada una.

Una gran moneda de oro con un valor de mil Col.

Tres gemas de una calidad respetable.

Un collar que parecía poseer algún efecto mágico, además de una pulsera y dos anillos con características similares.

Esa era la lista de objetos que Asuna y Kirito encontraron en el templo a las afueras de Karluin antes de que el buff se terminara. No sabía nada sobre las gemas y los artefactos hasta que los tasaron, pero en total deberían sumar más de cinco mil Col. Era un botín impresionante por solo una hora de trabajo.

Justo después de dar un último barrido al templo vacío para confirmar que no había más objetos brillantes, el ícono de estado dejó de parpadear y desapareció.

— Uff...

Asuna soltó un pesado suspiro y se desplomó en una banca rota al lado de Kirito.

Miró hacia las reliquias (los tesoros) que habían recolectado, distribuidas cuidadosamente en una manta que habían puesto y suspiró de nuevo.

— Sí... veo lo peligroso que puede ser volverse adicto a esto.

— ¿Cierto? En la prueba beta había personas que dejaban de subir niveles por completo solo para volverse “recolectores de reliquias”. Los llamábamos “acaparadores” por respeto.

— No veo cómo ese término puede ser respetuoso...

Ella tomó una joya roja de la manta y lo puso en la palma de su mano. Era divertido arrastrarse y avanzar a través del templo buscando puntos brillantes, pero una vez que el efecto mágico terminaba podía sentir un poco de culpa tirando de su corazón.

De cierta forma, para esos jugadores que se inclinan más por trabajos artesanales, o que nunca dejaban el pueblo de los inicios, esta era una de las pocas formas de hacer dinero dentro de las zonas seguras. Si las reliquias no reaparecían, eso haría esa sensación aún peor. Ellos no estaban aguantando hambre, ni en busca de dinero, por lo que el hecho de adelantarse y tomar la ventaja en esta búsqueda de reliquias no era más que un acto de avaricia.

Puso la joya de nuevo sobre la manta. Cuando Kirito habló a continuación, no se podía escuchar el usual tono sarcástico en su voz.

— Eres muy amable.

Lo dijo a modo de reconocimiento por su arrepentimiento, pero ese mensaje no alcanzó su mente en primera instancia. Sólo luego de tres segundos se enrojeció por la sorpresa.

— ¿H-huh? ¿Qu...? Yo no... ¿Qué quieres...?

Kirito sonrió tímidamente y dijo:

— No necesitas sentirte culpable, Asuna. Comparado con todas las reliquias en el pueblo, lo que recogimos es una ínfima parte.

Con un poco de vergüenza, alcanzó la armadura de Asuna y le dio uno golpecitos en su hombro derecho para animarla.

Antes, ella le habría podido dar un puñetazo y demandarle que no la tocara de esa forma de nuevo, pero esta vez, Asuna solo podía contener su respiración y mantener controlada la cantidad de emociones dentro de sí.

Se sentía culpable por divertirse coleccionando las reliquias sin pensar en lo que eso implicaba, pero también quería argumentar que, también ella, estaba asustada cada vez que salía a luchar contra los monstruos. La combinación de estas dos emociones explotó en su interior, sacando a la luz los sentimientos que había tratado de reprimir con una gran urgencia.

Ella quería enterrar su cara en el pecho de su compañero, el espadachín de cabello negro que se alió con ella sin otra razón más que hacerla avanzar de forma eficiente a través del juego mortal, y llorar sin parar. Ella quería dejar de lado el rol de jugadora de élite, un honor que nunca quiso, tirar todas las limitaciones que se le habían impuesto, y gritar y llorar como una pequeña niña. Quería ser liberada y que eso fuera aceptado, perdonado y consolado.

Pero eso no era una opción.

No podía agarrarse a Kirito durante sus momentos de debilidad. Ya había sacado suficiente provecho de sus conocimientos. ¿Cuántas preguntas había respondido solo en el primer día que habían pasado en este piso? Y lo contrario casi nunca había sucedido.

Si ella dependía de él por más tiempo, no podrían seguir siendo compañeros de juego. Serían más como protector y protegido. En términos de videojuegos, eso ya era cierto. Es por eso que ella tenía que ser su igual en combate y controlar sus emociones.

A su lado izquierdo, donde Kirito no podía ver, ella agarró su estoque, reprimiendo una tormenta de impulsos. Eventualmente, la gran marea de emociones comenzó a decrecer, regresando al fondo de su corazón, donde las mantenía.

Asuna dejó salir un largo y lento suspiro, para luego sonreír débilmente a su compañero.

— Si... gracias, estoy bien. No me arrepiento, me divertí mucho... pero supongo que estoy satisfecha con lo de buscar reliquias por el momento.

— Muy bien –dijo Kirito, sonriendo y asintiendo. Tomó una bolsa de cuero vacía de su inventario y puso las monedas y accesorios dentro de esta. Luego dijo amablemente–. Cuando dije que no deberías sentirte culpable, era cierto. Hay templos y plazas como este por toda la ciudad...

— Claro...

— Y no sabemos con exactitud si no volverán a aparecer...

— Cierto...

— Además, encontrar reliquias en el pueblo es más como un subproducto de la verdadera búsqueda del tesoro de Karluin.

— Cierto... Alto, ¿en serio? –preguntó confundida–. ¿A qué te refieres?

— ¿Ves como no nos hemos encontrado con ningún miembro de DKB ni de ALS alrededor del portal de teletransporte o en algún otro sitio? Bueno, presiento que ellos son los que están buscando reliquias para financiar sus cofres de guerra o algo así.

— Puede que tengas razón...

Ella observó a su compañero, preguntándose hacia dónde se dirigía su conversación. Kirito extendió su dedo y señaló directamente al suelo.

— Creo que ellos están debajo de nosotros.

— ¿Debajo?

— Sip. Existe una enorme catacumba debajo de Karluin... Básicamente, una mazmorra. Es tan grande que se extiende más allá del límite del pueblo, ahí es donde comienza la verdadera búsqueda del tesoro. Lo que encontrarás aquí es nada en comparación a eso.

— ¿Qué...?

— Así que no hay razón para sentirse culpable sobre esto. Vamos, vayamos a tasar estas cosas, convertirlas en efectivo y repartirlo entre ambos. Luego podemos ir a alguna armería a mejorar nuestro armamento...

— ¿Huh? ¿Huh? ¿Huuuuuuh?

Algo más atravesó a Asuna desde el fondo de su corazón, pero a diferencia de la vez anterior, esta era más como furia y no remordimiento. Convirtió su mano derecha en un puño y dijo:

— ¡¡¡Deberías... haber... dicho...eso...antes!!!

Su gancho derecho cortó el aire y habría golpeado a Kirito en su flanco izquierdo, de no ser por el código anti-criminales. Las chispas moradas que resultaron, iluminaron brevemente el templo en ruinas.

La única forma de ver las propiedades de un ítem no identificado era llevarlo con un jugador o NPC con la habilidad de tasado. El primero aún no era muy común, por lo que fueron a ver a un mercader NPC en Karluin para que identificara sus joyas y accesorios.

Las gemas eran todas de Nivel D y apenas valían quinientos col cada una; el collar era +3 para la habilidad de recitación, la pulsera era +4 para la habilidad de mezclar y uno de los anillos agregaba un 1% de resistencia a la parálisis. No era un gran botín, pero el otro anillo poseía un efecto desconocido: Candlepower.

Mientras se iban, Asuna examinó el anillo de plata con la roca amarilla y Kirito sugirió:

— ¿Por qué no lo equipas? Puede ser de utilidad.

— Emm... ¿Tú lo crees? Pero...

Lo habían encontrado juntos, por lo que pensó que deberían jugar piedra, papel o tijeras por el premio, pero Kirito la detuvo sosteniendo sus manos en el aire.

— Mira, ya tengo anillos en ambas manos.

Era cierto, había un brillo plateado en el dedo índice de cada mano. El de su mano derecha era un +1 en fuerza; era el premio de una misión del comandante élfico en el tercer piso. El de la izquierda era el Sello de Lyusula, que le fue entregado por el Vizconde Yofilis.

Asuna tenía el mismo anillo en su mano izquierda. Cuando ambos lo recibieron, instintivamente lo había puesto en su dedo anular. Incluso al recordar el momento en el que se dio cuenta y lo cambió a su dedo medio le traía un sentimiento de vergüenza y enrojecía sus mejillas. Luego bajó su mano y dijo:

— B-bueno... Si tanto insistes, lo tomaré.

Puso el misterioso Anillo de Luz de Vela en el dedo medio de su mano derecha y comenzó a caminar, olvidándose de preguntar acerca del efecto mágico.

Después de eso, vendieron todas las reliquias en una tienda de ítems cercana al tasador, y luego de convertir las monedas Karl con un mercante justo al lado de la tienda, habían obtenido 6,480 Col en total. Kirito abrió la ventana de intercambio y le envió exactamente la mitad del dinero, la cual Asuna aceptó.

Aún no había superado del todo el sentimiento de culpa por arrasar las reliquias del templo, pero de acuerdo a Kirito aún habían montañas de tesoros alrededor y debajo del pueblo, así que las personas que vinieran de pisos inferiores en busca de reliquias también tendrían diversión tomando parte en la búsqueda de estas.

Además, ella solo había obtenido tanto en tan poco tiempo debido al efecto especial de la tarta de arándanos. Debido a la limitada cantidad de las mismas disponibles por día, el pueblo completo no sería despojado de todos sus tesoros en un buen tiempo.

Asuna decidió usar su repentino flujo de dinero en su totalidad para avanzar en el juego, una decisión que la hacía sentir un poco mejor. Mientras tanto, Kirito ya se dirigía hacia una armería.

— Oye, se supone que no hay tal cosa como magia en Aincrad, ¿cierto?

— ¿Hmm? Sí... eso es lo que Kizmel dijo. Los elfos tienen sus encantamientos desde antes de la gran separación, pero los humanos no poseemos ninguna...

— En ese caso, ¿cómo es que funciona ese efecto de la tarta? Quiero decir, es básicamente un efecto mágico, ¿cierto?

— Ahh...–murmuró Kirito, sonriendo–. Me di cuenta de eso justo hoy... Creo que tal vez es porque viene en forma de tarta de arándanos azul.

— ¿A qué te refieres?

— ¿Sabes cómo dicen que la antocianina de los arándanos es buena para la vista? Bueno, con dos azules, existe el doble de antocianina, la suficiente para que sea posible ver mejor las reliquias. Puedes decir que no es exactamente magia...

— Hmm...

En ese caso, se preguntó ella cómo podría explicar el bono de suerte que era dado por el Shortcake Tremble, pero decidió que prefería atesorar la memoria por lo que era y lo que saboreó su lengua. En su lugar miró al fondo del piso de arriba, brillando tenuemente con la luz de las estrellas:

— Encontraremos de nuevo a Kizmel en este piso, ¿cierto?

Kirito no parecía tener una respuesta inmediata a su pregunta. Como Asuna, miró hacia el cielo y dijo:

— El flujo de la misión se desvía mucho de la presentada en la prueba beta durante el cuarto piso. Antes, el General N’Itzahh y el Vizconde Yoffilis ni siquiera existían, por lo que no puedo dar nada por sentado... pero espero que así sea.

— Si... –concordó Asuna con una ligera esperanza.

— Oh –continuó Kirito–. Pero puede que seamos capaces de verla desde aquí.

— ¿Cómo...?

— Recuérdalo, tenemos que conseguir la recompensa del Vizconde Yofilis antes de que comiencen a investigar el quinto piso de forma seria.

— Oh, claro. Por supuesto.

Luego de la batalla del Castillo Yofel en el piso anterior, el maestro del castillo les ofreció una larga lista de posibles recompensas, pero en ese preciso momento les llegaron noticias de que los demás gremios habían ido a combatir contra el jefe del piso, por lo que aplazaron su recompensa y se apresuraron a llegar a la Torre Laberinto. No había tiempo límite para tomar una decisión (al menos, eso esperaban) pero deberían regresar en un futuro cercano.

— No sé si Kizmel seguirá en el castillo cuando volvamos –agregó Kirito, esperando no elevar mucho las esperanzas de Asuna. Ella chequeó la hora: nueve y media de la noche. No era muy temprano, pero tampoco era muy tarde.

— ¿Deberíamos regresar al cuarto piso?

— Mmm, sí... de todas formas, siento que ya viene siendo hora de cambiar de espada...

— ¿Oh? ¿No seguirás utilizando la que tienes? –preguntó ella, dándole un vistazo a la Elven Stout Sword en la espalda de Kirito–. ¿Acaso no es lo suficientemente fuerte?

— Claro que lo es... pero solo me queda un intento de mejora. Incluso si fuera exitoso, esta arma no será de mucha utilidad por mucho más tiempo.

— Hmm... Supongo que no siempre funciona entonces.

— Exacto –dijo él, sonriendo amargamente–. ¡Bueno! Vamos a usar el transportador para regresar a Rovia y recolectar todos los ingredientes antes de que termine la noche.

— ¿Ingredientes? Oh, claro...

Para moverse a través de los canales del cuarto piso necesitaban una góndola, pero su confiable Tilnel seguía amarrada en el Castillo Yofel. Necesitaban crear un bote nuevo para regresar al castillo desde el pueblo.

— Bueno... también me gustaría volver a ver a Romolo el constructor de botes... ¡Encarguémonos de eso! –dijo Asuna cerrando su puño, que ardía con entusiasmo.

Kirito la detuvo con cierto temor en su voz:

— Esta vez haremos una góndola normal, ¿verdad? No una que requiera la grasa de un monstruo oso... ¿cierto?

— Oh, está bien. Supongo que me conformaré con una normal...

— Su compañero suspiró aliviado, pero Asuna pinchó su hombro y aumentó su velocidad.

Cuando fueron del transportador de Karluin hasta Rovia, la ciudad principal del cuarto piso, fueron recibidos por el agradable olor del agua y el sonido de las olas.

Era de noche aquí también, obviamente, pero la vista de las luces del área residencial iluminando los caminos del agua era tan hermosa como un sueño.

— Hemos desbloqueado el quinto piso, pero aún hay muchos turistas en esta zona –remarcó Asuna.

— A este paso, puede ser que tengamos que esperar un buen rato en el lugar del viejo Romolo... Bueno, comencemos a recolectar esos materiales para...

Él se detuvo. Una profunda voz barítona les llegó desde sus espaldas.

— ¡Oigan, ustedes dos!

Sabían de quién era la voz incluso antes de verlo.

Era el sujeto calvo que lideraba el grupo de guerreros que usaba armas de dos manos –Kirito los llamó el “Bro Squad”– que mantenía su independencia de los dos gremios mayores.

Kirito se volteó y le ofreció un tranquilo: “¿Qué hay?”

Asuna le siguió con una reverencia

— Buenas noches, Agil.

— Oye.

Agil, el guerrero del hacha, les sonrió en respuesta, pero su arma característica no estaba equipada. En su lugar, estaba cargando un gran objeto con forma cilíndrica por sobre su hombro. Luego de un rato, Asuna lo reconoció.

Ese objeto era una alfombra de vendedor, el mismo ítem que recibió Kirito de parte del herrero Nezha y que luego este se lo tiró –emm... ofreció como obsequio– a Agil.

— Wow, ¿estás cambiando tu clase de guerrero a mercader?

Agil sonrió de nuevo.

— Bueno, ya que tú me la diste, pensé que no debería desperdiciarla.

— N-No es cierto... –gruñó Kirito. Asuna estaba impactada también. Que Agil y sus tres compañeros dejaran de lado sus armas significaría un gran golpe para la fuerza del grupo de la delantera.

Pero al ver sus caras de preocupación, Agil se tiró una carcajada y les dijo:

— Lo siento, no quise decir que no seguiría ayudando a completar el juego. Solo pensé que podría intentarlo y ver qué tan bien puedo deshacerme de mi exceso de ítems con esto, en lugar de venderlos en una tienda NPC. Monté un pequeño negocio esta tarde.

— Oh... ¿Y cómo te fue? –preguntó Kirito con curiosidad.

Agil acarició su casi cuadrada barbilla y dijo:

— Hmm... parece que depende del ítem. Pude liquidar varios que son necesarios, como materiales para góndolas, a un buen precio. Pero los accesorios con ingredientes para comida o que aumentan las habilidades que no son útiles en combate no se vendieron. Básicamente, si quieres entrar seriamente en ese negocio, debes mantener los ojos abiertos a las tendencias de ítems en gran demanda y trabajar en tu marketing.

— Ah, ya veo –respondió Kirito, acariciando su propia barbilla con sus nudillos–. SAO no tiene opciones como casas de subasta en las que cualquiera puede entrar en cualquier momento y hacer una oferta. Supongo que si quieres iniciar seriamente un negocio así, necesitas poner tu esfuerzo en ello...

— Claro. Sería difícil para un guerrero vender ítems que no necesita al lado de los caminos. Toma tiempo, y los compradores y vendedores no saben dónde encontrarse los unos con los otros... De hecho, la falta de eso hace que sea muy difícil vender al precio del mercado.

— Si tan sólo hubiera un gran mediador, algo como esas tiendas que venden cosas usadas a gran escala en Japón en el mundo real, el comercio entre jugadores sería mucho más activo... pero nadie tiene el dinero para comenzar un negocio como ese. No por el momento, al menos.

— Pero eso significa que quien sea que lo haga primero quedará nadando en dinero.

Asuna los había estado escuchando hablar y hablar acerca de negocios y de cómo hacer dinero desde la distancia, pero en este punto ella intervino.

— Perdóname, Agil... ¿acaso acabo de escuchar que estabas vendiendo materiales para la misión de crear botes?

— ¿Hmm? Claro. Mi inventario estaba rebosando con madera y minerales. Tenía que hacer algo con ellos.

— ¿T-te quedó alguno?

Kirito regresó en sí y lo presionó:

— ¡C-Claro! ¿Te queda alguno, Agil?

El gran hombre encogió sus hombros suavemente y les mostró sus manos vacías.

— ¿No les acabo de decir que vendí todos los materiales para góndolas? No quedó un solo objeto. ¿Pero por qué querían algo como eso ahora? ¿No fueron ustedes los primeros en hacer su bote? –les preguntó con curiosidad, por lo que Kirito le dio un breve resumen. El guerrero de hacha asintió, lo pensó por un momento y abrió su ventana de comandos, pidiéndoles que le esperaran un minuto.

Le estaba mandando un mensaje a alguien.

Agil miró la respuesta inmediata y dijo:

— Mis compañeros dicen que está bien si toman prestado nuestro bote.

En el muelle al este del portal de teletransporte, Agil aflojó la soga del Pequod[5]y se quedó en la orilla mientras Asuna y Kirito se despedían, dirigiendo el bote hacia el sur por el canal principal.
Manejando el remo en la popa, Kirito proclamó audazmente:

— Ah... no hay nada mejor que amigos generosos y ricos.

— Se lo agradecerás correctamente la próxima vez que lo veas. Con un verdadero regalo.

—... El cual compraremos pagando la mitad cada uno, ¿espero? –preguntó Kirito de forma nerviosa. Asuna solo le dio una sonrisa y volteó su cara hacia el frente.

Solo había pasado un día desde la masiva batalla naval con la flota de los elfos de bosque en el lago al sur del cuarto piso, pero parecía que habían pasado años desde que habían montado una góndola. La belleza de las luces de la ciudad reflejadas en el agua, las salpicadas ocasionales, el gentil movimiento de la proa mientras se abría camino en el agua, creando pequeñas ondas de agua. Realmente era un regocijo el navegar en un bote.

— Estabas hablando como todo un negociante ahí atrás. ¿No podrías iniciar un negocio solamente ofreciendo tours en góndola en uno de los modelos más grandes? –sugirió Asuna ociosamente–. Las góndolas de los NPC no pueden salir de Rovia, ¿cierto?

Su compañero de cabello negro se tomó la sugerencia más con más seriedad de lo esperado.

— Hmm... Apuesto a que hay demanda, pero puede que encuentres monstruos en los ríos exteriores.

— Oh, buen punto. No puedes manejar un negocio que pueda representar algún riesgo hacia los jugadores...

[5] Infórmense con la historia de Moby Dick

— Pero si tuvieras botes más pequeños al frente y detrás por seguridad, o vistieras a los clientes con alguna armadura pesada que los protegiera...

— Lo siento, olvídate de la idea.

Mientras platicaban, la góndola dejó la puerta sur de Rovia y se aventuró en el río que atravesaba los terrenos exteriores. Los rápidos los llevaron más al sur a través de la caldera del lago central que había sido testigo de la batalla con el Biceps Archelon.

Encontraron un par de erizos acuáticos, medusas y cangrejos gigantes en su camino, pero una sola habilidad con sus espadas había sido suficiente para eliminarlos mientras la góndola seguía su camino pasando ya la villa Usco, en el centro del lago Crescent y hacia los estrechos del cañón de la parte sur del piso.

Durante los próximos diez minutos, Kirito maniobró cuidadosamente el Pequod, que era mayor en tamaño que la Tilnel, asegurándose de no golpear ninguna roca, hasta que finalmente pasaron por la muralla de niebla blanca que marcaba el límite entre el mapa de campo regular y el área instanciada –su propia copia privada de su destino.

A medida que el castillo se hacía más claro en el horizonte, Asuna sintió cómo su corazón daba saltos en su pecho. Apenas ayer se había despedido de la elfa oscura Kizmel en la Torre Laberinto, pero no podía evitar los latidos de su corazón con una reunión tan cercana.

La góndola se deslizó sobre la superficie cristalina del lago hasta que lentamente atracó en el muelle del castillo. Si hubieran amarrado la góndola en algún poste propiamente, el sistema de posesión del juego se habría encargado de que solamente Agil, el verdadero dueño de la embarcación, fuera capaz de soltarla, así que solamente saltaron de esta hasta el muelle.

Junto al Pequod se encontraba una góndola más pequeña de color blanco y verde –la Tilnel–, su propio bote. Asuna murmuró: “Hemos vuelto” hacia la barca, luego miró brevemente a Kirito antes de poner rumbo a la puerta del castillo.

La oscura y reluciente puerta seguía cerrada por completo, resguardada por guerreros, pero cuando Kirito mostró el Sello de Lyusula en su mano izquierda, lo saludaron y abrieron la pesada puerta.
El anillo les dio un pase libre a través de la puerta frontal del castillo, así que se dirigieron directamente hacia las escaleras para pagarle sus respetos al dueño del lugar. Cuando alcanzaron el quinto piso, tocaron la pesada puerta a la derecha.

Era casi medianoche, pero una familiar y hermosa voz emergió de la habitación, invitándolos a pasar.
Kirito le lanzó a Asuna una breve mirada, luego abrió la puerta.

La primera vez que había estado en esta habitación estaba tan oscura como era posible, con grandes cortinas cubriendo las ventanas, pero la primera cosa que Asuna vio esta vez fue la cálida luz naranja emanada por una multitud de velas y linternas. En la parte trasera de la oficina, sentado a lo largo de un gran escritorio, se encontraba un alto elfo oscuro.

El maestro del Castillo Yofel, el Vizconde Leyshren Zed Yofilis.

Su ondulado cabello negro estaba atado por la parte trasera de su cabeza y una antigua cicatriz que atravesaba su frente y su ojo izquierdo hasta su llegar a su barbilla estropeaba lo que eran sus bellas facciones faciales. Se había encerrado a sí mismo en la oscuridad (supuestamente) para esconder esa cicatriz, a la que él llamaba “prueba de su más grande vergüenza”. La batalla contra los elfos del
bosque del día anterior parecía haber traído un cambio en su pensamiento.

El Vizconde le sonrió a ambos con una cara llena tanto de vitalidad juvenil como de una madurez avanzada.

— Kirito, Asuna, han regresado.

— Si. Nosotros... eh, teníamos un acuerdo con usted, milord –dijo Kirito de forma apenada. Incluso para él, era un poco difícil admitir que solo estaban ahí para reclamar la recompensa. Miró hacia su compañera en busca de ayuda, pero esta lo ignoró e hizo una reverencia al Vizconde.

— Discúlpenos por la hora de nuestra llegada, milord.

— No me molesta. Ustedes protegieron este castillo de un gran peligro, por lo que son bienvenidos a cualquier hora. Por favor, tomen asiento.

Ante los gestos de Yofilis, cruzaron la oficina y se posicionaron frente al escritorio.

No había ningún otro NPC en la habitación.

— Emm... ¿Dónde está Kizmel? –preguntó ella, asumiendo que la caballero debía estar en algún lugar de las cercanías. El Vizconde se fijó en ella con sus ojos color verde grisáceo y sacudió su cabeza.

— Lamento decirles que ella no se encuentra ya en este castillo.

— ¿Cómo? –exclamaron ambos jugadores.

Yofilis se inclinó ligeramente hacia adelante y apretó con sus dedos el escritorio, explicando calmadamente:

— Por orden de los sacerdotes, Kizmel tomó la tarea de transportar la Llave Jade y la Llave Lapis a la fortaleza del quinto piso. Ya debería haber llegado.

— Oh, ya veo... –dijo Asuna en voz baja, tratando de esconder su decepción.

Yofilis les dio una débil y arrugada sonrisa con sus labios y dijo gentilmente:

— Kizmel desea verlos también. Si tienen la oportunidad, les sugiero que visiten la fortaleza. Ese Sello será su pase de entrada.

— Sí... lo haremos.

— Iremos tan pronto como nos sea posible.

Yofilis volvió a sonreír y señaló hacia la pared derecha de la habitación, hacia donde se encontraba un gran cofre.

— Aún no les he entregado su recompensa por salvar mi castillo. Como dije antes, cada uno tiene derecho a elegir dos objetos cualesquiera del cofre.

Asuna estaba por pinchar a Kirito con su hombro por mostrar lo relajado que estaba luego de enterarse de que la oferta seguía en pie, pero se distrajo por lo que parecía la caja de recompensas de una misión con múltiples opciones a elegir.

En ese momento se dio cuenta que estaba tan emocionada como su compañero. Ella agradeció a su benefactor de forma breve y se dispuso a navegar por la larga lista de objetos.

Les tomó veinte minutos antes de que ambos pudieran tomar una decisión acerca de lo que querían elegir. El Vizconde esperó con paciencia, pero a menos que Asuna estuviera imaginando cosas, le pareció verlo bostezando en un par de ocasiones.

Pasaron la noche en el castillo y tomaron su desayuno a la mañana siguiente antes de tomar el Pequod de vuelta a Rovia. Cuando sacaron la góndola del muelle este, sacaron el ancla y fijaron mejor las sogas, le enviaron un mensaje de agradecimiento a Agil. La plaza central seguía rebosante de turistas, por lo que se abrieron paso a través de las multitudes para llegar al teletransportador.

A medida que iba desde la acuática Rovia hacia la ruinosa Karluin, Asuna se puso su capa encapuchada sobre su cabeza y alrededor de su boca para protegerse contra la fría y polvosa brisa, pero en su lugar...

Emergieron del teletransportador para llegar a un ambiente aún más mojado que el que dejaron en Rovia y este venía en forma de millones de gotas de agua que caían del cielo hacia el suelo.

— ¿Lluvia? –murmuró ella elevando su cabeza. Su cara fue instantáneamente atacada por las gotas de lluvia por lo que se volvió a cubrir con su capucha.

— Sip, es lluvia –dijo Kirito con sorpresa, levantando las solapas de su túnica, cosa que no era suficiente para mantenerla alejada del agua e incluso por momentos su cabello era aplastado en su frente.

El cabello mojado era solo una pequeña molestia, pero tener las armaduras totalmente mojadas causaría un efecto de estado que haría más difíciles sus movimientos.

— B-bueno, busquemos un lugar para cubrirnos de la lluvia –sugirió Asuna, mirando alrededor de la plaza. Incluso a pesar de que apenas eran las ocho en punto, el clima hacía que hubiera menos personas circulando. Grandes charcos de agua formados en los oscuros guijarros, plagados de pequeñas ondas debido a la constante caída de agua.

— Pero ya incluso desayunamos... y apenas mejoramos nuestras armas por lo que no tenemos nada que comprar en ninguna tienda de ítems...

— No importa a donde vayamos, mientras tenga un techo me conformo –espetó Asuna. Kirito lo pensó por dos segundos, y asintió mientras gotas de agua caían de la punta de sus bolsas.

— En ese caso, comencemos investigando las misiones que comenzamos ayer.

— ¿En medio de esta lluvia?

— No te preocupes, habrá un techo.

Kirito trotó a través del diluvio y ella no tuvo más remedio que seguirlo.
Salpicaron en los charcos de la plaza en su camino hacia el norte de la ciudad, lugar al que todavía no habían ido. Después de correr unos 60 metros llegaron a otra gran plaza. En el centro de esta había unas grandes y desmoronadas ruinas, pero comparadas con el templo en el que habían estado el día anterior, estas eran más tétricas y siniestras.

Sin hacer caso de eso, se adentraron en las oscuras y degradadas ruinas, donde por fin lograron ponerse a resguardo de la lluvia. Asuna sacudió el agua que chorreaba de su capa y falda con ambas manos y lanzó finalmente un suspiro de relajación.

Miró a sus alrededores, solo para notar que estaban en un gran espacio vacío.
Las gruesas paredes de piedra adelante y detrás no tenían ninguna puerta, pero justo en el centro de la habitación había unas escaleras que descendían. Extrañas estatuas de santos se posicionaban a ambos lados, creando espeluznantes sombras en la habitación con la parpadeante luz de las velas puestas en cada esquina.

— ¿...qué es este lugar? –le preguntó a su compañero, quien estaba escurriendo el agua de su abrigo. Su respuesta era lo que ella esperaba.

— La entrada a las catacumbas subterráneas que mencioné. Existen otras entradas, supongo, pero esta es la principal.

— Ohh... ¿Y ahí hay misiones por completar?

— Oh, claro. Muchas en realidad.

Kirito sacudió los flequillos mojados que le cubrían los ojos y abrió su ventana, poniéndola en modo visible y mostrándole a Asuna su lista de misiones aceptadas.

— Esta de aquí “La Pequeña Jenny Perdida” es donde buscas la mascota de la niña. “El Recolector Insípido” requiere encontrar cierto tipo de reliquia, y “El Lamento de Treinta Años” es donde tienes que encontrar algún tipo de espíritu errante malvado...

— ¡Niet! –chilló Asuna repentinamente, cubriendo la boca de Kirito con sus manos.

Sorprendido, él trató de decir algo a través de sus palmas pero ella lo silenció con una mirada asesina antes de dejarlo ir.

Kirito se quedó en silencio por unos momentos, luego con cierta curiosidad en su voz, preguntó:

— ¿Qué fue esa palabra “Niet”?

—... es “No” en ruso...

— ¿Por qué dijiste no en ruso?

— Porque... emm... No quiero spoilers –dijo pobremente (una excusa tonta, en su opinión) pero Kirito asintió seriamente, más convencido de lo que esperaba.

— Oh... claro, buen punto. Las misiones necesarias para superar los pisos son una cosa, pero es más divertido hacer estas misiones independientes sin conocer la historia antes de tiempo... Está bien, buena idea. De ahora en adelante, no explicaré o haré comentarios acerca de las misiones. Puedes tomar la delantera, Asuna.

Él hablaba tan seriamente que ahora no podía decirle la verdad. Despejó su garganta y miró hacia las escaleras.

— Ah... claro. E-en ese caso, iré primero. ¿Estás listo?

— Por supuesto.

— Él levantó su espada totalmente nueva y la sacudió frente a ella.

Había dos tipos de espadas de una mano en la lista de recompensas del Vizconde Yofilis. Por lo que Asuna podía decir, el sable era más fuerte, pero Kirito eligió la Sword of Eventide en su lugar.

Asuna hizo un recordatorio mental de preguntarle por qué eligió esa en algún momento, pero eso no importaba por ahora. Respiró profundo, se envolvió a sí misma en su destino y avanzó hacia la entrada del cementerio subterráneo.

— Entonces, ¡Comencemos!

— ¡Sí!

A las 8:20 de la mañana del 29 de diciembre, Asuna y Kirito comenzaron en serio su conquista del quinto piso de Aincrad.

Capitulo 2                                                        Indice                                                           Capitulo 4

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